El castrismo pasa
El pasado día 3 la Organización de Estados Americanos (OEA) derogó la resolución de 1962, en plena guerra fría, por la que se expulsaba a Cuba de la organización como castigo por alinearse con el bando comunista. Es lo que va de entonces a hoy cuando, a excepción de Washington, empecinado en su embargo contra la isla, todos los Estados de la región tienen relaciones formales con Cuba; en lo que va de año 10 presidentes latinoamericanos han visitado la isla; y el propio presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha hablado de "un nuevo comienzo" en las relaciones con América Latina. Pero esa decisión no iguala derogación a readmisión. Para ello, el régimen tendría que solicitar el ingreso; se abriría un periodo de información; y se votaría.
De acuerdo con la carta de la organización, La Habana lo tendría difícil, porque se exige que los países miembros sean democráticos, aunque esa regla se haya incumplido en el pasado, dependiendo de los intereses norteamericanos. Las primeras reacciones de La Habana han sido de satisfacción, pero han subrayado también el desinterés del régimen en reintegrarse a la OEA, y no tanto por evitar un desaire, sino porque la estrategia de fondo consiste más bien en crear estructuras alternativas que hagan innecesaria a una organización tradicionalmente dominada por Washington.
En lo que sí puede tener un efecto positivo la derogación es en apresurar el convencimiento norteamericano de que hay que poner fin al embargo. Toda América Latina le está pidiendo a Estados Unidos que rectifique y trate a Cuba como a cualquier otro actor político internacional. La OEA y los rivales que puedan surgirle serán lo que quiera la mayoría de sus miembros, pero es mejor que el castrismo no tenga prisa por volver, en tanto que en los próximos años se decida el futuro de la isla; un futuro que sólo cabe concebir como regreso a la democracia.
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