El capitalismo ya estaba muerto
La historia es algo que inventamos los occidentales y que vive en nuestra imaginación; nos pasamos la vida creyendo que son cosas que pasan ahí fuera, casi siempre lejos. En cambio, nos ocurren cosas que son reales y definitivas pero nunca acaban de sonar trompetas anunciando el descorrerse de los paños que ocultan algún arcano. Si es posible reconocer las cifras de la vida será en sucesos de apariencia modesta, como aquella ocasión en que unos jóvenes, los jóvenes ya se sabe, se subieron a un muro riendo y lo saltaron para uno y otro lado; fue en Berlín hace 19 años. Veíamos aquella espléndida gamberrada en la pantalla del televisor y mi amigo Camilo Nogueira comentó con naturalidad: "Acabouse o capitalismo". Costaba ver en aquello las letras mayúsculas de la historia, mucho más el final del capitalismo cuando lo que se desplomaba era el socialismo, pero creo que era cierto.
¿Nacerá una ideología fruto de esta nueva época y que la explique?
Marx, estupendamente literario, soltó un fantasma a recorrer Europa, y el siglo XX europeo fue efectivamente un fantasmal cuento de miedo hasta que aquellos berlineses saltaron una tapia para robar la fruta que crecía en el huerto vecino.
Estados Unidos y la URSS se organizaban política y económicamente según ideologías distintas, pero fabricaban cohetes, barcos, automóviles, ropa o pan de modo muy parecido; funcionaban con máquinas análogas y las calles, los pueblos y las personas al cabo eran semejantes. Su enfrentamiento tenía semejanza con la división anterior entre Roma y la Reforma. Queda por constatar cuánto había de intereses imperiales o nacionales de cada potencia en lo que se nos decía que era una lucha de ideologías, la libertad y el socialismo. Desplomado el "socialismo real" desapareció la confrontación entre dos modos de entender la sociedad y la civilización.
Suelen los conversos ser extremados y Fukuyama, aquel universitario del Extremo Oriente, nos puso ante el delirio de Occidente: el fin de los tiempos, la ciudad celestial, la lucha final o cosa semejante (se le habían adelantado Franco y Fernández de la Mora con su "crepúsculo de las ideologías"). No fue así, simplemente quedábamos todos al desnudo al caer los aparatosos mantos ideológicos que cubrían y dividían el planeta.
Aunque, constató también Marx, las ideologías perduran más allá de las sociedades que las crearon y seguimos hablando de "socialismo" y de "capitalismo". Pero lo que vivimos es otra cosa y no tiene nombre, es la misma civilización y el mismo barco planetario. Lo vivido no se desvive, no se vuelve atrás y la globalización no hay quien la desglobalice. Sin filtros ideológicos vemos esta etapa de nuestra civilización como un estadio más en el camino que siguió nuestra especie cuando abandonó África para extenderse por Eurasia, continuó con Alejandro, César, Marco Polo, Vasco da Gama, Colón... Estos años pasados la Administración Bush creyó que podía ocupar la parte del planeta que le faltaba para constituirse en imperio global y único. Lo que estamos viviendo hoy, el descalabro del sistema fi-
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