Viajar a EE UU
En su escalada imparable justificada en la necesidad de acrecentar la seguridad de Estados Unidos frente al terrorismo islamista, el Gobierno de George W. Bush no conoce barreras, como lo demuestra la reciente aprobación por el Congreso (dominado por los demócratas) de una ley que autoriza a espiar las comunicaciones electrónicas de los ciudadanos sin permiso judicial. Washington acaba de comunicar a la UE que va a exigir un visado electrónico a los europeos que visiten el país. Significará en la práctica que, como tarde en 2008, todos los viajeros transatlánticos -incluidos los que, como los españoles, no necesitan visado- deberán facilitar on line a las autoridades estadounidenses sus planes con al menos 48 horas de antelación. Se supone que la medida contribuirá a impedir la llegada de sospechosos.
La Unión Europea anunció ayer que no prevé plantear objeciones de principio a la decisión estadounidense, concreción de las recomendaciones de la comisión que investigó los ataques terroristas de 2001, y que se complementa con la obligatoriedad de someter a inspección previa todas las mercancías embarcadas con rumbo a EE UU. Si el visado electrónico abre la puerta a cualquier arbitrariedad y complicará aún más en tiempo y dinero los viajes a EE UU, sobre todo los de negocios, la revisión diaria de miles de contenedores supondrá una inversión millonaria en aparatos detectores en los puertos europeos, además de enormes retrasos en un proceso exportador que mueve en torno a 250.000 millones de euros al año.
Las medidas aéreas tienen como argumento de fondo la convicción estadounidense, multiplicada por los recientes atentados fallidos de Londres y Glasgow, de que existe en Europa una red de células islamistas dispuestas a actuar en EE UU valiéndose de pasaportes europeos. Pero si es difícil objetar el fundamento de unas decisiones encaminadas a disminuir la vulnerabilidad de un país, no lo es criticar el procedimiento rigurosamente unilateral y nulamente amistoso con que Bush pone en práctica medidas de gran calado que afectan a sus aliados. Con la aquiescencia comunitaria, a los viajeros rumbo a EE UU ya se les impone facilitar previamente un torrente de datos. En este contexto, las nuevas disposiciones de Washington están llamadas a acrecentar el suplicio en el que se ha convertido volar.
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