Vergüenza alemana
Angela Merkel enuncia una política de alineamiento sin fisuras con Israel
Angela Merkel, la canciller alemana, ha hablado el martes ante el knesset, Parlamento israelí, y lo anecdótico es que lo ha hecho en alemán, la primera vez para un jefe de Gobierno de su país, aunque anteriores visitantes oficiales ya habían hablado en ese idioma ante el auditorio.
Como cabía esperar, algunos diputados -cuatro- no acudieron a la cita, y otros, mientras hablaba, miraron al vacío o no aplaudieron en protesta, como dijo uno de ellos, contra la lengua en la que habían sido asesinados sus padres por el nazismo. Pero lo sustantivo es que jamás anteriormente se había producido un alineamiento tan completo de Berlín con las posiciones de Israel, en competencia incluso con las del propio Washington.
Merkel, que pronunció la salutación en hebreo, no sólo proclamó la vergüenza que como alemana le producía el recuerdo del Holocausto, sino que abundó, de nuevo alineándose tanto con Israel como con Estados Unidos, sobre la amenaza que comportaba para el pueblo judío la pretensión iraní de dotarse del arma nuclear, que parecía dar por segura. También recalcó que todo atentado a la seguridad de Israel lo era a la de Alemania. Y si condenó el lanzamiento de cohetes desde Gaza sobre Israel, no pronunció palabra alguna sobre la represión israelí contra los palestinos de la franja.
La teoría positiva es la de que, sin dudar de la sinceridad de sus palabras, Merkel obtiene así algún margen de maniobra con Israel, mientras que la UE ya practica una política de mayor equilibrio en la zona; y la negativa, que se da en su propio país, le reprocha que dificulte de esa manera el diálogo con el mundo árabe. Al mismo tiempo, es una paradoja que su ministro de Exteriores, el socialdemócrata Frank Steinmeier, critique la colonización israelí de los territorios ocupados. Pero es que en junio está prevista una conferencia en Berlín, con asistencia del Cuarteto -EE UU, UE, ONU y Rusia- para tratar las estructuras del futuro Estado palestino, cuya creación, según la cumbre de Annapolis de noviembre pasado, debería decidirse este año. Y Merkel quiere tener algo que decir en la ocasión, para lo que le conviene contar con la buena voluntad de Jerusalén y de Washington.
Todo ello es, quizá, prudente política exterior, pero también es comprensible que no entusiasme al pueblo palestino.
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