Perturbaciones
De la condena que ha marcado, por ahora, el final de la carrera universitaria del poeta Luis García Montero se puede decir lo que se quiera: que el juez fue excesivo, que el término "perturbado" para calificar exabruptos supuestamente académicos del denunciante no debía haber llegado a los tribunales, que el poeta se excedió, etcétera. Lo cierto es que el asunto, una denuncia del profesor José Antonio Fortes contra su colega de claustro, ha seguido ese vericueto judicial
y ahora ya le resulta irrespirable a García Montero la situación creada en su propia facultad, y ha pedido la excedencia, después de la condena.
Lo cierto es que extraña la audacia
del denunciante, independientemente de lo que sugiera el tono de la respuesta de su denunciado. Fortes llamaba en clase fascista a Lorca, y a Ayala, otro granadino ilustre,
le ponía el mote de "aliado del fascismo". En condiciones normales, ambos adjetivos causan perturbación, o al menos perturban la verdad histórica e incluso la sensibilidad literaria; y que un profesor hiera así la sensibilidad de la historia de la literatura no parece lo más aconsejable en el periodo de formación de los alumnos.
Pero, en fin, cualquiera dice lo que dice y debían haber sido las autoridades académicas (y no todavía las judiciales) las que pusieran orden en esos, digamos, desajustes. Debe ser duro para un hombre como García Montero sentirse impelido a aceptar, como sugirió Fortes, que él condujo al suicidio a un compañero suyo, "por haberse vendido al capitalismo". Duro debe ser aguantar un exabrupto así.
Lo cierto es que fue una riña de profesores, y uno de ellos, el que animó a
los alumnos a creer que Lorca fue un fascista
y Ayala un aliado del fascismo, decidió llevarla a los tribunales con el resultado que ahora se conoce. Es posible (todo es posible) que la ley subraye lo que el juez dictamina; y es posible también colegir que un insulto es un insulto; pero lo que alarma es que una falta que
quizá se debió
dirimir tan sólo en
el ámbito académico haya privado a ese claustro granadino,
de momento, de uno
de sus mejores profesores, un poeta destacado, y un docente que le dio
a ese claustro
30 años de su vida profesional.
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