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Editorial:EL ROTO
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Obama se mueve deprisa

El presidente electo organiza un equipo económico de prestigio para combatir la recesión

La presentación por Barack Obama de su equipo económico, junto con la todavía no confirmada designación de Hillary Clinton como secretaria de Estado, sugiere que el presidente electo de EE UU planea gobernar desde el centro de su partido, pese a haber recibido el apoyo entusiasta de la izquierda demócrata, y que prefiere rodearse de gente flexible y pragmática y en lo posible experimentada antes que de ideólogos. Obama se está dando prisa en cubrir los puestos clave de su Gobierno, convencido de que lo crítico de la situación no permite muchos experimentos ni plazos de espera. Así lo prueba la Reserva Federal, que anunció ayer más medidas de choque, como es la inyección de 800.000 millones de dólares para animar el consumo, sin esperar al paquete económico que está preparando el equipo de Obama.

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Ni la decisiva elección de Timothy Geithner al frente del Tesoro para encabezar el rescate de la economía de la superpotencia, ni la de Lawrence Summers como principal asesor presidencial o Christina Romer suscitan grandes controversias. Si las probabilidades de superación de la crisis dependieran única o fundamentalmente de la calidad técnica de las personas, bien podría afirmarse que Obama ha acertado en la selección de su equipo económico de corte clintoniano. Aunque tanto Geithner, un hombre pragmático y neutral, presidente del banco de la Reserva Federal de Nueva York, como Summers -procedentes ambos del Departamento del Tesoro con Bill Clinton- hayan jugado, desde sus respectivas posiciones, papeles importantes en las políticas erráticas de Bush que han contribuido a disparar la crisis. La experiencia muestra que el currículo no suele ser herramienta suficiente para encauzar acertadamente las políticas económicas, menos si se trata de afrontar la recesión más severa desde la Gran Depresión.

Las apuestas cambian en el caso de la acción exterior. Con la elección, todavía no oficial de la senadora Clinton como jefa de la diplomacia, el presidente electo hace buenas las enseñanzas de su héroe Lincoln sobre la integración de rivales, pero se adentra en un territorio arriesgado. La Secretaría de Estado es el puesto de mayor visibilidad tras la Casa Blanca, algo congruente con el hecho de que la política exterior de EE UU abarca el planeta entero. Con Washington metido en dos guerras (Irak y Afganistán) y desafíos de envergadura en Rusia, Irán, Oriente Próximo o China, su próxima titular tendrá que reconstruir la reputación de su país en el mundo.

Pese a su brillantez, Clinton carece de experiencia en un ámbito donde, por lo demás, se exige por encima de todo ser la voz de su amo. Su designación satisfará al establishment demócrata, pero disgustará a numerosos simpatizantes de Obama que se esforzaron para que ganara a Hillary y lo que ésta representa en Washington. Los dos interrogantes fundamentales atañen a la compatibilidad entre Obama y Clinton y a la disposición de la ex primera dama a subordinar su ambición al servicio del nuevo presidente. Quizá tarden en despejarse.

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