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Obama en El Cairo: ¿sólo palabras?

Cuando un responsable político hace una declaración, no está opinando como cualquier ciudadano sobre un problema. Se está comprometiendo con una acción. Por eso roza el ridículo minimizar la importancia del compromiso contraído en El Cairo por el presidente de Estados Unidos, Barack Hussein Obama, diciendo que sólo son palabras.

Con palabras empezó la política de choque de civilizaciones. Con palabras se gestó la Guerra de Irak. Con palabras se inició la satanización del "otro", del que es diferente, convirtiéndolo en enemigo, clasificándolo a partir de arbitrarios ejes de malos y buenos. Y con palabras entramos en un periodo desastroso de unilateralismo y gendarmería internacional, tanto en seguridad como en materia financiera. ¡Ya conocemos muy bien los resultados de aquellas palabras!

Que nadie menosprecie el valor de las palabras. De ellas nacen tanto la guerra como la paz

Así que es importante que con palabras se inicie un nuevo periodo que sustituya el unilateralismo por un orden internacional basado en la cooperación y el entendimiento. Importa, y mucho, que se sustituya el discurso del choque de civilizaciones y la diplomacia de las cañoneras, por otro de entendimiento, diálogo y respeto al "otro", con una diplomacia que realmente lo sea, sin imponer el poder que se tiene y sin renunciar a defender los valores en los que se basa.

Y sí, importa que se reconozca el sufrimiento del pueblo palestino y sus derechos a disfrutar de un Estado soberano en las fronteras deshechas de la Guerra de 1967, sin olvidar que los judíos soportaron un holocausto como culminación de siglos de persecución y tienen derecho a vivir en paz y con seguridad en el Estado de Israel.

Importa que se declare que Irán tiene derecho al uso pacífico de la energía nuclear y que se le ofrezca un diálogo sin condiciones, recordando el Tratado de No Proliferación y sus obligaciones. Todo eso, de lo que ha hablado con claridad Obama en El Cairo, importa.

Ser la primera potencia del mundo comporta respetar a los demás y hacerse respetar, entre otros medios por la actitud con los otros. Nunca será respetable quien no respeta a los demás aunque tenga fuerza para imponerse. Será temido y, con frecuencia odiado, pero no respetado.

Obama sabe que no tiene mucho tiempo, ni mucho margen, para transformar las palabras en planes operativos que lo hagan avanzar hacia objetivos de seguridad compartida en Oriente Medio y en el mundo. Pero es absurdo que se le pida lo que no puede, ni debe, dar, como renunciar a la relación de Estados Unidos con Israel. Tan absurdo como que un Gobierno israelí no comprenda que su seguridad no se basa en la guerra permanente, sino en una paz con garantías, basada en el respeto a los derechos de todos y avalada por Estados Unidos y la comunidad internacional.

El mundo árabe cambió su posición en 2002, con el plan de paz del entonces príncipe heredero de Arabia Saudí aprobado en Beirut, y con la reiteración del mismo por la Liga Árabe reunida en Riad en 2007: "Retirada israelí de los territorios ocupados en 1967, incluido los Altos del Golán; solución justa al problema de los refugiados; aceptación de un Estado Palestino independiente en Cisjordania y Gaza, con capitalidad en Jerusalén Este".

A cambio, según esa resolución, "los países árabes darán por finalizado el conflicto con Israel; firmarán un acuerdo de paz para garantizar la seguridad de todos los Estados de la región, y establecerán relaciones con Israel".

Si se superponen esta resolución unánime de la Liga Árabe y el discurso de Obama en la capital egipcia se tienen una parte sustancial de los mimbres para el cesto de la paz en un conflicto que ha sido y es el epicentro de todos los problemas de Oriente Medio, aunque no sea el único.

Éste es el inmenso valor del compromiso contraido por Obama en su discurso del pasado jueves.

Imaginen que una Europa rota por la aventura bélica de Irak, una querella que aún pesa en nuestras posiciones en política exterior, se suma como Unión a Estados Unidos para colaborar en una acción diplomática decidida. El potencial de esa colaboración sería extraordinario.

El histórico conflicto árabe-israelí es para Europa un problema de vecindad, como todos los de Oriente Medio. Por eso es una prioridad, la más importante de sus relaciones con el mundo. La desgracia que nos llevó a la división y al enfrentamiento de posiciones ante la Guerra de Irak puede y debe convertirse ahora en unidad, con Estados Unidos, con la Liga Árabe y con Israel.

No menosprecien las palabras, porque de ellas nacen tanto la guerra como la paz. En El Cairo Obama ha pronunciado las de la paz.

Felipe González es ex presidente del Gobierno español.

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