Nadalato
Rafael Nadal pasó por un mal momento en 2009. Probablemente él y sus consejeros tuvieron algo de culpa en que el excepcional atleta mallorquín se embriagara de tenis. Se sometió entonces a una cura no solo médico-saludable, sino mental. Hubo que dejar pasar algún torneo; reanudar la competición sin querer ganarlo todo de golpe; y de ahí que Novak Djokovic, su rival derrotado en Nueva York, pudiera vanagloriarse de haberle vencido en sus tres últimos encuentros, para más inri en cancha dura, como la del US Open de Flushing Meadows. Legítimas pero vanas ilusiones.
Rafa no juega específicamente mejor que antes; juega más, que no es exactamente lo mismo; lo hace con menor desgaste, es más económico en su proeza física, y sufre menos desentendimientos; esos momentos en que al tenista se le afloja el nervio de la concentración y parece que súbitamente su adversario ha empezado a jugar mejor. En todo el US Open Nadal solo ha perdido un set, en la final contra el pugnaz y caballeroso serbio, lo que dice enciclopedias de cómo le ha echado el candado a las episódicas debilidades que pudiera padecer su juego. Nadal, que es el mismo de siempre solo que con más de todo, en especial en el saque, se tiene únicamente por rival a sí mismo.
El deportista español es algo más que el tenista número uno del mundo: es el único capaz de ganar con la misma facilidad en tierra, su alma máter a la que ha de regresar cada cuanto como Anteo para recargar baterías; en la hierba, medio rala o restallante de verdor de Wimbledon; o en la variedad de canchas duras desde las que rebotan las bolas al cielo o conceden algún tiempo extra a la filigrana.
Lo que comenzó hace algo más de seis años y hoy se renueva con el Grand Slam al completo -Australia, Roland Garros, Wimbledon y US Open por orden de aparición en escena- y noveno major de su carrera, es un reinado que se recordará un día como el Nadalato. Si su equipo de consejeros y él mismo saben espaciar debidamente su ascensión a las cumbres, no habría que excluir ni siquiera que un día batiera el récord del suizo Roger Federer, vencedor en 16 torneos de Grand Slam. A la decimoséptima iría la vencida.
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