"Lula, ¿quieres ser Presidente de México?"
En el lamento y en la euforia, también se calibra al líder. Y en su capacidad de contarnos otra historia, aún más. 2 de octubre, Río de Janeiro se alza airosa. El Comité Olímpico Internacional (COI) ha fallado y el Presidente brasileño regresa a casa con la sede olímpica para el 2016 en la bolsa. En el camino quedaba Tokio, que nunca despegó del todo; Chicago, que se sintió sobrada; Madrid, que entregó el alma. Pero Río sedujo. Y al final sólo podía haber un ganador.
Especulaciones aparte, quienes han analizado con frialdad el fallo del COI identifican muchas razones que hacían de Río de Janeiro LA opción. Y ya ha corrido mucha tinta sobe este particular. Pero desde los grandes escenarios mediáticos, la justa por la sede olímpica terminó convirtiéndose en una lucha de titanes: otra confirmación de que los liderazgos andan más repartidos que en otras épocas; y que tienen sus propias formas de mostrar el músculo.
El gran vapuleado: Obama. Nadie es profeta en su tierra -o casi nadie- y el Presidente de Estados Unidos sigue resintiendo las embestidas del aparato mediático conservador u opositor, que encuentra en cada desliz la materia suficiente para el escarnio reiterado. "El mundo rechaza a Obama. El ego ha aterrizado", sentenciaba Matt Drudge, estrella del periodismo electrónico que publica el Drudge Report (espacio de importantes primicias periodísticas, como aquélla que se convertiría en el escándalo Lewinsky). Contundente la crítica: ¿no que el mundo estaba tan enamorado de Obama? Cuando el Águila (como se nombra al Presidente de Estados Unidos) aterrizó, su ego ya se le había adelantado. "Vain Obama", rezaban los titulares: la vanidad, decían los que lo hacían, pudo más que la sensatez.
¿Acaso los Obama pensaban que no habría problema u obstáculo que no se derritiera ante "el fulgor de su carisma"? Y contaron: de 16 párrafos constó el discurso de Michele Obama; 34 veces utilizó el pronombre 'yo'. Obama lo hizo 23 veces en un discurso de no más de 13 párrafos. ¿Así o más vanidosos? La crítica mediática en Estados Unidos fue lapidaria. En Copenhague, al argumentar a favor de Chicago como sede olímpica, sus críticos aseguran que Obama mostró lo que es: arrogante. En realidad, a pocos importaba el asunto de la sede olímpica (casi nadie se refirió a los otros suspirantes), y sí mucho las crecientes fricciones internas que desde hace tiempo amenazan con polarizar aún más a ciertos sectores estadounidenses. "Vain Obama"; si se le queda, terminará siendo la marca de su mandato. Los medios calibran al líder, y la historia que él trata de contar aún debe afirmarse.
Lula, en cambio, lloró. Alegría, sentimiento, baile, entrega, corazón, pasión, lágrimas que resaltan la humanidad revestida. Frente a la imagen fría de un Obama que busca la sede olímpica en el discurso del 'yo', la exhuberancia de un Lula que pide la gracia de los dioses del Olimpo para el pueblo y para el Sur. Ajedrez de titanes que se expresa en el lienzo mediático. Cuentan que cuando Boabdil entregó las llaves de Granada a los Reyes de Castilla, se echó a llorar. Su madre, inclemente, dijo: "llora, llora como mujer lo que no supiste defender como hombre". Porque hay de lágrimas a lágrimas: las que restan virilidad - según los cánones del macho-, y las que suman dignidad. El 2 de octubre, Lula lloró desde esta otra dimensión. Los medios calibran al líder, y la historia que él trata de contar comienza a anidar.
Sabemos bien que la realidad tras la decisión del COI es mucho menos romántica que los escenarios que nos pintaron los medios de comunicación, y en los que reflejamos también nuestros deseos y nuestras fobias. Quienes buscaron la sede olímpica para el 2016 hicieron su tarea, cabildearon, gastaron grandes cantidades de dinero, y se sometieron al juego de muchos otros factores que terminaron por apuntar hacia el sur latinoamericano. Pero siempre es interesante, por lo que resulta de esclarecedor, revisar de qué manera nos proyectamos en las historias que se desarrollan frente a nosotros.
No habían pasado minutos siquiera del fallo del COI, y en México ya se había desatado la opinión: "si fuéramos como Brasil, ¡carajo!", "¡qué envidia!", "ese sí es Presidente y no fregaderas". Los medios locales abrieron espacios importantes para comparar a México y Brasil, siempre en detrimento del primero, claro está. Opinaron todos: líderes políticos, empresarios, académicos; ah sí, y alguno que otro deportista. La constante: lo que México pudo ser y lo que Brasil ya es. Se compararon liderazgos, se confrontaron proyectos. Las redes sociales al rojo vivo; DJNaquito circuló la ''Cumbia Río de Janeiro', desde Twitter comenzó el llamado: "¿y si invitamos a Lula a que venga a ser Presidente de México?". No les cuento la respuesta, basta con que sumemos imaginaciones. Sin decirlo, desde el jolgorio y la crítica, estábamos ponderando las historias que cuentan: la de Lula y la nuestra.
La realidad se impone. Tokio, Madrid, Chicago, Río de Janeiro regresan a sus cotidianeidades. Brasil deberá responder en su momento a las grandes expectativas; Obama continúa sus luchas por las reformas de salud y la agenda pendiente. Pero ese 2 de octubre, y los días subsecuentes, nos mostraron, desde esa lucha de titanes que magnificaron los medios de comunicación, que hay algunas historias que hoy se mueven en el mundo, y algunos personajes que las interpretan, que hacen más vivible el horizonte. En el lamento y en la euforia se calibraron a los líderes; pero también en la ausencia de los mismos.
Entonces qué, Lula, ¿te animas a ser Presidente de México?
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