Lío a la italiana
Espero que no se molesten si cuento algunas viejas historias italianas. Como suele ocurrir, no llevan a ninguna parte.
Pinturas Paramatti es una próspera industria piamontesa, fundada en 1847. En su información corporativa subraya una época de turbulencias accionariales, entre 1974 y 1984, en la que se sucedieron "seis gestores distintos: Gottolengo, Schraiber, Dutto y Cometto, Caproni, Masciadri y Junghans".
Es normal que Pinturas Paramatti, una sociedad perfectamente respetable, no entre en detalles. Según varios sumarios judiciales, uno de los propietarios de la empresa durante esos años fue Michele Sindona, un abogado siciliano que comenzó su carrera blanqueando el dinero que la familia Gambino, una de las más potentes en la mafia de Nueva York, obtenía del tráfico de heroína. En 1969, el papa Pablo VI encargó a Michele Sindona, que por entonces poseía ya varios bancos en Italia y Estados Unidos, la gestión del patrimonio vaticano. Pero la crisis de 1974 se llevó por delante las entidades financieras de Sindona y, de rebote, las empresas que Sindona controlaba para blanquear dinero, de la mafia o del Vaticano. Una de ellas era, dicen los sumarios, Pinturas Paramatti.
En 1979, Sindona encargó asesinar al liquidador de su grupo financiero, Giorgio Ambrosoli. Y simuló un secuestro en Estados Unidos para viajar a Italia. Su propósito consistía en pedir ayuda a viejos aliados como Licio Gelli, gran maestro de la logia golpista P-2, de la que formaba parte Silvio Berlusconi. No tuvo éxito: fue condenado por múltiples fraudes en Estados Unidos y por el asesinato de Ambrosoli en Italia. En 1986, mientras cumplía cadena perpetua en la cárcel de Voghera, murió envenenado por personas desconocidas.
Volvamos a Pinturas Paramatti y a uno de los propietarios post-Sindona, Attilio Dutto. En 1979, coincidiendo con el asesinato de Ambrosoli, una bomba estalló bajo el automóvil de Dutto. No se conoció nunca a los culpables.
Pinturas Paramatti fue adquirida por Achile Caproni, dueño de una sociedad aeronáutica. Esa sociedad quebró poco después, aunque Caproni mantenía otros negocios. En 1980 depositó más de 400.000 acciones de Assicurazioni Generali en una notaría suiza, como aval de una operación secreta consistente en la venta al Gobierno libio de material para fabricar minibombas atómicas. Se trataba, parece, de un engaño de la CIA, que quería enredar a Gaddafi.
Ya ven qué lío. La única persona que podría darle a todo esto un sentido sería Flavio Briatore. Fue asistente personal del asesinado Attilio Dutto, gestionó la venta de Pinturas Paramatti a Achile Caproni, trabajó como mano derecha de Caproni hasta la quiebra de su grupo y en 1980 le acompañó a depositar las acciones en la notaría suiza, para la operación armamentística. Pero Briatore, ahora, se ocupa de otras cosas.
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