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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Justicia en Rusia

El irresuelto asesinato de Anna Politkóvskaya delata la impunidad de los crímenes políticos

Con la absolución por falta de pruebas convincentes, la semana pasada, de los cuatro hombres acusados de participar en el asesinato de Anna Politkóvskaya, la justicia rusa ha vuelto a quedar groseramente en evidencia. Esta vez a propósito de un crimen político de enorme perfil internacional, probablemente el más notorio de los últimos años, cuyos ecos no se han extinguido desde que la combativa periodista -crítica por antonomasia de los excesos de Vladímir Putin en Chechenia- fuese asesinada al llegar a su domicilio moscovita en octubre de 2006.

Un caótico juicio ante un tribunal incomprensiblemente militar, intentos fracasados del juez por celebrarlo a puerta cerrada, incompetencia sonrojante de investigadores y acusadores, obstruccionismo de los organismos de seguridad rusos (FSB), pruebas misteriosamente desaparecidas, ambiente de farsa procesal. Todo se ha confabulado para que la inevitable consecuencia del proceso que ha sentado en el banquillo a un puñado de ex servidores de la ley y delincuentes profesionales -una partida que ha puesto de manifiesto los vínculos entre el crimen organizado y los agentes del FSB (ex KGB)- sea que más de dos años después se siga ignorando quién mató a Politkóvskaya y quién ordenó el asesinato de la periodista a la que el entonces presidente Putin calificara de "figura marginal".

El veredicto del caso muestra más allá de cualquier duda razonable hasta qué punto es impune el crimen político en un país donde el brazo de la ley se paraliza cuando toca de cerca el omnímodo poder del Estado. Especialmente si sus víctimas son reporteros indóciles o notorios activistas pro derechos humanos. Politkóvskaya era la más famosa, pero sólo una más entre los periodistas asesinados en Rusia en los últimos años: el mes pasado, el más reciente. La policía no ha encontrado a ninguno de los autores.

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El joven presidente Dmitri Medvédev asumió el cargo prometiendo a sus conciudadanos un apoyo sin fisuras al imperio de la ley. Con frecuencia se refiere en sus discursos a la necesidad urgente de regenerar y adecentar la vida pública rusa y someterla a los imperativos propios de un sistema teóricamente democrático. Con el escándalo Politkóvskaya tiene una oportunidad de oro para ordenar una nueva investigación que haga finalmente la luz, y a la vez bueno su compromiso político y moral.

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