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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dilema socialista

El PSOE no tiene claro hasta cuándo Pérez Rubalcaba debe permanecer en el Gobierno

El debate del estado de la nación fue el último gran acto político en el que previsiblemente participará Rodríguez Zapatero antes de ceder todo el protagonismo al inminente candidato socialista a la presidencia del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba. El vicepresidente primero ha ofrecido algunos indicios de la estrategia para conjurar los inevitables riesgos que conlleva la situación de bicefalia, multiplicados por los malos resultados que pronostican las encuestas. Tras el último Consejo de Ministros, Rubalcaba expresó su voluntad de que el Gobierno agote la legislatura, para lo que contaría con el apoyo del PNV, UPN y Coalición Canaria. Además, quiso mostrar que el Ejecutivo tiene planes para justificar su permanencia hasta marzo del próximo año. Y subrayó el componente social de esos planes, trazando la línea de confrontación con el PP.

La duda principal sobre los pasos a seguir en los próximos meses reside, sin embargo, en la posición desde la que Rubalcaba debería desarrollar la estrategia esbozada. Aunque el candidato no se ha pronunciado sobre lo inmediato, el Partido Socialista se encuentra dividido entre quienes consideran que debería abandonar cuanto antes el Gobierno y quienes piensan que aún es pronto para que renuncie a la proyección política que le ofrece, sobre todo, su papel de portavoz. Estas dudas son posibles porque, desde el punto de vista institucional, no parece congruente que se exija la renuncia de un vicepresidente cuando se convierte en candidato, mientras que, tratándose del presidente, se da por descontada la compatibilidad de ambas tareas. Otra cosa es que Mariano Rajoy renunciase al ser designado candidato de los populares en 2004.

El dilema al que se enfrenta el PSOE es que el intento de prolongar el protagonismo político de Rubalcaba en el Ejecutivo acabe obligándole a asumir, en contrapartida, mayores cotas de responsabilidad en una gestión que los ciudadanos valoran con dureza, y de ahí que el momento de su dimisión se haya convertido en una pieza esencial del rompecabezas. Es probable que el giro social que quiso imprimir el Gobierno en el último Consejo de Ministros se profundice con ocasión de la conferencia política prevista para septiembre, pero subsisten muchas dudas acerca de si el electorado será sensible a este cambio de última hora. En cualquier caso, ese es el único margen de maniobra, junto a una eventual mejora estacional de los datos económicos tras el verano, del que dispone el candidato para evitar el hundimiento que auguran los sondeos.

Al mismo tiempo que esta carrera contra reloj de las elecciones generales, el Partido Socialista se enfrenta a la necesidad de decidir el liderazgo para los próximos años, que podrían ser los de una dura travesía del desierto, y que requerirán, por tanto, de talento y de capacidad de resistencia. No es por ello cuestión menor cuándo y de qué forma se resuelvan estos interrogantes, para el bien del proyecto del centro-izquierda en España.

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