Confianza rota
La injusta rebaja de Moody's a Portugal impone la creación de una agencia europea de calificación
La agencia de calificación de riesgo financieros Moody's ha conseguido elevar el nivel de crispación de los mercados y de las instituciones públicas, en especial de la Comisión Europea, con su insólita e inoportuna rebaja de la solvencia de Portugal en nada menos que cuatro escalones, hasta el nivel de bono basura. El paso de Moody's es grave. Una rebaja tan truculenta, que costó ayer caídas importantes en las Bolsas y una nueva explosión de los diferenciales de deuda de Grecia, Portugal y España, aumenta el desprestigio público de las agencias de rating, porque sugiere que no solo no están cumpliendo su papel de advertencia a los inversores (no percibieron, ni de lejos, la crisis financiera que se venía encima y tampoco tienen capacidad de análisis para reconocer la recuperación en ciernes de países como Islandia) sino que alientan, consciente o inconscientemente, la especulación a la baja contra los países situados en la diana.
Los argumentos de Moody's sobre Portugal son insostenibles porque operan como una profecía que tiende a autocumplirse. La agencia no tiene en cuenta los programas de ajuste puestos en pie en Lisboa, aprobados por Bruselas y gestionados por un Gobierno recién salido de unas elecciones. Si estos compromisos no son útiles para regenerar la solvencia de un país, no se entiende por qué motivo se exigen sacrificios económicos a los países, que se traducen siempre en una dolorosa pérdida de renta de los trabajadores.
Moody's acumula otro disparate, que es el de dar por sentado que Portugal necesitará otro rescate. No entra a considerar si un cambio de circunstancias (por ejemplo, una modificación de las condiciones exigidas para acceder a los fondos de ayuda) facilitaría la salvación portuguesa. Esta fatalidad es el aspecto que ha causado mayor irritación en Europa, porque da pábulo a quienes piensan que las agencias privadas actúan como un oligopolio cuyos informes avivan la especulación a la baja en los mercados. Queriendo o sin querer, sus análisis agravan las convulsiones financieras facilitando coartadas para que los inversores retiren su confianza a determinadas economías con independencia de sus compromisos de ajuste.
El desafortunado informe de Moody's es el momento crucial a partir del cual se pondrá en marcha una opinión mayoritaria: es necesario sustituir los informes de las agencias privadas por mecanismos de calificación más fiables. El presidente de la Comisión, Durão Barroso, reclamaba ayer la creación de una agencia de calificación europea. Su petición está cargada de razones. La confianza en la utilidad de las agencias privadas lleva tiempo con goteras y amenazas de quiebra; desde ayer, parece definitivamente rota.
Las conclusiones no pueden ser más claras. El Banco Central Europeo debe mantener los bonos portugueses o griegos como colaterales de sus inyecciones de liquidez y sustituir las evaluaciones de las agencias de calificación por clasificaciones realizadas por la propia institución.
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