Acción desesperada
Seis bancos centrales intentan atajar el miedo a la recesión; pero el resultado es preocupante
En un gesto sin precedentes, seis bancos centrales adoptaron ayer la decisión concertada de bajar los tipos de interés, de forma que el coste del dinero en la eurozona quedará en el 3,75% a partir del 15 de octubre y en EE UU desciende inmediatamente al 1,5%. La súbita decisión revela el temor de las autoridades económicas mundiales a que las medidas ya tomadas para atajar la crisis financiera, como el plan Paulson-Bernanke o las intervenciones públicas en Europa, sean insuficientes para sanear todo el sistema financiero. También es una reacción al hundimiento de las bolsas europeas, que vivieron ayer los comienzos de la jornada con caídas de entre el 5% y el 6% a pesar de los acuerdos del Ecofin y de anuncios, como el del Gobierno español, de crear un fondo especial de financiación.
La rebaja de tipos, combinada con las políticas de intervención en el sistema financiero para asegurar la liquidez es casi el último recurso para estabilizar los mercados. El abaratamiento conjunto del dinero es una decisión correcta, puesto que debe facilitarse la recuperación económica; pero también de que llega con retraso y de que probablemente se quedará corta. Será necesario proceder en breve a nuevos recortes de tipos como mensaje de confianza respecto a la certeza de la reactivación. El gesto es poderoso, en tanto que los bancos mundiales actúan al unísono, pero también indica una cierta desesperación. Hay que insistir en que el G-8 y el Fondo Monetario Internacional (FMI) tienen que proponer una nueva arquitectura financiera mundial que fije una dirección única de acción en casos de crisis.
Los movimientos de pánico en las bolsas mundiales se explican por la conjunción de pésimas expectativas en la economía global. Los inversores norteamericanos desconfían de la aplicación del plan de rescate; reclaman más dinero para sanear los activos dañados, quieren conocer todos los detalles del plan y lamentan la ausencia de una dirección unificada y potente contra la crisis. Dirección que no existirá hasta después de las elecciones de noviembre. Este nerviosismo se trasladó ayer a las bolsas europeas y asiáticas y volvió a penalizar cruelmente a los mercados latinoamericano y ruso. Pero la razón de fondo que actúa como conductora del pesimismo es la percepción de que la economía mundial se aproxima, si no lo está viviendo ya, a un periodo de recesión, quizá tan grave como el que atravesó penosamente el mundo entre 1929 y 1938.
El informe del FMI difundido ayer contribuye a esta explosión de pesimismo, aunque no lo ratifica. El Fondo prevé una desaceleración económica, causada "por el shock más serio desde los años treinta", aunque no llegará al estadio de recesión global. Pero ya es grave que se prevea un aumento del 3% del PIB mundial el año próximo, dos puntos menos que en 2007; que se pronostique el práctico estancamiento en la zona euro en 2009; y que las proyecciones para España arrojen una inequívoca recesión para el año próximo, con una contracción del PIB del 0,2% y una tasa de paro próxima al 15%.
Al menos durante 2009 no hay expectativas de recuperación; y las que se pueden vislumbrar a partir de 2010 son azarosas. La resolución de la crisis financiera global dependerá de cómo se apliquen los planes de salvación. Son acertados, pero tienen los riesgos implícitos de que su aplicación no sea tan acertada y de que transformen las dificultades de los bancos privados en problemas para las finanzas públicas; los mercados de vivienda todavía no han tocado fondo y de su ajuste final dependerá en parte el cambio de tendencia; y la ausencia de crédito dificulta la eficacia de las políticas de inversión pública. Los espasmos bursátiles reflejan este nefasto cúmulo de incertidumbres.
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