Su graciosa mediocridad
Sospecho que hoy en día Kingsley Amis (1922-1995) es más conocido en España por ser el padre de Martin Amis que por su propia obra. Si no me equivoco, tan sólo hay una novela suya editada en español hace ya muchos años (Una chica como tú, editada por Lumen, 1967). Kingsley perteneció a una oleada de escritores que se dan a conocer en Inglaterra en los años cincuenta, los "young angry men" o "jóvenes airados", bautizados así tomando como pretexto la obra teatral que da a conocer a John Osborne, Look Back in Anger y al grupo de autores teatrales integrado, entre otros, por Arnold Wesker y Shelag Delaney. Su equivalente en novela fue John Wain, Iris Murdoch o él mismo. La suerte de Jim es la novela que da a conocer a Amis, tuvo un éxito instantáneo y sigue siendo su obra más celebrada. En realidad, lo que sucede es que este Lucky Jim se convierte en una especie de prototipo literario de los años cincuenta en Inglaterra.
LA SUERTE DE JIM
Kingsley Amis
Traducción de J. M. Benítez Ariza
Destino. Barcelona, 2007
336 páginas. 19 euros
El movimiento que empuja a todos estos escritores es un movimiento anti-establishment que se ajusta al realismo, que utiliza un cáustico sentido del humor y que busca una literatura más suelta, más fresca y más asequible que las que le anteceden. No todos los autores de esta primera hornada evolucionan de la misma manera, pero Amis se mantendrá firme en su modo de contar: agilidad, causticidad y ligereza son las constantes de su escritura y su Lucky Jim es un personaje perfectamente representativo de su época.
Jim Dixon es un profesor agregado de Historia Medieval en una universidad de provincias. No es brillante y no parece sentir especial vocación por su asignatura, de manera que se dedica a sobrevivir y escurrir el bulto, tanto en la enseñanza como en sus relaciones personales. No le gusta el mundo académico (aunque no desdeñaría pertenecer a él si no hubiera que esforzarse demasiado), se siente aprisionado por quienes ejercen el poder y detesta y envidia a la gente acomodada. Trasiega indiferentemente cerveza, jerez o whisky y responde al tipo de airado abúlico cuyo destino -que prefiere adormecer con excusas y algo de alcohol- es el de convertirse en un rutinario y amargado profesional de la enseñanza. Su preocupación inmediata es no perder el puesto, para lo cual ha de soportar una detestable servidumbre ante el profesor titular de su departamento y su familia, gente establecida y biempensante. La novela relata las sucesivas y divertidas meteduras de pata de Jim por las que consigue ir destruyendo su futuro y termina con un final feliz, el cual deja un poco estupefacto al lector que ha asistido a una crítica tan graciosa como inmisericorde de la mediocridad social del ambiente universitario.
Jim se divide entre dos mujeres. Una es la novia consabida que más parece un destino que un amor y la otra, un ligue cargado de deseo, la tentación que, para mayor escarnio, es la novia del hijo de su jefe de departamento, es decir, el que tiene en sus manos su futuro y cuyas dudas sobra la valía de Jim son más que notables. Irresoluto, mentiroso, mediocre, egoísta e inmaduro en cuanto al sexo y las relaciones humanas, Jim va de un lado a otro sin atreverse a tomar partido. Ésta es la línea que mantiene el relato como referencia y a lo largo de la cual se suceden unas pocas largas escenas que son la sal y la pimienta de esta novela.
En efecto, desde el relato de
la reunión musical en casa del catedrático de su asignatura, donde Amis se lanza a degüello sobre el entorno de la vida universitaria y artística y que concluye con un estropicio en el tono de la más alocada comedia hasta el estupendo, medido y demoledor relato de la conferencia que da un Jim medio trompa a causa de las copas que ha tomado para animarse, y ello ante todas las fuerzas vivas de la localidad, lo que tenemos entre manos es una novela con mucha actividad interna y externa dentro de un desarrollo muy ajustado, nada trepidante, de acción justa. Añadamos que Amis es brillante, incisivo y no muy profundo, aunque sí eficiente. Cuando Jim, al final del libro, se lanza a la estación en busca de la mujer que desea, su angustiosa carrera está contada por medio de una oposición entre la prisa que le precipita y la ralentización del relato por medio de los múltiples obstáculos que encuentra en su loca carrera: la excelente resolución de este juego de fuerzas narrativas opuestas demuestra la eficiencia de sus recursos expresivos. Ahí es donde muestra sus mejores bazas. Ahí y en el empleo del humor; véase: cuando el autobús que le lleva a la estación se detiene por enésima vez, piensa en medio de su ansiedad: "¿Acaso el conductor se había desplomado en su asiento, víctima de un síncope, o había tenido de pronto una idea para un poema?".
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