El dolor de Christa W.
Una escritora yace en una cama de hospital, se debate entre la vida y la muerte. Durante semanas ignoró los fuertes dolores en su vientre y sólo la rápida intervención de la médico de cabecera impidió el desenlace fatal de una vulgar apendicitis que se complica con fuertes infecciones. La fiebre sume a la enferma en un estado de semiinconsciencia; surgen imágenes del pasado, imágenes de muerte: flota por oscuros pasadizos del Berlín de 1938, presencia sacrificios humanos y animales, recorre filas de prisioneros en un campo de concentración. En medio de las fantasías febriles, sin embargo, la memoria reclama su derecho. Estamos en 1988, el régimen socialista de la RDA se tambalea, y la enfermedad le permite a la mujer dejarse caer fuera del tiempo para enfrentarse a una verdad dolorosa: "Pensar puede ser tan doloroso que, subrepticiamente, una lo puede cambiar por otros dolores".
EN CARNE PROPIA
Christa Wolf
Traducción de Carmen Gauger
Galaxia Gutenberg
Barcelona, 2003
168 páginas. 16,90 euros
El cuerpo, en una lógica muy femenina, purga lo que no ha querido comprender la mente. En sucesivas operaciones abdominales le van "abriendo las heridas", y se ponen al descubierto "las partes putrefactas", íntimamente ligadas a una filiación ideológica y a una amistad de juventud. A jirones, los recuerdos reconstruyen la relación con Urban, un comunista fervoroso que se convirtió en gerifalte del partido, en "alguien que hacía todo lo que hubiera que hacer", y se apartó de su amiga incómodamente crítica. Urban ha desaparecido, no aceptará los cambios internos en el Partido de Unidad Socialista (SED) y se ahorcará.
El dolor y la enfermedad son huéspedes fieles en la narrativa de Christa Wolf y actúan como medio simbólico para exteriorizar conflictos de conciencia. Las protagonistas de sus novelas, desde la joven enamorada Rita, de El cielo partido (1963), y la escritora inadaptada, de Noticias sobre Christa T. (1968), hasta la sufrida troyana Casandra y la independiente Medea, de las novelas del mismo título, psicomatizan su malestar con la sociedad en la que viven, se responsabilizan de sus defectos. "El dolor que se siente al sufrir una pérdida es la medida de una esperanza que se ha tenido antes". Y, efectivamente, fue la esperanza política la que hizo a Rita renunciar a la felicidad personal, la que acalló las dudas de Christa T., la que cerró la boca de Casandra, la que convence a Urban de que el fin justifica los medios. La esperanza de alcanzar un día el ideal de una sociedad más justa, realizada dentro del socialismo del Estado, en el que todos debían implicarse incondicionalmente para superar, cuanto antes, las imperfecciones del sistema. La decepción de no haber alcanzado todavía este modelo impregna los libros de Christa Wolf de una enorme tristeza, más allá de la firmeza argumentativa con que se defiende una postura a priori defensora del ideal.
Precisamente esta rectitud
u obstinación, según como se mire, fue en Alemania, a principios de los años noventa, motivo de duros ataques a la autora. No se reconocía ya el valor de la actitud interrogativa, que definió desde siempre la relación de Wolf con el régimen del SED, y que abrió espacios de discusión vitales para sus conciudadanos. En carne propia, lejos del estro mitificador de algunas novelas sobre la antigua RDA, se hace eco de estos reproches -"yo había respondido con demasiada moderación en lugar de llamar a acciones conjuntas contra el Estado"-, aunque no de una retracción: "Le pregunté finalmente qué debería haber hecho, en su opinión: ¿ponerme a la cabeza de un movimiento inexistente y sacar después a la gente que habrían metido en la cárcel?". Sólo de forma disimulada se intercala alguna crítica, a propósito del deficiente equipamiento técnico y material de la clínica. Faltan camisones para cambiar a la paciente, pero ésta no se lamenta nunca, si bien lo registra todo minuciosamente.
Lo que sí hace aquí la "escritora más representativa de la RDA", que estuvo hospitalizada con una grave apendicitis en 1988, es someter a su protagonista a un riguroso examen de conciencia: "Avanzar hasta la raíz del mal, hasta el foco purulento, hasta el lugar donde el núcleo incandescente de la verdad coincide con el núcleo de la mentira". La autora procede, con máxima precisión y sequedad, en esta magistral exploración del mundo interior, a desvelar los mecanismos de desviación del alma que, para la paciente, cuando era niña, se hallaba precisamente en el apéndice. La excelente traducción de Carmen Gauger permite disfrutar del claro y sereno fluir del texto, de la riqueza y pulcritud verbal, de la sutileza metafórica de Christa Wolf que, en este libro muy personal, ha dado lo mejor de su probado talento.
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