La belleza inencontrable
Hacia el final de su nueva novela, La expectativa, el novelista y ensayista argentino Damián Tabarovsky (Buenos Aires, 1970) rememora un caso acaecido en Moscú hace ya bastantes años, los previos a la caída del régimen soviético. El lector seguro que lo recuerda, el caso del joven alemán, llamado Rust, que con su avioneta aterrizó en el centro de Moscú en medio del estupor de los parroquianos que por allí en ese momento pasaban. A tenor del revuelo político (de política interior) y diplomático que dicho estrafalario asunto produjo, Tabarovsky se pregunta si acaso ello no fue más que un ejemplo palmario de acto gratuito, sin ningún significado, "la nada misma, la llamada de esa nada, la real transgresión".
LA EXPECTATIVA
Damián Tabarovsky
Caballo de Troya
Madrid, 2006
142 páginas. 11,90 euros
Las hemerotecas desmentirían a Tabarovsky, porque alguna consecuencia política ello produjo, pero la comunidad literaria a la que dice pertenecer, la comunidad de los que escriben "con la esperanza de no tener esperanza" o de los que quisieron atrapar "esa belleza que todavía no ha llegado al mundo", esa comunidad le daría la razón. Y es evidente que Damián Tabarovsky -autor también de novelas como Bingo, Las hernias y Fotos movidas- tiene razón, porque algún lugar queda para los que piensan como él qué debe ser la literatura: un asunto inacabado, inoperante, cuya meta sería decir "algo intenso aquí y ahora".
Para poder entender en to
da su dimensión emocional pero también teórica La expectativa, hay que conocer previamente qué es para este autor la novela. O mejor dicho, qué debería ser. Y para ello, nada mejor que la lectura de su libro de ensayo Literatura de izquierda (Beatriz Viterbo, 2004), un libro que no cayó en saco roto, dada la discusión que generó en Argentina. La expectativa es el relato de un hombre que piensa. Y lo hace en un marco sociológico e histórico preciso. Su discurso no tiene rango reconocido, puesto que se desenvuelve al margen de toda trama, de toda trama ascendente, que diría el propio autor. Sin arquitectura, sin esperanza diríamos. Hay sucesos pequeños, algún desplazamiento fuera del barrio, alguna novia efímera, el relato de dos anécdotas muy buenas (la de Perón y la de Cortázar), una horas en Berlín. Luego todo es digresión, flaubertiana en la línea de Bouvart y Pécuchet.
Retornemos a su ensayo. Tabarovsky escribe para nadie. El escritor de izquierdas mantiene su autonomía mediante su pertenencia a una Comunidad Inoperante. No al mercado, no a la Academia, no a las convenciones. Pero sí al extravío, sí al lenguaje. A esta estirpe pertenecen Osvaldo Lamborghini, Manuel Puig, Néstor Sánchez (en España, por cierto, se publicó en los años setenta una hermosísima novela de este autor, Nosotros dos, ¿no sería posible rescatarla?), Fogwill, César Aira.
Es ilustrativa una cita de
Auden que hace el autor en Literatura de izquierda: "Todo escritor preferiría ser rico a pobre, pero ningún escritor auténtico se preocupa por la popularidad en sí misma". Se puede estar de acuerdo o no con lo que defiende Damián Tabarovsky. No estoy tan seguro que escribiendo para nadie garantice más autenticidad, aunque comparto su obsesión por la belleza inencontrable. Y también es verdad que ya comienza a ser un poco anacrónico que todavía haya autores que escriban novelas para que les den palmaditas en el hombro. Hay que defender esta literatura, y la de Damián Tabarovsky lo es en grado sumo, si queremos evitar que los aduladores de la vacuidad acampen a su antojo.
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