Las apasionantes Barcelonas negras
Escribió en este diario Juan Tebar hace muchos años que Barcelona fue la cuna de la novela negra española. El editor escritor Mario Lacruz publicó sus primeras novelas policiacas a finales de los sesenta y principios de los setenta: El inocente (1969) y El ayudante del verdugo (1972). En Barcelona, ganó García Pavón el Premio Nadal 1969 con Las hermanas coloradas, protagonizada por su policía Plinio. Mucho antes y en catalán ya se cultivaba el género. Rafael Tasis, por ejemplo, sacó És hora de plegar, al estilo clásico estadounidense, pero ambientada en la República, en 1955. En 1954 apareció Es vessa una sang inútil, de Manuel de Pedrolo. Jaume Fuster publicó en 1972 De mica en mica s'omple la pica.
Y en 1972 nació a la ficción Pepe Carvalho, el detective de Manuel Vázquez Montalbán. La serie de 22 títulos, entre novelas y relatos, cambia el rumbo de la novela negra en España. El detective sigue vivo en la literatura y en la memoria y nadie niega la influencia que ha tenido en otros autores. El italiano Andrea Camilleri reconoce que su comisario Montalbano es un homenaje a Vázquez Montalbán y Petros Márkaris dice que su policía Kostas Jaritos tiene muchos puntos en común con Carvalho.
Leídos ahora, uno tras otro, los libros protagonizados por Pepe Carvalho, es fácil darse cuenta de la enorme coherencia de la serie, que nace en el tardofranquismo, recorre la transición y llega a la globalización, con el objetivo de inventariar el mundo desde Barcelona. También vemos la evolución del detective, cada vez más cínico, más escéptico y descreído, desengañado. "No tengo patrias trascendentes, ni voto ni me quedan banderas", afirma en El hombre de mi vida.
Carvalho nace en Souto (Lugo) y llega a Barcelona, al Barrio Chino, durante la Guerra Civil. Tras diversas peripecias y trabajos, se va a Estados Unidos para dar clases de castellano, pero se convierte en agente de la CIA y guardaespaldas de Kennedy. Yo maté a Kennedy es una novela de carácter experimental, con elementos subnormales, que luego veremos en Escritos subnormales.
Carvalho regresa a Barcelona en 1970 y ahí empiezan sus apasionadas relaciones de amor-odio con la ciudad. En Tatuaje (1974) ya tiene despacho en La Rambla y casa en Vallvidrera, desde donde puede ver toda la ciudad y donde quema los libros que no le gustan o que cree que no aportan soluciones a una sociedad cada vez más desquiciada. El deseo de huir hacia al sur, hacia lugares donde le gustaría quedarse, es otro de los recurrentes.
A medida que avanza la serie, Carvalho se disgusta más y más con Barcelona. La destrucción del Barrio Chino para convertirse en el Raval le deja desubicado. Las construcciones olímpicas para los Juegos de 1992 le llenan de furor, tanto es así que en El laberinto griego (1991) y Sabotaje olímpico (1993) vuelve a la experimentación y la subnormalidad. No hay para menos, Carvalho vive en Vallvidrera, y la Torre Foster, muy cerca de su casa, interfiere en su teléfono. Ya no le gusta Barcelona y en dos de las siguientes novelas, emigra. En El premio (1996) se va a Madrid, y Quinteto de Buenos Aires (1997) transcurre en Madrid.
En El hombre de mi vida, Carvalho regresa a la Barcelona transformada por los JJ OO y se reconcilia con ella: desde Vallvidrera baja para bañarse en la Barceloneta. Pero se siente cada vez más derrotado, prejubilado. Milenio, en dos volúmenes (2004), es la síntesis y conclusión de la vida de Carvalho. Con Biscuter se van a dar la vuelta al mundo. Para el detective, es una huida y una despedida; para su ayudante, significa la emancipación.
Si para Vázquez Montalbán y su álter ego Carvalho la relación con Barcelona era de amor-odio, quizá por lo mucho que la querían, para Francisco González Ledesma y su inspector Méndez es de nostalgia. Ledesma guarda la memoria de una ciudad que ya no existe, la que tenía su frontera norte en la plaza de Catalunya y, al sur, el mar, el Barrio Chino y el Poble Sec, donde nació. Barcelona es una obsesión y se erige en la auténtica protagonista de sus novelas policiacas, también de sus memorias, Historia de mis calles (2006). La última, Una novela de barrio (2007), que ganó el Premio Internacional de Novela Negra RBA, transcurre en su mayor parte en el Poble Sec, "un barrio que se está muriendo", en "el que la cuarta parte de la población de Poble Sec ya no es del Poble Sec. Los antiguos obreros anarquistas ya no existen". Tampoco "quedan las familias que uno conocía de toda la vida". Esta novela, como las otras de la serie Méndez, no muestra una Barcelona de postal, sino su lado más oscuro, que sigue existiendo. En esa zona se mueve Méndez, al borde de la jubilación, expedientado, que cree más en la ley de la calle que en la justicia. Un hombre generoso a su manera, que siente compasión por los más desvalidos.
Barcelona es también escenario de muchas de las novelas negras de Andreu Martín y de Alicia Giménez Bartlett. Martín, con títulos como Prótesis, Hay amores que matan, ¿y qué? o El señor Capone no está en casa, ve la ciudad desde otro punto de vista: el de la violencia, que estalla gratuitamente por la presión social. Martín y Jaume Ribera han creado un nuevo investigador, que trabaja en una agencia de detectives, Esquius. Es muy atractivo y de métodos muy poco ortodoxos. El último título, aún no traducido al castellano, es Si cal matar, matem.
La Barcelona de Giménez Bartlett es como su inspectora Petra Delicado, dura y hosca y al mismo tiempo frágil y vulnerable. En su séptimo título, El nido vacío, Petra está al borde de la depresión. Un niño de 8 o 10 años le roba la pistola.
Montalbán abrió camino y sigue inspirando. Uno de los alicientes de la próxima edición de BCNegra es el Premio Carvalho, el único galardón que lleva el nombre de un personaje. En 2006, lo ganó González Ledesma; en 2007, el autor sueco Henning Mankell, y este año, la británica P. D. James.
A Manuel Vázquez Montalbán, que siempre alentó este tipo de encuentros, le hubiera gustado participar. -
BCNegra se celebra en Barcelona del 4 al 9 de febrero.
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