Niño rodeado de niebla
Antiguo miembro del grupo surrealista donostiarra CLOC, Javier Irazoki publica una autobiografía lírica. El nuevo libro del poeta vasco es un conjunto de poemas en prosa que repasa fragmentariamente los hitos de su existencia.
LOS HOMBRES INTERMITENTES
Javier Irazoki
Hiperión. Madrid, 2007
123 páginas. 10 euros
El poeta Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 1954) creció en torno a la poética surrealista del Grupo CLOC de San Sebastián del que también formó parte Fernando Aramburu. Su obra poética se ha publicado con intermitencia. La Universidad del País Vasco publicó en 1992 Cielos segados que recogía el conjunto de su obra que se extendía de 1976 a 1990. Tras esta recopilación aparece Los hombres intermitentes, una nueva aproximación al sentido poético de Francisco Javier Irazoki.
La obra se configura en torno a tres ejes de creación. Se trata de un libro de poemas en prosa, que toma como eje narrativo la autobiografía del poeta, y que no ha dejado de lado la expresión imaginativa y surrealista de su primera época.
En un prólogo luminoso, Aramburu aclara pasos biográficos, informando al lector de algunos episodios sugeridos en el libro y ofrece claves significativas de la obra. Francisco Javier Irazoki ha planteado un hilo autobiográfico fragmentario, donde pueden recorrerse los principales hitos de una vida: infancia idílica, pero no tanto; adolescencia sufriente debido a un accidente; intermitencia en la vida, idas y venidas hasta descubrir el afecto y el amor. Las primeras secciones del libro permiten una lectura de una vida referida con una linealidad que no oculta su inserción en la historia: la visión fugaz de los emigrantes portugueses, la infamia de una bomba asesina olvidada; y los textos de una segunda parte, tras su instalación en París (desde 1993) buscan más la percepción de la imagen en pequeños detalles cotidianos y urbanos, más descontextualizados.
Leemos aquí una biografía hecha de retazos, de reflexiones sobre momentos importantes de una vida, creada en epifanías (esa voluntad en dar visibilidad a lo invisible), en pasajes escogidos que se dibujan con una sensibilidad, que busca la inserción del sujeto en la naturaleza: "Es el momento en que cada fragmento vive de manera humana". Irazoki crea una manera de decir en la que el yo lírico se funde con la naturaleza: "Soy el niño rodeado de niebla". Realiza una autobiografía que se define por la pregunta de la identidad, una identidad que cambia desde el primer poema. "Lo mejor de mi cara es la lechuza", hasta el último: "Busco a alguien que se llama como yo", interrogada siempre por la presencia de la muerte: "Explicaba su asombro al sentir las sacudidas de la muerte en el cuerpo del pez".
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