¡Arriba las bicicletas!
En Contrarreloj, Eugenio Fuentes (Cáceres, 1958) coloca a su detective, Ricardo Cupido, sobre una bicicleta y lo condena a escalar el Tourmalet. La narración del viaje es el corazón de la novela, ocupa seis páginas, dos párrafos densos separados por un punto y aparte que se leen sin aliento, con la misma falta de oxígeno que agobia progresivamente al voluntarioso pedalista según va consumiendo repechos y curvas de herradura. Es un viaje físico, del valle a la cima de la montaña, en el que, según cambia el paisaje y sus olores, sus ruidos, cambia la voz narrativa; es también un doble viaje interior, el que acomete el hombre en busca de sus límites, el espiritual, el que le hace trascender, transformarse. Es un viaje literario, poético, liberador. Éste, que experimenta en los Pirineos Fuentes-Cupido -el novelista no escribe de oído: antes de contarlo lo experimentó-, es uno de los poderes benéficos de la bicicleta, herramienta de transporte de la clase trabajadora que cobró aura épico-literaria gracias a carreras como el Tour, a héroes de carne y hueso como Fausto Coppi, como Jacques Anquetil, como Federico Bahamontes. En ellos, en ciclistas convertidos en mito por Roland Barthes en los años cincuenta, es decir, en su infancia, pues sólo el niño se deja engañar a sabiendas, comienza su viaje, en bicicleta, por supuesto, hacia la utopía social y urbana Marc Augé, un etnólogo francés (Poitiers, 1935), un idealista que, emulando a Blaise Pascal, filósofo e inventor de la carretilla, piensa que si pedalea existe. Como es sociólogo, y no parece marxista, Augé cree -y lo cuenta de una manera hermosa y breve: el poder terapéutico del ciclismo alcanza a todos los atributos de quienes lo practican- que el gesto precede a la función, que el uso de la bicicleta como medio de transporte cotidiano no es tanto el producto de una realidad social y cultural sino que es, precisamente, la palanca que puede transformar la sociedad. Como los socialistas utópicos del siglo XIX, barridos por la terquedad de la realidad, por su resistencia a adaptarse a sus ideas, Augé es consciente de lo utópico de su propuesta, pero no por ello, terco como cualquier ciclista aficionado que se niega a bajarse de la bicicleta para terminar, agotado, a pie la ascensión al Tourmalet, renuncia a ella. Entre el capitalismo y el socialismo, a la felicidad por la bicicleta, la tercera vía. El elogio de la bicicleta se convierte, inevitablemente, en una proclama que el autor termina a lo grande: "¡Arriba las bicicletas para cambiar la vida! El ciclismo es un humanismo".
Contrarreloj
Eugenio Fuentes.
Tusquets. Barcelona, 2009.
336 páginas. 18 euros. Elogio de la bicicleta. Marc Augé. Gedisa. Barcelona, 2009. 109 páginas. 11,90 euros
Elogio de la bicicleta
Marc Augé.
Gedisa. Barcelona, 2009.
109 páginas. 11,90 euros
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