El viejo chiste de los graciosetes
Bienvenidas sean las mayorías femeninas en el pop. Charades es un quinteto en el que Isa y Antía llevan las voces cantantes mientras que los dos únicos representantes masculinos quedan relegados a la base rítmica.
Practican una especie de psicodelia que sus apologistas comparan con Love o Brian Wilson, algo así como equiparar el calimocho de Don Simón con los combinados del De Diego.
Al menos en directo, Charades suenan lánguidos y con una precisión de colegiales, un amorfo magma sonoro en el que la vocalista podría estar recitando a Neruda o el listín telefónico: imposible distinguir atisbos de lenguaje articulado en su discurso.
Después de que la percusionista se viera en aprietos hasta con la caja china y el bajista sudara tinta ídem con las corcheas, el batería, Guille, debió sentirse en la obligación de aclarar: "Gracias a los que nos habéis seguido estos siete años. El directo no es nuestro fuerte".
Tan revolucionarios como sonar a los Pegamoides tres décadas después
El fuerte de la velada en la Sala Heineken era, se supone, la irrupción casi a medianoche de Los Punsetes y su hora escasa de pop ruidoso con vocación indie. "Nuestro rollo está en las letras", proclaman nuestros admiradores de Eduardo Punset, así que toca desternillarse, suponemos, con las ocurrencias de estos maestros del ripio urbano y el me-ha-salido-un-pareado.
No se dejaron ni uno: "Voy a ahorrarme esa llamada, sé muy bien que no estás preparada" (Fondo de armario), "Ya no soporto a la gente, si eres feliz eres deprimente" (Donalberto), "La belleza está en el interior, pero a unos les asoma y a otros no" (Estilo), etcétera.
Y en la pantalla del fondo, un muchacho con cara de panoli sofríe un conejo con pimientos que luego no se comerá. Apasionante.
A Ariadna, la cantante, ya se la imaginan de tantas noches en el Nasti: una Morticia Adams hierática, de negro riguroso, maquillada hasta las cejas y tiesa como un pasmarote. Aunque se le nota bastante el parpadeo, mecachis. A su lado cuatro varones adictos a la nicotina y con cara de pocos amigos.
Tan revolucionarios como sonar una y otra vez a Kaka de Luxe o al Bote de Colón de Pegamoides (pero con tres décadas de retraso). Los Punsetes corren el riesgo de acabar como Los Graciosetes. Y nada más irritante que un viejo chiste reiterado.
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