La tarde de los muertos vivientes
La Marcha Zombie congrega a un millar de no muertos por Centro
"Huid, corred. Vienen a por nosotros", gritaba ayer un hombre horrorizado por una atestada calle de Fuencarral. Detrás de él, una horda de zombies se movían lentamente al ritmo de la música electrónica que emitía un camión que acompañaba la manifestación. La cuarta edición de la Marcha Zombie llenó de muertos vivientes el centro, paralizó la Gran Vía y exhibió la alegría de un grupo de casi mil fanáticos que reivindicaban con orgullo la simpleza de la masa.
Aún faltaba una hora para que la plaza de Felipe II se llenara de caras desgarradas, dientes verdosos y uñas podridas pero en el barrio de Salamanca se notaba que pasaba algo. Un niño pálido merendaba en un bar, un grupo de futbolistas lleno de heridas se congregaba en uno de los bancos de la plaza y una masa de gente rodeaba el número 85 de la aledaña calle de Jorge Juan. Durante el día de ayer, casi 500 personas pasaron por ese portal para sentarse en una de las sillas de La Kasa del Maquillaje.
En el metro la gente se sorprendió y se asusta al ver a los participantes
Algunos policías identificaron a los congregados en la Gran Vía
"No hemos parado de maquillar. Cada 10 minutos una persona diferente", explica Leti Guerra estudiante de la escuela Truhko y por segundo año consecutivo una de las voluntarias para zombificar a los manifestantes antes de que comenzara la marcha. "A la gente le divierte disfrazarse y pasar la tarde haciendo el zombi. Esto no es una manifestación, es un recorrido lúdico-festivo y un poco terapéutico porque te libera", dice Gorka Arranz, uno de los organizadores de la marcha desde sus inicios en 2007 y que cuenta con un presupuesto de unos 3.000 euros.
La moda de recorrer las calles a lo muerto nació en 2001 en California, de ahí se extendió, primero a Estados Unidos y poco a poco, con el renacimiento del género y la avalancha de películas, libros y videojuegos, a todos los rincones del planeta. "Somos zombies cada mañana, cuando nos tomamos el café, vamos al trabajo, del trabajo a casa y de casa al trabajo. Nos dejamos llevar por la rutina y perdemos la iniciativa", explica Adolfo Pérez, que se autodenomina friki de la televisión.
Aunque la masa utiliza como excusa para reunirse el cumpleaños de George A. Romero (director de la película de culto La noche de los muertos vivientes de 1968 que nació el 4 de febrero) también hay espacio para la reivindicación. Antes de partir hacia el barrio de Chueca, en la plaza de Felipe II se realizó una colecta de alimentos para el Banco de Alimentos de Madrid y durante el trayecto en el metro -lleno de gente entre sorprendida y asustada- una revivida adolescente preñada defendía el lema "Nosotras parimos, nosotras decidimos", mientras un enfermero ensangrentado explicaba que llevaba 10 años en la lista de espera de la Seguridad Social, y tras morirse, volvía de la tumba para evitar la privatización de la sanidad de la presidenta regional, Esperanza Aguirre.
Y después de montarla en el metro, llegó la fiesta. Un camión cargado de altavoces y con un zombi que escupía fuego sobre su techo, sorprendió a los manifestantes que atravesaron Fuencarral con ritmos electrónicos. Y al llegar a la Gran Vía, catarsis al son de Thriller de Michael Jackson, mientras Jesucristo y su séquito con estigmas y heridas, Marilyn revivida o Blancanieves putrefacta paralizaban el tráfico.
"Tenéis que cruzar de una puta vez", interrumpe la voz de un agente de policía. La manifestación está a punto de acabar y la policía del distrito de Centro, que no termina de ver la legalidad del evento no sabe si dejar cruzar la Gran Vía a un grupo de frikis disfrazados de muertos. Les toman los datos y les dejan pasar.
"El 26 de noviembre hice la petición para la marcha. Igual intentan multarnos pero no pueden alegar que estábamos fuera de plazo, ni nada", sentencia Gorka Arranz asido al permiso. Al final la marcha consigue llegar a su destino, la plaza del Carmen donde, rodeados de varios efectivos de la policía, los zombies desaparecen en un local para bailar hasta caer rendidos al amanecer.
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