"¡Qué suerte, solo perdí mi piso!"
Cientos de inmigrantes 'pelean' con los bancos para que el embargo de la vivienda sea suficiente para liquidar las hipotecas - Muchos alquilan habitaciones para pagar
Carlos Carrillo, colombiano, tuvo suerte. Se quedó sin su piso de Alcalá de Henares. Cerró sus dos tiendas de alimentación. No tenía dinero. Pero canceló su deuda de 260.000 euros con el banco. Dejó las llaves de la casa en la oficina y se marchó. Limpio. "Conseguí negociar eso porque si hubiese tenido que pagar el valor entero de la casa hubiese sido imposible. Tuve suerte con mi banco". El sueño de una propiedad inmobiliaria le duró algo más de dos años. La entidad financiera se conformó. No le exigió pagar la diferencia entre la subasta del inmueble y el valor de la deuda. Exactamente, lo que el presidente de Ecuador, Rafael Correa, pidió para sus nacionales hace dos semanas. Sin éxito hasta la fecha.
Según un estudio, apenas uno de cada tres hipotecados está al día de los pagos
"Tengo a mis hijos alquilados, pero luego es para ellos", dice una boliviana
Una asociación de inmigrantes es la única que tuvo una reunión con bancos
"Los adventistas nos ayudamos. Damos comida", dice Martinescu
Un reciente estudio de la Coordinadora Nacional de Ecuatorianos desvela que en Madrid solo un tercio de los inmigrantes está al día en el pago de sus préstamos. Y que un 10% de los hipotecados ya está en el pantanoso territorio judicial. Cerca de 9.000 inmigrantes de toda España, pero el grueso de Madrid, según datos de Aesco (América España Solidaridad y Comunicación), intentan negociar con los bancos. Las principales nacionalidades en la Comunidad, ecuatorianos, rumanos, bolivianos, colombianos, marroquíes o paraguayos tienen centenares de casos. Aunque hay muchos más españoles en dificultades. Los extranjeros solo suponen cerca de un 20% de los casos.
María alquila kameras. Esto es, habitaciones. Rumana, de 32 años, y residente en Alcalá es la única fórmula que ha encontrado para hacer frente a sus deudas. Pero ella paga. "¡Voy al mes a mes, hombre!". Aunque tenga que encadenar la limpieza de tres casas diarias, cuatro horas por hogar, seis días a la semana. También la boliviana Lidia Villanueva, de 57 años, consigue afrontar su cuota gracias a las tareas domésticas en casa ajena. Se compró un bonito piso en Móstoles en 2006. Se empeñó. "Lo hicieron todo los asesores y los agentes inmobiliarios", explica. Quería tener algo para dejarles a sus seis hijos, "cuando fuéramos viejitos".
Y, precisamente por eso, su truco fue exigirles a los cuatro mayores que pagaran por sus habitaciones. "Es como si los tuviera de alquiler, pero es para ellos, para que tengan algo", recalca, mientras apunta que la manera de afrontar las adversidades de las familias bolivianas "es actuar como una piña". Una piña que suele incluir a la madre, a sus hijos y algo menos al padre. "Las mujeres suelen tirar de la economía familiar", sostiene una voluntaria social que prefiere no dar su nombre para "que no se enfaden los chicos". El marido de Lidia está en paro. Nunca fue partidario de comprar el piso. Lidia asiste a las reuniones semanales de Acobe (Asociación de Cooperación Bolivia España) y allí aprende "muchísimas cositas para ahorrar dinero y recibir ayuda de los demás". Acobe afirma que está gestionando el retorno de 50 bolivianos al mes a su país. Y es que las asociaciones de inmigrantes están sirviendo de diván colectivo ante el problema hipotecario. Ninguna da dinero, pero todas han creado foros de ayuda solidaria y asesorías jurídicas que se colapsan con "el tema hipotecas".
La principal asociación implicada en el problema de los créditos es Aesco. Hasta el punto de que, según afirma Miguel Fajardo, su jefe de servicios jurídicos, se ha convertido en la única institución que ha tenido una interlocución directa con los bancos "para negociar". Una reunión que tuvo lugar tras algunas manifestaciones de miles de personas frente a las puertas de las entidades financieras.
Su actividad ha sido tan intensa que Fajardo asegura que "desde los servicios sociales nos derivan casos de españoles, ¡y eso que somos una asociación de inmigrantes!". El abogado asegura que el problema "no es marginal" y que está creando "un colapso en los juzgados porque es una avalancha la de casos que hay". Piden que todos los casos se zanjen como el de Carrillo. Lo comido, por lo servido. Pero las instituciones bancarias prefieren negociar caso a caso.
"Los bancos hicieron el tema de los avales cruzados y eso ha generado un verdadero problema", sostiene Fajardo. Esto consiste en que para conseguir la hipoteca necesitabas el aval de la propiedad de un compatriota, que a su vez había conseguido la suya gracias al aval de la tuya. Un lío. Pero un enredo que se ha convertido en un dominó de tragedias cruzadas.
Bradi Martinescu, rumano que trabajaba en el sector de la construcción, intuyó el desastre. Prefirió vender antes "que quedarme cada vez más ahogado". Martinescu profesa la religión adventista. "Nos ayudamos mucho. A los que no tienen trabajo les damos comida y cosas", explica. Pero nunca dinero. Y eso, dinero, es lo que le hacía falta. Cobraba 900 euros de paro y pagaba 1.200 de letra mensual. "Imposible", resume. En agosto de 2009 consiguió vender su casa. "Era muy bonita y estaba toda reformada por mí", se lamenta. No ganó nada de dinero y "además tuve que mandar todos los muebles a Rumanía". Ahora vive de alquiler. Un compatriota que tampoco puede pagar la hipoteca es quien le arrienda la vivienda.
Los inmigrantes marroquíes no accedieron al mercado inmobiliario en masa. Pero sí lo hicieron algunos. Aizl Hassane, de la asociación Arabi, conoce bastantes casos. Vinieron a pedir ayuda. "La mayoría renegoció las condiciones y amplió años. Pero muchos de ellos directamente devolvieron las llaves al banco y punto". Pero ese es precisamente el "punto" al que los bancos no están dispuestos a llegar en muchos de los casos.
Erik Játiva, ecuatoriano de 32 años, diseñador gráfico, tiene esposa y dos hijas. Vive en una casa del barrio de La Elipa que hipotéticamente fue suya desde 2003. La hipótesis era que podría devolverle al banco en 30 años un préstamo de 250.000 euros. En 2009 se quedó en paro, dejó de pagar la letra del piso y el banco acabó apropiándoselo. Así que en la práctica, siete años después, Játiva y su familia viven en una casa del barrio de La Elipa de la que van a ser desalojados.
Este diseñador, que tiene nacionalidad española, es una víctima de los embargos con iniciativa. Tiene planeada una solución elemental para cuando lo echen del piso: "Seguir trabajando
[ha vuelto a encontrar empleo] y alquilar un piso", pero su empeño ideal es promover que en España haya leyes rigurosas que regulen las condiciones para pedir un crédito, es decir, que un banco no tenga derecho a venderle una moto a un cliente que no pueda pagarla y que el cliente no tenga derecho a subirse a ella. Por eso participó en julio de 2008 (cuando empezó a hervir la crisis económica) en la creación en Madrid de la página web Ahorcados por la Hipoteca, ahora denominada, más suavemente, Afectados por la Hipoteca, aunque la soga siga apretando igual.
En dos años el sitio digital, abierto a quien quiera explicar su situación o pedir consejo, ha reunido a 3.000 familias de toda España, según Játiva; un 70% inmigrantes, la mayoría latinas y rumanas. La asociación les da información sobre su situación y los pone en contacto con abogados que los asesoran gratis.
En perspectiva, mirando atrás y adelante del problema, Játiva afirma que el objetivo debe ser evitar que en un futuro vuelva a haber otra lluvia de hipotecas sin garantías de pago y reparte las culpas de lo que ya no tiene arreglo: los miles de embargos y deudas insostenibles que ha dejado entre los ciudadanos la explosión de la burbuja inmobiliaria y financiera. "Los bancos han dado préstamos para comprar casas con precios inflados a gente que no podía pagarlas, pero también es cierto que esta gente es la que finalmente se sentó en una notaría a firmar el trato", dice Játiva.
La compra de pisos entre inmigrantes, sin embargo, no fue un cúmulo de decisiones alocadas, según el diseñador ecuatoriano. Explica que en la década que acaba no ha sido fácil para los extranjeros alquilar pisos en buenas condiciones ("pocos caseros confiaban en los extranjeros", asegura Játiva) y que además el coste mensual de una hipoteca era similar al de la renta de un piso. De ahí, en su opinión, que muchas familias inmigrantes con ingresos modestos se comprasen una vivienda.
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