"La plaza Mayor fue metáfora de buen gobierno"
Jesús Escobar (Sacramento, California, 1968) es historiador de la arquitectura. Hoy ejerce como docente en la Northwest University de Chicago. Tras estudiar Historia del Arte en Columbia, un día de 1991 se enamoró de la plaza Mayor de Madrid y decidió conocerla a fondo. Tanto, que le dedicó cuatro años para su tesis doctoral en la Universidad de Princeton. De ella surgió en 2003, en Cambridge University Press, la edición inglesa de La plaza Mayor y los orígenes del Madrid barroco, editada ahora en gran formato por la editorial Nerea. Esta tarde, los catedráticos Fernando Marías y James Amelang, así como Marta Casares, gerente de la editorial donostiarra, presentan la obra en La Casa Encendida de la Obra Social de Caja Madrid, en Ronda de Valencia, 3.
De su traza original sólo queda la fachada de la Casa de la Panadería
Hoy tiene 129 metros de longitud, 94 de anchura y 237 balcones
"La plaza Mayor de Madrid fue edificada sobre el antiguo arrabal de la Santa Cruz por impulso regio de Felipe II, según un deseo de su padre el emperador Carlos V", explica el historiador. "Entonces era una plaza abierta, mercado público y también escenario de la vida de la Corte de España", subraya Escobar. "Me interesaba la relación de la arquitectura con el poder y la vida de la gente en la ciudad". Por ello, ha satisfecho sus dos anhelos con su estudio sobre la impar plaza madrileña.
Su libro ofrece por primera vez una interpretación orgánica y sistematizada sobre este enclave urbano que festejara desde corridas de toros hasta ceremonias sacras; recepciones de monarcas extranjeros a fastos nupciales, amén de dos lamentables autos de fe, en 1624 y 1680, dirigidos por el brazo secular de la Inquisición, la temida Cruz verde, más algunas ejecuciones, como la del valido regio en desgracia Rodrigo Calderón.
Pregunta. ¿Qué le atrajo al estudio de la plaza Mayor, qué buscaba en ella?
Respuesta. Quería descubrir cómo se concibió en torno a 1580 un espacio público tan grande y tan ordenado como éste. Un regidor de Madrid, Hernando de Sotomayor, hablaba entonces de un plan más amplio para hacer crecer la ciudad. Pedía erradicar los corrales y abrir vistas. Eso era lo que me interesaba: el trazado de una importante ciudad europea.
P. En la elección por Felipe II de Madrid como capital en 1561, ¿influyó o no un propósito de alejar la Corte de la sede primada de Toledo?
R. Posiblemente fuera así.
P. ¿Fue Felipe II un tracista excelente?
R. Los dibujos suyos que podrían probarlo o desmentirlo ardieron en el incendio del alcázar en 1734...
P. Si Felipe II, como usted establece, se consideraba el pater urbis de Madrid, ¿cómo se explica que tal verticalidad, tal jerarquía, se reflejara en el hito urbanístico por excelencia, la plaza Mayor, de manera horizontal?
R. Esa horizontalidad no era, digamos, democrática. La plaza conservaba siempre un eje diagonal para el uso del rey, incluso en los días de mercado.
P. ¿Con quién dialogaba esta plaza madrileña?
R. Con Roma, Turín, Arezzo... con una serie de ciudades que entonces abrían sus plazas y crecían sobre cánones clásicos.
P. La plaza Mayor, ¿de qué fue metáfora?
R. Del buen gobierno de la dinastía de Austria. Todo en su seno estaba ordenado: desde el escudo real, siempre presente, hasta el puesto más humilde del mercado.
P. ¿Qué queda en pie de su traza original?
R. Poco... Quizá la fachada de la Casa de la Panadería. Juan de Villanueva, en el siglo XVIII, cambió la plaza de abierta a cerrada, a la francesa, como Los Vosgos, plegada sobre sí misma.
P. ¿Puede la plaza Mayor significar hoy algo semejante a lo que significó entonces?
R. Si un turista o visitante recorre el Madrid de los Austrias por sus calles estrechas y sale a dar aquí, se hará una idea de su escala y comprobará la grandeza que tuvo. Sólo así pueda significar cuanto significó.
Alterada por incendios que la devastaron en parte o completamente, la plaza Mayor tiene hoy planta rectangular; es cerrada, con edificaciones simétricas de tres alturas, porticadas en su base; tiene balcones de metal, fraileros blancos, más paramentos lisos y jambas de granito. Sus cubiertas de pizarra están rematadas por torreones con chapiteles en el espacio central, la Casa de la Panadería.
Tiene 129 metros de longitud por 94 de anchura; 237 balcones y 9 puertas a otras tantas calles, Mayor, Postas, Atocha, Toledo, que conectan radialmente la ciudad con ella. La plaza Mayor fue expresión de un influjo urbanístico que irradió a cuatro continentes y dejó su impronta en muchas de las 200 ciudades fundadas en América.
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