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Entrevista:Les Luthiers | Humoristas, actores, músicos y constructores de instrumentos

"Es peor un chiste mal construido que la telebasura"

Daniel Verdú

El tipo de la butaca 35 no puede parar de reír. Está a punto de ahogarse, pero Marcos Mundstock continúa sin piedad su predicamento sobre Warren Sánchez, el profeta que llega tarde porque está detenido en Miami. Al tipo comienza a faltarle el aire. ¿De qué se ríe tanto? ¿Qué le pasa? "Es asma. Asmareír", soluciona Jorge Maronna, media hora antes de empezar la función.

Llevan 40 años viendo cómo a la gente se le desencaja la mandíbula con sus juegos de palabras, sus gags y con la música que sale de los instrumentos que ellos mismos fabrican. Lo han hecho en todos los escenarios posibles: geográficos, temporales o ideológicos. Pero su trabajo, dicen, no ha variado por ninguno de todos esos condicionantes. Son cocineros expertos del humor. "Lo que sí ha cambiado es el mundo. Ahora vengo de jugar una partida de bridge por Internet con un tunecino, un turco y un búlgaro. Es increíble lo que se puede hacer", dice Daniel Rabinovich, ajeno todavía a que la conversación con los cinco componentes del grupo va sobre la evolución del humor, sobre sus recetas según Les Luthiers.

"Hemos hecho 'shows' en medio de la más terrible dictadura y ni se notaba. Se reían igual"
"Somos un milagro de equilibrio en todos los sentidos. Hacemos un humorismo sin tiempo"
"Nuestro humor se basa en la buena ejecución, la escritura refinada y cuidada. Y el ritmo"
"El público madrileño y el argentino no son diferentes. Si no funciona aquí un chiste, allá tampoco"

Pregunta. ¿Qué han modificado en su forma de trabajo a lo largo de estos 40 años? ¿Su público se ríe de lo mismo?

Marcos Mundstock. Somos una solución buffer. Una solución que mantiene el PH constante. Un milagro de equilibrio en todos los sentidos. Cuando empezamos, éramos los jóvenes conservadores, no contestatarios, no rebeldes... Hacíamos un humorismo sin tiempo. Y eso sigue así, el entorno no nos ha cambiado.

Carlos Núñez. O sea, que no hemos evolucionado. Pero hemos aprendido el oficio. Somos más eficaces, redactamos y diseñamos mejor los chistes. Pero la materia prima de nuestros espectáculos sigue siendo la misma.

P. ¿Varía el sentido del humor según los países? ¿Hay diferencias entre el público argentino y el madrileño?

M. Mundstock. No. Es siempre nuestro público. Nosotros somos el lenguaje que comparten. Es como Daniel, el tunecino y el turco, que comparten la pasión por el bridge. Son de países diferentes, pero el juego no varía.

D. Rabinovich. Si no supiéramos en qué país estamos, por la respuesta del público no lo averiguaríamos.

M. Mundstock. Sólo cambian palabras que se dicen diferente.

Carlos Núñez. Sí, como "jamón", "por buen jamón".

D. Rabinovich. Pero no hay diferencias mayores. Si un chiste no funciona en Madrid, no funcionará en ningún lado.

P. ¿Pero hay algún gag que tenga más éxito en Madrid que en Buenos Aires?

Jorge Maronna. Sí, el número del viejo Duval. En España se partían de la risa y decidimos que fuera el último de la función. [Una parodia del ocaso de una vieja estrella de la canción que asiste a un programa de radio].

P. ¿Y las mujeres y los hombres se ríen de lo mismo?

C. Núñez. Ellas un poco más agudo [carcajadas].

M. Mundstock. La verdad es que nunca pudimos distinguirlo.

Jorge Maronna. Hubo algún espectáculo en el que incluimos chistes de fútbol, temiendo que sólo reirían los hombres. Pero ni siquiera con ellos funcionaron. No debe ser el humor que le gusta a nuestro público.

P. En estos 40 años han atravesado épocas de dictaduras...

C. Núñez. Todas las que hubo.

P. ¿La gente tiene más ganas de reírse cuando está reprimida?

M. Mundstock. Remítase a la respuesta anterior, opúsculo citado... [se ríen]. Con nuestro público no lo notamos. Hemos hecho shows en medio de la más terrible dictadura y ni se notaba.

C. Núñez. Una vez llegamos a Madrid unos días después del 11-M. Estábamos preocupados por lo que iba a pasar con un público con la herida tan fresca. Pensamos en si había que decir algo, solidarizarnos con las víctimas... Al final pensamos que la gente había comprado las entradas seis meses antes y venía al teatro a reírse. Entramos e hicimos nuestro trabajo. No digo que esa gente no estuviera triste, pero al final se rieron igual.

D. Rabinovich. Hemos trabajado en situaciones como esa, o como cuando murió Tato Bores [un humorista argentino], o cuando murió Perón. Días en que el pueblo estaba de luto. Pero en el momento de la función, se olvida.

M. Mundstock. Encontrarte con un amigo, contarle el último chiste y que te lo festeje. Eso es independiente de que uno esté contento o no. Es una práctica, felizmente, al margen del estado del humor del otro. El humorismo no tiene que ver con el humor en que se encuentran las personas. Es un problema de semántica. Así que creo que debería dejar de usarse la misma palabra.

P. La sociedad está hoy más sensibilizada con algunos temas que antes. Por ejemplo, una amiga me dijo que algunos chistes sobre mujeres que vio en la obra no le habían hecho gracia, que eran un poco machistas...

M. Mundstock. ¿Y esa amiga tuya quién es? [fingiendo que está molesto. Se ríen].

J. Maronna. Teníamos un chiste que era una serenata que Carlitos cantaba a una chica enojado con sus fracasos anteriores y con la actual. La amenazaba con que la iba a pegar.

C. Núñez. Funcionaba bárbaro en cualquier parte de América Latina. En España, no.

M. Mundstock. Pero lo curioso del caso es que lo que se decía en escena era "Miren a este energúmeno". No decíamos que hay que pegarle a las mujeres.

Carlos López. En España se nota que es un problema grave.

M. Mundstok. Las quejas son excepcionales. Bueno, también han protestado los testigos de Jehová.

C. Núñez. Creo que hay mal registro a nivel del lenguaje de cierta clase de público. Teníamos un chiste sobre una radionovela en la que había una chica que era una sirvienta, ciega, maltratada, y que la violaba su tío. Y todo esto era un juego que hacíamos para decir "miren lo que es el texto de este culebrón". Nos causaba gracia que hubiera un hijo de puta que había inventado semejante guión. Pero algunos se saltaban ese nivel e iban directamente al personaje, en el texto. Y decían "¿Cómo pueden hacer humor con esto?". No entendían lo que era la parodia, la cargada, como decimos nosotros.

P. ¿Qué les parece el humor que se hace ahora?

J. Maronna. Cuando hablamos del humor, acabamos siempre hablando de la tele.

M. Mundstock. A mí los programas de cotilleo me parecen más divertidos que los que se declaran humorísticos. Al principio me repugnaban, pero tienen su gracia. Cuando hablan de las otras celebrities y dicen que si se puso unas tetas o que si anda con uno que no sé qué... Me parece más noble eso que decir "miren lo que hemos inventado" y que sea una tontería. La telebasura es mejor que un chiste mal construido.

P. Su humor, en cambio, parece una maquinaria estudiada y calculada.

M. Mundstock. Hacemos un humorismo trabajado, corregido y diseñado. Estamos en una zona del conocimiento compartido con el público que tiene que ver con el juego de palabras, con lo que sale en los periódicos...

C. Núñez. Humor de cultura.

M. Mundstock. No, no diría "cultura". Ése es el humor del intelectual que se intercambia libros de Monterroso con cuatro personas. Nuestro público viene a compartir lo que ha oído en su trabajo, ha leído en el periódico o que aprendió en el instituto.

C. Núñez. Mirá, un chiste que tiene que ver con la cultura: "Saint Jaques hizo toda su formación por correo. Por eso su estilo es posromántico".

M. Mundstock. En los bordes de la cultura. Sí, el tipo que nunca oyó posromántico, no sabe de qué va.

J. Maronna. Nuestro humor se basa en la buena ejecución, la escritura refinada y cuidada. Y luego el ritmo, importantísimo.

Y trepidante. Dos mil personas les esperan en el auditorio del Palacio Municipal de Congresos. En cinco minutos empieza la función. Daniel confiesa que ganó la partida de bridge al tunecino, al búlgaro y al turco.

.Les Luthiers cumplen 40 años sobre los escenarios. Los argentinos Daniel Rabinovich (63 años), Carlos López Puccio (61 años), Carlos Núñez Cortés (64 años), Marcos Mundstock (64 años) y Jorge Maronna (58 años) son expertos en la risa. Están en Madrid con Las obras de ayer, un resumen de sus mejores actuaciones. Ya lo han visto unas 60.000 personas.

Las obras de ayer. Palacio Municipal de Congresos (Campo de las Naciones). Hasta el 20 de mayo. Las entradas para el puente de mayo tienen el 25% de descuento. Tel: 902 400 222

De izquierda a derecha: Marcos Mundstock, Carlos Núñez, Carlos López Puccio, Daniel Rabinovich y Jorge Maronna.
De izquierda a derecha: Marcos Mundstock, Carlos Núñez, Carlos López Puccio, Daniel Rabinovich y Jorge Maronna.LUIS MAGÁN

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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