Un nicho para dos arquitectos
Hoy se celebra el bicentenario de la muerte de Juan de Villanueva, que por una rocambolesca historia está sepultado con Ventura Rodríguez
Hoy hace exactamente 200 años, el 22 de agosto de 1811, moría Juan de Villanueva, arquitecto mayor del Rey y de Madrid. Fue una cosa gorda; era el autor del Real Sitio de Aranjuez, el Real Observatorio y el Museo del Prado. El tipo que convirtió Madrid en la capital europea que quería Carlos III. Por ello se le veló públicamente y con toda la pompa en la capilla de la Congregación de Arquitectos de Nuestra Señora de Belén, anexa a la iglesia de San Sebastián (Atocha, 39). Allí sigue, pero todo es distinto.
Para empezar, Villanueva no está solo. Le acompaña dentro del mismo nicho el otro gran arquitecto del Madrid ilustrado, Ventura Rodríguez, que murió 26 años antes, también en agosto (el día 26 de 1785). Su currículo no le va a la zaga: es el autor del oratorio de Caballero de Gracia, el palacio de Liria o las fuentes de Cibeles y Neptuno. "La historia de cómo los dos maestros del XVIII acabaron enterrados juntos es cuanto menos rocambolesca", explica el historiador Pedro Moleón. Y procede... Villanueva yació tranquilo y solo en esta cripta durante casi 60 años. Lo hizo en un nicho lateral, tras una lápida de mármol negro que aún se conserva y en la que se puede leer que murió con 72 años. Ventura Rodríguez, por su parte, estaba sepultado en otro lugar de Madrid, la iglesia de San Marcos, obra suya, junto a su tercera esposa.
Cuando se abrió el Panteón de Hombres Ilustres, ambos ya no estaban en la lista
Pero entonces, en 1869, las Cortes decidieron crear un Panteón de Hombres Ilustres donde reunir a los muertos gloriosos de la nación. Era una idea vieja: un decreto ley de 1837 ya estableció que el panteón se ubicaría en San Francisco el Grande, pero pasaron décadas sin que nada se concretase. En 1869 se retomó la idea con nuevo brío y se confeccionó la lista de difuntos: Luis Vives, Cervantes, Lope de Vega, Claudio Coello... De ninguno encontraron restos. Al final quedaron 12 de los que sí quedaba algo: Garcilaso, el Gran Capitán, Calderón, Quevedo, el marqués de la Ensenada... y nuestros dos arquitectos, que fueron trasladados a la desaparecida iglesia de Nuestra Señora de Atocha y, poco después, a San Francisco el Grande, en el gran acto de inauguración del Panteón. "Se lanzaron 100 cañonazos para anunciar la comitiva fúnebre, que consistía en 16 carrozas", explica Moleón. "La de Villanueva, tirada por cuatro yeguas con penachos amarillos, estaba decorada con sus planos, su compás y su regla". En la de Ventura Rodríguez, tirada por cuatro alazanes, se podía leer: "Vendrá un tiempo en que la posteridad buscará entre el polvo de sus diseños, ansiosa de realizarlos, y le vengará de una vez de la injusticia de sus contemporáneos" (porque Ventura terminó perdiendo el favor real). Las fuentes del Prado gorgotearon al paso de su autor, y frente al museo, los alumnos de arquitectura lanzaron poesías. "Todo muy por lo alto", dice Moleón, "pero lo cierto es que colocaron los restos en una capilla lateral de San Francisco, a la espera de preparar lujosos mausoleos marmóreos... y pasaron cinco años". "Viendo que lo del Panteón no ocurría, en 1874 la Congregación de Arquitectos reclamó a Villanueva, y, de paso, pidió los restos de Ventura Rodríguez. Sobre el primero había derechos, sobre el segundo solo deseos...", continúa. "Se ve que una vez que estaban juntos se les consideró inseparables, y hasta hoy".
En la cripta siguen, tras una lápida conjunta, en el nicho en que se les colocó el último día de 1875. Otra vez se organizó una elegante comitiva, ahora en sentido contrario. "Los ataúdes fueron trasladados a hombros por el cuerpo de bomberos y de nuevo los estudiantes salieron a rendirles homenaje". Su alojamiento en la cripta iba a ser provisional, hasta que se crease el prometido Panteón de Hombres Ilustres, pero cuando finalmente se inauguró en 1901 (en un edificio ad hoc) los arquitectos ya no estaban en la lista.
La cripta donde se quedaron no está abierta al público. Solo entran los hermanos de la Congregación de Arquitectos, creada en 1678 "con fines religiosos y asistenciales: cuidar de las viudas y los huérfanos de arquitectos", explica Moleón, que es hermano, prepara un libro sobre la institución y participa en el documental que emite hoy a las 17.00 el Canal Historia sobre el bicentenario de la muerte de Villanueva.
La sencilla cripta, que tiene problemas de humedades, está bajo la capilla que Ventura Rodríguez, también hermano, levantó en 1766 para su congregación en un lateral de iglesia de San Sebastián, un edificio churrigueresco más antiguo del que no queda nada. El templo actual fue construido entre 1943 y 1959, tras ser bombardeado el anterior en la Guerra Civil. "La capilla de los Arquitectos resistió de milagro; bueno, de milagro, y porque Ventura Rodríguez la había construido muy bien", opina el historiador. Justicia poética que Ventura descanse al menos en una de sus obras, aunque lo haga, en vez de con su esposa, con otro arquitecto, 22 años más joven que él y más famoso. "Seguro que se conocieron", dice Moleón. "Se llevarían cortésmente, pero tenían un concepto muy distinto de la arquitectura: Ventura, más italiano y barroco; Villanueva, más cosmopolita... Ahora tienen toda la eternidad para discutir sobre ello".
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