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Columna
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El muerto de la 102 volverá a buscaros

Como esa gente cree en el más allá, igual los jefes de la Consejería de Sanidad, ¡uuuuuh, uuuhhh, fuera, fuera!, no duermen muy bien y tienen pesadillas en las que el muerto de la 102 regresa de la tumba para arrancarles el corazón y comérselo. Porque, como saben, el antiguo hospital Puerta de Hierro parece un castillo abandonado, pero donde empiezan a aparecer los fantasmas es en el nuevo, donde los pacientes tampoco deben de sentirse muy cómodos rodeados de obras y albañiles que le andan dando los últimos toques al edificio y que, al cruzarse con los doctores por los pasillos, forman una mezcla de bisturíes y destornilladores más que inquietante. Pobre de aquel ciudadano aprensivo que vea cómo se llevan a un familiar al quirófano y 10 minutos más tarde empiece a oír los ruidos de un serrucho o un martillo... Ayer, cuando saltó la noticia de que habían olvidado un cadáver en un cuarto de limpieza, junto a un bote de pintura y una escoba, rápidamente se puso en marcha el humor negro que nos caracteriza y alguien escribió en un blog: "Menos mal que no apareció en la cocina...".

Juan Urbano está seguro de que el traslado del hospital Puerta de Hierro acabará por ser negocio

Como en España ser político consiste a menudo en sólo dos cosas, no enterarte de nada y negarlo todo, una portavoz de la Consejería de Sanidad, ¡uuuuh, fuera!, afirmó que el rumor era "absolutamente falso"; que no había tal muerto aparcado junto a una carretilla y unas cajas apiladas y que en el hospital Puerta de Hierro "no hay obras y cadáveres en el mismo sitio". Mala suerte para la negadora, porque EL PAÍS le hizo una foto al difunto y todos pudimos verla. A última hora de la tarde, algunos analistas esperaban que la presidenta de la Comunidad convocase una rueda de prensa en la que afirmaría que al muerto lo habían puesto allí a propósito o el alcalde Ruiz-Gallardón o el presidente del grupo PRISA.

Juan Urbano pensó una vez más en el cinismo sin fondo de esta gente que afirma que la única manera de salvarnos la vida es condenar a muerte a la sanidad pública, y se hizo la pregunta que se hacen miles de ciudadanos: ¿cómo es posible que haya personas muriéndose en los pasillos de los sanatorios o sufriendo listas de espera inhumanas para ser operados y que, al mismo tiempo, en Madrid se cierren cada vez más hospitales, ahora el Puerta de Hierro de Madrid y antes otros muchos? Bueno, es fácil de explicar: por la misma razón que se está hablando de una amnistía fiscal que haga que los defraudadores que acumularon 50.000 millones de euros en billetes de 500 cuando la burbuja inmobiliaria aún flotaba, desentierren ahora su dinero negro, lo metan en los bancos y nos salven a todos. Así que el zorro no estaba en el gallinero para comerse a las gallinas, sino para enseñarlas a volar. Lo que hay que oír.

Aunque de momento la cosa no está clara, porque nadie se ha preocupado de aclararla, Juan Urbano está seguro de que el traslado del hospital Puerta de Hierro acabará por ser un buen negocio, y que la columna vertebral de ese negocio está formada por las letras de la palabra especulación. Seguro que en el terreno enorme de los dos edificios que lo forman va a acoger algo más que un centro de salud, o una clínica dedicada a los cuidados paliativos. ¿Se apuestan algo a que también se construyen unas cuantas casas o algo peor? Se hizo esa pregunta a sí mismo igual que si se dirigiese a un auditorio y, en su imaginación, nadie entre el público fue capaz de apostarse nada. Será que con la crisis nadie arriesga un céntimo, salvo que sea un banquero, un constructor o cualquiera de esos privilegiados que pueden ser todo lo irresponsables que quieran porque saben que lo que pierdan se lo va a reponer el Gobierno. Y lo que dejen de ganar, también.

En cuanto a las personas normales, las que tienen que acudir a la sanidad pública porque no pueden pagarse otra cosa, pues nada, a hacer cola y, si hay mala suerte, a terminar como el desdichado de la 102, en el cuarto de los desechos y junto a una escoba que es toda una metáfora del modo en el que en Madrid se barre a los cadáveres debajo de la alfombra, para que no hagan feo. Amigo, si puedes oírme, haznos un favor: vuelve de donde estés, métete en los sueños de esos mentirosos, ¡uuuuh, fuera, fuera, fuera!, y no les dejes dormir. Ellos son los que no se merecen descansar en paz.

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