El español que rozó la Luna
La NASA se inspiró en un diseño del general republicano Emilio Herrera para vestir a sus astronautas
Un español residente durante muchos años en Madrid, el granadino Emilio Herrera, fue el único español cuya obra, modificada pero suya, estuvo presente en la llegada del hombre a la Luna. Fue él quien ya en el año 1935 diseñara la escafandra y el traje espacial cuya concepción inspiró los equipos empleados tres décadas después por los astronautas estadounidenses y soviéticos en sus viajes espaciales y, señaladamente, el que el 20 de julio de 1969 llevó a Neil Armstrong hasta el bello satélite terrestre. En gratitud a su carácter de precursor, el propio Armstrong regaló a un allegado de Herrera, Manuel Casajust Rodríguez, empleado en la NASA, una roca selenita traída por aquél de la Luna. La roca fue depositada en el Museo del Aire de Cuatro Vientos, donde permaneció hasta su desaparición de la institución madrileña hace cinco años.
Desde EE UU le ofrecieron trabajar en el programa espacial de la NASA
Herrera pidió que la bandera española ondeara en la Luna, pero lo rechazaron
Emilio Herrera había nacido en Granada en 1879. Desde su mocedad mostró una inclinación creciente hacia la aeronáutica, gran seductora entonces de los más jóvenes a través del atractivo señuelo de los globos aerostáticos que, con el arranque del siglo XX, comenzaban silenciosa pero valientemente a surcar los cielos de Europa. Ya en 1906, Emilio Herrera no se arredró y cruzó el Canal de la Mancha sobre un arcaico ingenio heredero del Montgolfier. Cinco años después, dirigió la Sección de Globos Aerostáticos durante la campaña militar española de Marruecos, país del cual prepararía años después un plano territorial a base de fotografías aéreas, como jefe de la escuadrilla de Newport asentada en Melilla.
En 1911, Herrera había obtenido los títulos de piloto de avión y el de dirigibles, en el más famoso de los cuales, el Graff Zepelin, también Herrera viajaría. Junto con el también entonces oficial José Ortiz de Echagüe, el militar granadino cruzó por primera vez en la historia de la aviación española el estrecho de Gibraltar. Aquello le valió su designación como gentilhombre de cámara del rey Alfonso XIII.
La carrera militar del aeronauta español fue veloz. En 1915 fue enviado a Estados Unidos para comprar aparatos Curtis-Jenny y montar en España una escuela de pilotos de hidroaviones. Durante la I Primera Guerra Mundial estuvo como observador militar en distintos frentes. Con tal bagaje creó en 1918 el Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, donde comenzaría a experimentar en torno a uno de los desafíos que más le retaron a lo largo de su vida profesional: el que implicaba la vestimenta y los sistemas de respiración más adecuados para la navegación aérea. De esa época data su modelo de uniforme y escafandra para los tripulantes de globos y dirigibles, proyecto que mostraba ya el germen de lo que llegaría a ser el atavío espacial de los futuros astronautas.
"La pasión de Emilio Herrera por la aeronáutica fue durante toda su vida extraordinaria", explica el politólogo e historiador militar, el comandante Juan Manuel Riesgo, durante 19 años responsable de la Sección Histórica del Museo del Aire y una de las personas que más ha reivindicado la figura del ingeniero militar granadino. "Precisamente en uno de los hangares del museo, Emilio Herrera fundó la primera Escuela de Ingeniería Aeronáutica en el año 1928", evoca el comandante Riesgo, quien recuerda asimismo que "fue Herrera el mentor, impulsor y creador de la Escuela Superior de Aerotécnica".
Pese a ser gentilhombre de Alfonso XIII y con la anuencia del monarca, Herrera, que le había acompañado en su exilio a París, regresó a España y juró lealtad a la República. Al poco, representó a España en la Conferencia de Desarme de la Sociedad de Naciones, en el año 1932.
"Tras ser nombrado miembro de la Academia de Ciencias y bajo los auspicios de esta institución y de la Sociedad Geográfica, presenté un proyecto de ascensión estratosférica en un globo de 37.000 metros cúbicos, con barquilla abierta, en el que debía ascender a 26 kilómetros de altitud protegido por una escafandra del espacio, cuya descripción fue publicada en la revista Ciencia Aeronáutica, de Caracas", escribía el 1 de marzo de 1958 el propio Emilio Herrera al ingeniero y profesor Francisco José San Martín. Fue esta escafandra, que Herrera había comenzado a pergeñar en 1935 y que mejoraba prototipos anteriores, la que inspiraría a la NASA estadounidense a la hora de diseñar la impedimenta de sus astronautas. Cuando la primera nave pisó el suelo de la Luna, Neil Armstrong recordó a Herrera, según relataría el español Manuel Casajust Rodríguez: "Me dijo que de no ser por el invento de mi maestro nunca habría llegado a la Luna", explicó el discípulo a su regreso a España desde Cabo Cañaveral, donde Armstrong le regaló en señal de gratitud una de las rocas cosechadas en la superficie lunar durante su viaje.
Según refirió su ayudante, el piloto Antonio García Borrajo: "Cuando los norteamericanos le ofrecieron a Herrera trabajar para su programa espacial con un cheque sin limitaciones en ceros, él pidió que una bandera española ondeara en la Luna, pero le dijeron que sólo ondearía la de Estados Unidos". Herrera rechazó la oferta. Emigrado en 1939 primero a Chile y luego a Francia, Emilio Herrera, que fue ministro de Asuntos Militares del Gobierno de la República en el exilio, no pudo ver la gesta espacial del 20 de julio de 1969. Había muerto dos años antes en Ginebra, en una casa sin ascensor, lejos de su amada España.
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