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La visita del Papa a Madrid

El arquitecto de la ola del Papa

Ignacio Vicens ha proyectado desde 1982 la mayoría de los escenarios madrileños de las visitas papales

Patricia Gosálvez

Cuando le encargaron el primer estrado para el Papa en 1982, Ignacio Vicens quiso hacer algo distinto. "Los escenarios pontificios que había visto hasta entonces me parecían, mmm... ¿Cómo decirlo piadosamente?". El arquitecto aprieta los labios y se golpea la barbilla con el dedo índice, gesticulando la parodia de una duda. Con una sonrisa irónica sentencia: "Historicistas".

En aquel primer escenario para Juan Pablo II en el Bernabéu, Vicens no quería altares de plata repujada, cortinajes bordados ni Cristos barrocos. "Para mí lo importante es acercar el Papa", dice, "así que le coloqué en el centro del campo, rodeado de la gente". El escenario blanco, de líneas rectas, frías y contemporáneas, tenía un baldaquino esencial (cuatro columnas y una tela) al que se llegaba por una pasarela de alfombra roja: "Es lo único que cambiaría. Quedó demasiado Hollywood", dice el arquitecto.

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Desde entonces, Vicens ha proyectado la mayoría de los escenarios madrileños de las visitas papales. Dos papas, cuatro visitas y seis escenarios en total (incluidos los dos de la semana que viene en Cibeles y Cuatro Vientos) además de los 200 confesionarios que ha diseñado para celebrar la fiesta del perdón en el parque del Retiro. Y siempre lo ha hecho con una idea en mente: "La Iglesia debe volver a la vanguardia". Por ello, sus escenarios, marcialmente ordenados y futuristas, manejan un lenguaje que carece del ornato tradicional de la liturgia.

En su pulcro estudio de la calle del Barquillo, el arquitecto, que es miembro numerario del Opus Dei, recibe con atuendo y modales de caballero para explicar que todo empezó "de chiripa" al poco de acabar la carrera. "Me ofrecieron hacer el primer escenario porque alguien le contó al cardenal Tarancón -con quien luego tuve mucho feeling- que mi tesis versaba sobre la arquitectura efímera del barroco". Cinco tomos sobre cómo realeza e Iglesia decoraban las ciudades del XVII los días de fiesta, bodas reales o victorias bélicas: "Aquello me interesaba porque no era solo escenografía. Se fingía el material, no el espacio, los arcos del triunfo parecían de mármol cuando eran de tela, pero seguían siendo arcos del triunfo". "Los arquitectos experimentaban en lo efímero lo que luego harían en sus arquitecturas permanentes", dice Vicens. "Yo hago lo mismo... Por primera vez en mi obra he introducido las curvas en el estrado de Cibeles para Benedicto XVI", explica el autor de la aclamada iglesia de Santa Mónica en Rivas y de la decoración de la Almudena para la boda de los príncipes de Asturias (con los que tiene fotos en su despacho, así como con los dos últimos Papas).

Para el estrado ante la nueva sede del Ayuntamiento, Vicens ha proyectado un baldaquino en forma de ola bajo la que se cobijará Ratzinger. "Me ha quedado todo muy marino", opina el arquitecto, "porque los confesionarios del Retiro, también curvos, ¡parecen velas de windsurf!". "Lo que quiero generar es un espacio joven y alegre", dice. "Me encanta cuando la gente enciende mecheros durante la misa, como en las baladas de un concierto de rock".

Sobre trabajar para el Vaticano, Vicens dice que es "un cliente fácil": "Sus reticencias son más organizativas que estéticas". En Roma, donde tiene que presentar los proyectos, "son muy respetuosos con la libertad creativa", aunque admite que sus radicales visiones han tenido "sus más y sus menos" entre cardenales y obispos.

¿Qué opina de las críticas vertidas sobre el gasto que supone la visita del Papa? "No puedo hablar de presupuestos. Solo diré que el escenario de Cuatro Vientos, muy barato de construir, ha tenido un coste cero, ya que ha sido financiado en su totalidad por las constructoras OHL y FCC...". "Coste ce-ro", enfatiza el arquitecto haciendo un círculo con el índice y el pulgar. "Y a los llamados indignados de Rouco

[eclesiásticos de base críticos con los fastos de la visita] no puedo más que preguntarles, ¿esperar dos millones de asistentes es hablar un idioma que no llega a la gente?". Rodeado de sus maquetas y planos, Vicens se entusiasma hablando del próximo evento. De las luces que se proyectarán sobre el escenario de Cuatro Vientos para "darle vidilla a la vigilia", de cómo ha rediseñado el escudo papal para traerlo al siglo XXI... También de aquella vez, en 1982, cuando convenció a Juan Miguel Antoñanzas, entonces presidente de SEAT, de que adecuase un Panda para el pontífice porque no le gustaba la estética del papamóvil oficial: "Yo quería algo más joven y asequible, ¡un pandamóvil!".

Olas y velas de 'windsurf' para la JMJ 2011

- Una ola en Cibeles. "La preexistencia del edificio de Antonio Palacios requiere una estructura muy limpia y abstracta que contraste con su arquitectura historicista", explica el arquitecto que ha colocado su escenario ante de la neoplateresca sede del Ayuntamiento. Es un "baldaquino abstracto", construido con una tela tensada sobre estructura de andamios y forma una suerte de ola (como un folio doblado) bajo la que se colocará el Papa. Desmontar el escenario, asegura, solo llevará un par de días.

- Un árbol en Cuatro Vientos. "Es agosto y Benedicto XVI tiene 84 años... No queremos que le dé un golpe de calor". Para evitarlo, en el escenario de Cuatro Vientos, Vicens ha diseñado "un árbol excéntrico [el tronco está ladeado] tan grande como una pista de tenis" que da sombra y pulveriza agua micronizada sobre el pontífice. El escenario de la base aérea, que mide 200 metros de largo, es una estructura de andamio cubierta por moqueta ferial usada que se coloca encima arrugada y que luego se pinta de blanco. "Más barato no se puede", dice el arquitecto al que le recuerda a un "iceberg rugoso": "¡Es muy refreshing!".

- Velas de 'windsurf' en el Retiro. "La idea era hacer algo muy ligero y transportable", dice el arquitecto, que ha diseñado también los 200 vonfesionarios instaldos en el parque del Retior para acoger la fiesta del perdón de los peregrinos. Es el concepto Ikea llevado al mobiliario litúrgico: "Quería que los jóvenes pudiesen descargarlos del camión y montarlos allí mismo". Consite en tres piezas curvas que se encajan fácilmente. "Son casi un origami", dice el arquitecto. Con apariencia de "vela de windsurf", los confesionarios se han fabricado en el taller de ebanistería de Emilio Úbeda en Ávila, y en ellos darán confesión 2.000 curas en 20 idiomas. El diseño da sombra al sacerdote, pero no al penitente, "que no pasará tanto tiempo allí sentado"

Plaza de Colón (1993)

Una gran plataforma ovalada cubrió la plaza. Vicens repitió la fórmula del baldaquino "para destacar a uno entre un millón" (los que asistieron, según la Conferencia Episcopal). El retrato del canonizado Enrique de Ossó se colocó en un monolito anexo a la plataforma donde el público VIP se sentaba en ordenadas columnas. El acceso de Juan Pablo II al baldaquino se realizó a través de una larga rampa "que proporcionaba una entrada muy lenta y espectacular".

Santiago Bernabéu (1982)

El escenario, como siempre, blanco: "No tiene por qué serlo, pero es un color alegre", dice el arquitecto. Una alfombra roja conducía al sencillo baldaquino bajo el que se colocó al Papa, en el centro del estadio. "Demasiado Hollywood...", opina ahora Vicens. La única decoración: una escultura moderna de Hortensia Núñez de Ladevèze. "Solo tuvimos tres intensos días para levantarlo; fue muy divertido", recuerda el arquitecto.

Plaza de Colón (2003)

Esta vez, las fuentes laterales de la plaza de Colón se dejaron descubiertas,

pero el agua se cubrió con margaritas. "Aquel fue un estrado más plástico y escultórico", explica el arquitecto, que abundó en la idea coreográfica de las rampas de acceso. La alfombra pasó del rojo hollywoodiense a un sobrio tono gris. Los retratos de los cinco beatificados se colgaron de grandes paños que cubrían la fachada en obras del Centro Colón.

Cuatro Vientos (2003)

El baldaquino era más abstracto: una cubierta exenta que salía desde detrás del escenario. El fondo era de color amarillo vaticano y estaba decorado por una cruz luminosa y una pantalla gigante, tecnología que este año Vicens repite en sus estrados para la Jornada Mundial de la Juventud. "Era un escenario muy bajito, la gente de primera fila estaba pegada al Papa", dice el autor. "Esa ha sido siempre mi principal preocupación: acercar al pontífice a sus fieles".

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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