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Reportaje:

Tres años detrás de un fantasma

La policía identifica a una joven, a la que su madre llevaba buscando desde su desaparición en 2007, con los restos enterrados en un nicho sin nombre

Juan Diego Quesada

Sierra López se ha pasado tres años tras un fantasma. Su hija, Paloma Cerdán, una auxiliar de enfermería de 25 años que había caído en el mundo de la droga, se fue sin dejar rastro un 4 de julio de 2007. Le mandó un mensaje antes de desaparecer: "¿Por qué soy así?". Su madre ha pasado todo este tiempo buscándola día y noche. Ha buceado los bajos fondos de esta ciudad, entre basura y yonkis. Empapeló las calles con su retrato. No paraba de llamarle gente asegurando que había visto a la niña en la cola de un supermercado, pidiendo por la calle, durmiendo en un parque.

Paloma en realidad estaba enterrada en un nicho sin nombre del cementerio de la Almudena. La madre había denunciado su desaparición un 5 julio en la comisaría de Móstoles, donde vivían juntas. "Me dijeron 'usted no se preocupe, si la encontramos le avisamos. Váyase tranquila a su casa", cuenta López en el salón de su casa, rodeada de familiares y fotos de la hija. Ese augurio nunca llegó a convertirse en realidad.

Paloma fue hallada muerta 48 horas después de haber desaparecido

En diciembre, unos barrenderos encontraron en el parque de Dehesa de la Villa la cartera de Paloma, con su documentación y una foto en la que aparecía sonriente junto a su padre. El descubrimiento agrandó el misterio. ¿Dónde estaba Paloma, la joven con novio que sufría un trastorno de personalidad y que andaba esos días medicada? Lo cierto es que había muerto de una sobredosis 48 horas después de su desaparición en un piso del distrito de Moncloa-Aravaca pero la policía no había podido identificar su cadáver. No fue hasta hace tres días que el Grupo de Desaparecidos de la Comisaría General de Policía Judicial, una unidad encargada de rastrear a miles de desaparecidos, resolvió eficientemente el enigma. Cotejó las huellas del cadáver con las del DNI. Caso resuelto.

Sin embargo, nadie le quita a Sierra López sus tres años de sufrimiento. "Yo me pregunto porqué la policía, al saber que había un cadáver, no cayó en la cuenta de que podría ser el de mi hija. Entre mi denuncia y su aparición apenas pasó un día. Me cuesta mucho entenderlo", asegura. Se queja de que fue ella quien tuvo que ocuparse de la investigación: habló con el novio de su hija, con los amigos, visitó los lugares que frecuentaba, los hospitales y callejeó con el coche en busca de respuestas.

Otra de sus hijas, Marta, ha estado a su lado, sin descanso: "Hemos tenido ilusión de encontrarla hasta el final, nunca pierdes la esperanza. Que haya muerto hace tanto tiempo sin nosotros saberlo, es doloroso. La herida ha estado abierta", apunta.

"¿Usted sabe si podré ir el lunes a la Almudena y enterrarla como Dios manda?", pregunta Sierra López. En el cementerio le han pedido el informe judicial para ponerle nombre y apellidos a ese cadáver enterrado en un nicho identificado tan solo con un número. "Solo pido", dice para terminar, "que no vuelva a ocurrir nunca algo así. Que ningún policía le diga a una madre 'váyase usted tranquila' cuando, en realidad, su hija está en la morgue".

Sierra López muestra la foto de su hija Paloma y la denuncia de su desaparición en 2007.
Sierra López muestra la foto de su hija Paloma y la denuncia de su desaparición en 2007.CARLOS ROSILLO

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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