Verde del suelo al techo
Madrid amplía su oferta de jardines en vertical con 1.000 metros cuadrados de plantas en el patio de un hotel
"El horizontal está terminado y es para nosotros. Pero el vertical aún está libre". La cita es de Patrick Blanc, un botánico francés de renombre, que inventó el muro vegetal para dejar a las plantas un espacio entre los edificios de las grandes urbes. Madrid cuenta con dos de sus obras: una, en el centro cultural CaixaForum, en el paseo de Recoletos y otra, algo más alta, ubicada en la planta 50ª de la Torre de Cristal, uno de los cuatro rascacielos ubicados en la ampliación de la Castellana. El Ayuntamiento también tiene su jardín vertical (aunque no está firmado por Blanc): se encuentra en una esquina de la plaza de Soledad Torres Acosta, conocida como la plaza de la Luna, cerca de Gran Vía, y su estado no es el mejor.
El jardín colgante del hotel Santo Domingo tiene más de 110 especies
Este sistema atrapa CO2 y regula la temperatura de los edificios
Una nueva zona verde en vertical acaba de crecer en la capital con la inauguración del jardín colgante del hotel Santo Domingo en pleno centro de la ciudad (plaza de Santo Domingo, 13). La vegetación cubre enteramente los 23 metros de altura de una de las paredes del patio interior. En total son más de 1.000 metros cuadrados de vegetación, equivalente a más de dos pistas de tenis. Costó casi 400.000 euros. "Lo llamamos colgante porque está construido sobre andamios, con las plantas en tierra como si fuera un jardín normal, solo que está en vertical", explica Clara Vivar, ejecutiva del hotel. Esta construcción difiere de los jardines verticales del francés Blanc, que usan una estructura de PVC sobre la que se coloca un fieltro sintético donde arraigan las plantas.
Vivar explica que la inspiración para la nueva zona verde del hotel "está en los jardines colgantes de Babilonia", y añade que para los huéspedes con ventana al patio interior "es mucho más bello que la vista de una pared".
El jardín del hotel Santo Domingo tiene más de 110 especies de plantas, con un total de 2.500 ejemplares. También cuenta con una cascada artificial de más de 20 metros. Las plantas, además de hiedras y arbustos, incluyen árboles, con unos cipreses de hasta seis metros. "No solo es más bonito usar muchas especies, también tiene otras ventajas", explica el director técnico de jardinería, Manuel Pasquín, ingeniero agrónomo con un máster en paisajismo. "Evita plagas que puede propagar si trabajas con monoculturas". Opina que es una reproducción, a escala menor, de los bosques reales.
La elección de las plantas ha sido rigurosa con el fin de aguantar el clima de la capital. "Madrid tiene un clima muy duro, es continental extremo, con inviernos fríos y veranos muy calurosos", explica Pasquín. Tampoco son necesariamente suaves las primaveras: "Para otro jardín que hicimos en abril trajimos árboles desde Bélgica. Durante varios días sufrieron noches de -5 grados y días de casi 30. La mitad murieron", indica. "Por eso es mejor trabajar con plantas de la zona, que son adaptadas a los rigores geográficos". Aun así, es un proceso de experimentación. "Nunca se sabe exactamente qué plantas van a florecer y en que zona de la pared. Es un sistema realmente vivo y vamos viendo que funciona y que no", detalla.
A diferencia de los jardines verticales del francés Patrick (que no suelen cambiar las plantas, salvo cuando mueren), en los de Pasquín uno de los objetivos es que cambien las especies con las estaciones. Por eso plantan flores de temporada. "Ahora tenemos los colores de verano, alegrías, begonias, margaritas", detalla, que serán serán sustituidas en octubre por flores de invierno, "como el pensamiento, que ofrece flores de blanco, azul o púrpura y que aguanta bien estar helado ¡hasta -6 grados!".
Y destaca que lo más importante en sus obras es el sistema de riego por goteo. "El sustrato es muy fino, y en verano hay que regar hasta 10 o 15 veces al día", indica Pasquín. "Si falla el sistema con 40 grados de temperatura, y se añade un viento seco, en tres horas las plantas pueden morir".
El jardín de la CaixaForum, de cerca, parece una jungla en toda regla. Unas pequeñas mariposas revoltean entre ramas y flores de varios colores. Desde lejos, parece un cuadro, las distintas plantas trazan pinceladas en la pared. A Frédérique, una francesa de 52 años que vive desde hace una década en Madrid, le encanta. "Cada vez que vengo saco una foto. Es muy original", dice, mirando la obra, cámara de fotos en la mano.
El jardín de Blanc, en la Torre de Cristal, tiene 24.000 plantas y está a 250 metros encima del suelo. "Tiene las condiciones de El Escorial, no de Madrid capital", apunta María Luisa Correas, empleada de la Mutua Madrileña, propietaria del edificio. Las estrellas de este jardín en los cielos son los robles. "La operación para subirlos fue muy delicada", cuenta Correas. Por la noche se puede distinguir el verde de los 600 metros cuadrados de vegetación en el pico de la torre.
Todos los jardines verticales tienen ventajas para el medio ambiente. Atrapan CO
2, emiten el oxígeno que respiran los seres vivos y regulan la temperatura de los edificios. El jardín colgante del hotel Santo Domingo, según sus cálculos, absorbe 25.000 kilos de CO2 al año, emite el oxígeno que consumen unas 200 personas al día y tiene el efecto de 50 máquinas de aire acondicionado. También ofrece un hogar para los vecinos más pequeños: unos gorriones ya han hecho su nido dentro del jardín.
Una plaza llena de musgo seco
El jardín en la plaza de Soledad Torres Acosta, más conocida como de La Luna, tiene un aspecto muy desolador, nada comparado con su verde vibrante al abrir en 2007 como parte de la renovación de la plaza. Ahora solo crece un musgo seco en la mayoría de sus huecos. El Ayuntamiento, que contrató la obra a la empresa Agroforest, sostiene que "el sitio es muy complicado". Y destaca la falta de luz en la esquina elegida.
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