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Trabajadores del centro de Picón denuncian el maltrato a los niños

La Directora del Menor aseguró en marzo que sólo hay quejas de familiares

Tres ex trabajadores recientes del centro de menores Picón de Jarama -el último dejó de ser monitor a finales de 2008- han elevado quejas al Instituto del Menor y la Familia de la Comunidad y al Defensor del Pueblo por sus experiencias profesionales en la residencia. Denuncian que a los niños se les da medicación de forma caprichosa y por parte de personal no cualificado, se les encierra, con la prohibición de comunicarse, hasta 72 horas o se les impide hablar en sus idiomas y cumplir sus preceptos religiosos.

Paloma Martín, la directora de este organismo, dependiente de Asuntos Sociales, aseguró en marzo que las únicas quejas eran "de familiares". Picón, de titularidad pública pero gestionado por la Fundación O'Belén, es el mayor centro de protección y tutela de España con 46 internos. Además es uno de los más criticados en un informe del Defensor del Pueblo hecho público en febrero. En las residencias de O'Belén se han suicidado dos menores y otro lo ha intentado en un lapso de ocho meses.

El Defensor, que advirtió de que se agota su "paciencia", investiga a O'Belén

"El problema de allí es el protocolo por el que se guían", razona María, psicóloga y una de las denunciantes. "Es una especie de biblia secreta y está basado en la creencia de que el castigo indiscriminado y permanente acabará por doblegarlos y volverlos dóciles", prosigue. María, menuda pero de voz firme, sentencia: "Pero no es así". Tiene pruebas. Dice que uno de los muchachos pidió dejar el centro para irse a Proyecto Hombre para dejar las drogas. Se había reenganchado en el centro. Y que otro chico, nada más abandonar el lugar, fue detenido por robar bancos con su tío en Ciudad Real. Ahora está en un reformatorio: "Seguro que le tratan mejor", afirma María, que en su momento también denunció que se espiaban las conversaciones, colgando los teléfonos si no le gustaba al vigilante lo que escuchaba. "Creo que se ha suavizado", concede la psicóloga, que fundamenta su denuncia en "la escasa proporción de chavales que después pueden llevar una vida normalizada".

Las observaciones de María, la educadora, son muy parecidas a las de sus compañeros. "Se producen golpes y lesiones sin agotar las vías de diálogo" es una de las acusaciones más contundentes que otro monitor describe en su escrito, de septiembre. También coincide con María al asegurar: "Se me ha aconsejado como estrategia que incremente el nerviosismo del menor para que ejercite el autocontrol". A los chavales, dice este trabajador, se les califica de "oposicionistas y disruptores" cuando se quiere justificar cualquier castigo.La Comunidad replica que todo "está ahora mucho más controlado" y recuerda que una persona de la administración ejerce las tareas de codirectora desde mediados del pasado febrero, cuando se elaboró un protocolo para estos centros.

Uno de los asuntos centrales de todos los documentos presentados es que se les prohíbe a los menores cualquier muestra de cariño entre ellos. Eso, además del epicentro de las denuncias, que es la insensibilidad: "Una menor se golpea en la sien y aunque se le nubla la vista no se la lleva al médico" o "recurso a las medidas extremas". En uno de los protocolos antiguos de O'Belén se puede leer: "No hablar con el menor antes de reducirle es perder el tiempo".

Con respecto a la frialdad habitual, un monitor cita la prohibición de dos hermanos de hablar entre ellos por estar en distintos grados de "consecución de los objetivos". Este monitor, encargado de atender a los niños en sus momentos de ocio, dejó el lugar a finales de 2008 y ha mandado sus cartas de denuncia al Defensor del Pueblo, que siempre le ha contestado que el organismo estaba investigando.

Desde la Comunidad insisten en que la Fiscalía de Menores ha archivado todas las causas contra este centro por no hallar ningún indicio de vulneración de derechos. El Defensor, por su parte, sigue investigando, y hace escasas fechas su titular, Enrique Múgica, afirmó que se le estaba "agotando la paciencia".

Desde la fundación, ante la avalancha de quejas, se recita que los chicos son "disociales".

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