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Los nuevos hospitales. El consejero de Sanidad

"Tengo un don para agradar"

Juan José Güemes, seductor confeso y protegido de Rato y Aguirre, libra en la calle una lucha contra los sindicatos

Jesús Sérvulo González

Cuando Esperanza Aguirre supo que su consejero de Justicia, Alfredo Prada, había maniobrado a sus espaldas para entrar en el equipo de Rajoy, le fulminó al instante. No le dio tiempo ni a recoger sus cosas del despacho. Pero cuando el día del congreso de Valencia, sentada en su butaca, vio cómo Juan José Güemes entraba en la Ejecutiva nacional del PP, pese a que ella había solicitado que fueran Ignacio González y Francisco Granados, quiso escuchar las explicaciones de su flamante consejero de Sanidad: "Presidenta, creyéndome elegido, desplegué mis encantos". Aguirre no le había propuesto a él, pero Güemes ya había puesto a trabajar a su suegro, el presidente de la diputación de Castellón, Carlos Fabra, que intercedió con Rajoy para que Juanjo entrara en su equipo. Aguirre le perdonó. Hoy le tiene en la calle partiéndose la cara con los sindicatos. Valió la pena.

Su suegro es Carlos Fabra, presidente de la diputación de Castellón
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Y es que si hay una persona y un capítulo de la historia que fascinan a la presidenta de Madrid son Margaret Thatcher y su desmembramiento de los sindicatos en los años ochenta. Ese enfrentamiento, que ella reproduce a escala en Madrid, lo libra hoy quien fue, primero, discípulo de Rodrigo Rato y, ahora, más "aguirrista que la presidenta", según un compañero de partido. "El ruido ocupa un 1% de mi vida. El resto es trabajo", dice. El problema es si ese ruido se convierte en la tarea que le encomiende su patrona. "Da igual. Es fiel y no le importa quemarse en esto. Ya se enfrentó al PP andaluz llamándoles gandules para defenderla a ella", explica un concejal aguirrista del Ayuntamiento.

Juan José Güemes Barrios (Madrid, 1969), alumno de colegio del Opus, padre de dos hijas, deportista obsesivo y casado con Andrea Fabra, hija del polémico presidente de la diputación de Castellón, es especialista en meterse al personal en el bolsillo. "Soy un seductor. Tengo un don natural para agradar a la gente", admite. Lo hizo desde joven, cuando logró la protección de Rodrigo Rato. "Ese clan es muy cerrado. Si el patriarca [Rato] toca la corneta, todavía se ponen todos firmes", dice un miembro de la dirección madrileña.

Cuando terminó la carrera de Económicas fue becario del Banco Central Hispano en el área de mercado de capitales. Pero eso no satisfacía al joven y ambicioso Güemes. En 1993 recibió la llamada de la gaviota. Aburrido de comprar y vender derivados y futuros, aceptó sin dudarlo. "Pensé que era temporal, pero fíjate. Aunque no estaba afiliado, me sentí ideológicamente próximo al PP". Fue un ascenso meteórico. Felipe González se tambaleaba y el PP rozaba el poder. Estalló la crisis de Banesto. Mario Conde, referencia para jóvenes de su generación, acabó entre rejas. La gomina pasó de moda y la melena ondulada de Güemes estuvo en la comisión que el PP constituyó para el caso.

Enseguida se acercó al portavoz del PP, Rodrigo Rato. Se codeaba a diario con Juan Costa y Cristóbal Montoro. "¿Defectos? Es muy guapo", bromea un compañero. "El problema es que parece un pijo. Quizá lo sea. Pero puede llegar a todo el mundo. Aunque a veces no le dan tiempo". Rato sí se lo dio. Tras las elecciones se lo llevó al ministerio y al poco le nombró secretario general de Turismo. "Apenas dormía en casa. Era un trabajo que sólo puedes hacer con 30 años. Todo el día viajando", recuerda pasándose el anillo de bodas entre los dedos.

Y luego le descubrió Aguirre. "Llegó tiesa a la campaña de 2003. No tenía equipo. Su gente, Lasquetty e Ignacio González, estaban en Moncloa. Desde Génova le montaron uno y llegó Güemes", explica un compañero de la época. Y llegó también el Tamayazo. "Me sorprendió el ruido de la Asamblea, el tono agresivo. Nunca había vivido cosas como las de esos días. Merece olvidarlo. Fue muy duro", recuerda quien ahora se encuentra envuelto entre los gritos de los sindicatos.

Tan duro que, cuando le nombraron titular de Empleo y Mujer, "el único consejero de Mujer de toda España", apostilla sin ningún entusiasmo, sufrió una gran decepción. "Para él fue humillante, pensaba que merecía Economía. Pero aguantó. Por eso ha llegado lejos", cuenta un antiguo colaborador.

Lejos es a la Consejería de Sanidad. "Deseaba, y así se lo dije a mi mujer que me la dieran. Cuando Esperanza me lo dijo, muchos me dieron el pésame", revela. Pero él quería el miura. Iba a encargarse de la cartera más polémica. El mismo fuego que carbonizó al anterior consejero, Manuel Lamela, otro miembro del clan Rato, por su gestión del caso Leganés. Y cuando las llamas de esa pira todavía no se han apagado, Juanjo ha bajado a la calle a echarles madera.

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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