Saint Etienne: volvieron y convencieron
El grupo regresa con su 'indie' bailable en un concierto fugaz e intenso
Suena uno de esos silbidos que en los conciertos suelen anunciar los grandes temas. Sarah Cracknell (Chelmsford, Essex, 1967), frontwoman de Saint Etienne, se aproxima al micrófono. Cuarentona, cabellera rubia y vaqueros ceñidos. Sus dos compañeros, Bob Stanley (Horsham, Sussex, 1964) y Pete Wiggs (Reigate, Surrey, 1966), aceleran los latidos electrónicos desde los teclados. Ella sonríe y entona la primera estrofa de Nothing can stop us. Y las cerca de 900 almas que llenan la sala Joy Eslava, ayer noche, comienzan a moverse al ritmo de ese hit de hace nada menos que 17 años. El tiempo parece abreviarse.
Ese tema del primer disco del trío británico, Foxbase Alpha, reúne la combinación que hizo popular a la banda: melodías que evocaban el hedonismo del Swinging London servidas en bandejas electrónicas del Madchester (aquel Manchester anfetamínico de los ochenta) tardío de New Order y Happy Mondays. "Es increíble, te sigue haciendo bailar después de tanto tiempo", comentaba Ricardo, seguidor de los británicos desde mediados de los noventa. ¿Tanto tiempo? "Bueno, a mí me lo parece", se excusaba. No lo parece pero Saint Etienne acumula 20 años de carrera. Y la media de edad del público rondaba la treintena larga.
La de ayer era la primera actuación en condiciones de la banda desde 2002 en Madrid. Poco se sabía de ellos desde su último álbum, Tales from turnpike house (2005), pero ayer dejaron claro que mantienen aquel pulso con el que demostraron al respetable indie que podía bailar al ritmo de un sintetizador sin sentirse culpable. Alternaron sus grandes éxitos con piezas más recientes, como Good humour, pero con los que la gente se movía de verdad era con los temazos de siempre.
Ese Only love can break your heart, tema de Neil Young releído en clave house, concitó un aullido cerrado. Era uno de los momentos de la noche. Saint Etienne evocaban el primer tema con el que se dieron cuenta de que la fórmula ideada por Stanley, ex periodista musical, tenía futuro.
"Ahora va un tema de 1992", avanzaba Cracknell, "bueno, no hace tanto". Entró Who do you think you are, y el público se dejaba llevar por el contoneo de hombros de la cantante. Eran temas de álbumes como So Tough (1993) y Tiger Bay (1994), piezas de hace 15 años. Y mejor aún en directo.
La que fuera musa indie parecía encantada con la acogida del público. "Oh, Dios mío", exclamó nada más salir al escenario al ver la multitud enfervorecida. Los asistentes respondieron a las expectativas de tal modo que Cracknell acabó cayendo en el recurso fácil. "Sois un público magnífico. ¡Incluso mejor que el de Barcelona!". Cerró la noche su mayor hit: He's on the phone, un cóctel de letras melancólicas con una base vitamínica. El concierto, de una hora escasa, pasó como una exhalación. Más de uno se lamentaba de que el trío se hubiese ceñido tanto al guión, sin margen a la improvisación. Habrá que esperar al nuevo trabajo que ya han anunciado. De momento, como recordaba el tema Good Thing, incluido en la banda sonora de Volver, de Almodóvar: "You know it was a good thing/ the best thing/ it's gone. (Sabes que fue algo bueno, lo mejor. Se fue)".
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