Rockeros sin atisbo de complejos
Sobre el escenario se contabilizan tantos kilómetros de lacias melenas masculinas como en una convención de hippies y una colección de botas camperas propia del rodaje de un spaguetti western. Nos encontramos a bastantes kilómetros del Cabo de Gata, y no digamos ya de las colinas de San Francisco, y a todos se nos marchitaron ya las flores prendidas en la cabellera. No importa: los siete hirsutos caballeros de Corizonas asumen un tributo genuino a estéticas y geografías afines y hasta el guitarrista Rubén Marrón parece la viva estampa de Leon Russell en los setenta. ¿El resultado? Un apoteósico llenazo en la Joy Eslava con motivo de la presentación de su primer disco conjunto, el recién nacido The news today.
Corizonas son la simbiosis de los madrileños Los Coronas y los vallisoletanos Arizona Baby. Las dos bandas resultaban sólidas, pero en su conjunción alcanzan un nivel más seductor. Lo demostraron la temporada anterior con un espectáculo de nombre ramplón, Dos bandas y un destino, pero ahora se fusionan, reivindican todas las formulaciones nobles del rock con más de 40 años de historia y nos retrotraen a los dulces tiempos en que desprecintar un vinilo constituía un ritual mágico.
La mecha prende con una estupenda introducción instrumental de rock clásico, denso y desacomplejado, como si a los Crazy Horse de Neil Young se les hubiese colado un tipo con theremín en el palco. El muy eficaz Fernando Pardo capitanea la nómina de guitarristas (aquí no hay hueco para un solo miligramo de sintetizador), pero el grupo gana gran parte de su empaque gracias a Javier Vielba, cantante singular, hombre-espectáculo desinhibido y sin complejos. Solo así se puede lucir semejante americana violeta, retorcerse y presumir de lacito vaquero con tal desparpajo. Vielba no pronuncia un inglés con acento de Oxford, pero minimiza sus carencias derrochando sudor. El primer tema vocal, Hey hey hey, sería el que Corizonas habrían sugerido a los Beatles durante las sesiones del Álbum blanco. Las imágenes también remiten a aquellos tiempos: revueltas estudiantiles, sublevaciones contra las dictaduras, portadas con tipografías que no volverán.
En los homenajes a espíritus ajenos siempre se corre el peligro de incurrir en el arquetipo, y Corizonas lo bordean con un instrumental titulado El rancho (¿a nadie se le ocurrió algo más original?), los tópicos de la vida en la carretera (Hotel room) o una recreación de Wish you were here (Pink Floyd) con el tiempo acelerado en clave vaquera. Pero el septeto también factura momentos muy convincentes. El mostoleño Roberto Lozano es un batería como pocos en la ciudad, la trompeta del rubicundo Yehven Riechkalov colorea The falcon sleeps tonight con tinte tex-mex, I wanna believe suministra una óptima inyección de optimismo eléctrico, Lynird Skynird parecen los coautores de Thieves and liars y Run to the river es una joya < de country-rock prístino, una incitación a bañarse en pelotas y retozar con quien más se lo merezca. Las versiones más hábiles (Shakin' all over, Runaway, Piangi con me) redondean un menú ameno, sabroso, molón. Y nada, nada acomplejado.
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