'Peeling' para una escalera
La reforma de dos millones que convirtió un palacio en clínica de estética
Para rejuvenecer una escalera hace falta lija y mucha paciencia. Pero si está bien construida, el resultado es "muy agradecido". La doctora Josefina Royo de la Torre, directora de la clínica de estética que ocupa el antiguo palacio de la marquesa de Oliva, se quedó "muy sorprendida" al ver que debajo de la maltrecha escalera de su palacete apareció una que parece nueva. Es imposible no caer en la metáfora: para instalar las salas en las que se depila, levanta, estira y alisa la piel, primero hubo que decapar, lijar, inyectar y sanear las paredes.
La doctora Royo y su marido, propietarios del Instituto Médico Láser adquirieron el palacio en 2005 por 12 millones de euros. Aún les quedan 10 años para pagar el leasing (un arrendamiento financiero con opción de compra al final del contrato) y que el edificio sea suyo. "Estaba conservado, pero feo, las plantas que llevaban décadas cerradas estaban muy deterioradas, pero a nivel estructural estaba muy bien hecho", dice la doctora. La operación de estética a la que fue sometido el edificio de principios del siglo XX duró un año y medio y costó más de dos millones de euros. Hubo que decapar la pintura amarillo albero de paredes y fachadas y sustituirla por un verde pardo más discreto, hacer moldes de las molduras de escayola para sustituir los trozos perdidos, emular las antiguas carpinterías para sustituir puertas y ventanas que ya no cerraban, instalar 50 kilómetros de fibra óptica... "Lo más complicado fue lidiar con bomberos, Sanidad, Ayuntamiento, Patrimonio...", dice la dueña de este palacio protegido de 2.700 metros cuadrados cuya reforma no recibió ninguna ayuda pública. "Pero nos lo pusieron fácil porque nuestro proyecto no era tan invasivo como otros", dice Royo. El edificio, que un proyecto anterior quería convertir en pisos, conserva todas las zonas nobles del palacio. Los comedores, la sala de fumar y el salón principal son ahora salas de espera y despachos que mantiene sus librerías, herrajes, artesonados y pinturas de techo. Estas últimas se restauraron con algo tan simple como una goma de borrar que centímetro a centímetro sacaba la mugre y el humo acumulados durante un siglo en el lienzo.
Las zonas menos nobles de la casa han sido transformadas en cabinas de estética. Donde antes había habitaciones, cocinas y la capilla, ahora hay máquinas de láser y radiofrecuencia con camillas. Esto es un negocio, y hoy, para mantener vivo un edificio así hace falta sacarle provecho. "Yo no me siento nada marquesa en este palacio", dice la doctora Royo, "soy una currante". La marquesa de Oliva, que encargó su suntuosa casa al ecléctico Valentín Roca Carbonell, arquitecto de moda entre la nobleza y la burguesía, solo la ocupó durante tres o cuatro años. Roca expresaría en la obra un modernismo epitelial, es decir, decorativo, más de piel que de estructura.
El edificio pasaría después a manos de la familia Raventós y sus plantas fueron alquiladas a negocios tan dispares como una academia de dibujo o la Embajada de Haití, que pegaba mucho con las palmeras -inventariadas por patrimonio- del exótico jardín, tras el que se oculta este edificio con planta en forma de abanico.
Los actuales dueños se preo-cuparon también de recuperar el diseño original de parterres y fuentes. La doctora muestra con orgullo sus ancianas Fénix canarienses y el enorme magnolio por el que parece que no pasan los años.
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