Marcha en negro con los Blues Brothers
A dos minutos del centro de Madrid y con las entradas a unos razonables 35 euros, la banda de los legendarios Blues Brothers montó una fiesta ideal para las cerca de 1.000 personas que abarrotaban la sala Joy Eslava. Los espectadores, algunos en la treintena y otros con más años, algunos disfrazados con los tradicionales trajes negros, sombrero y gafas oscuras de los hermanos Jake y Elwood Blues, agradecieron un concierto en el que el elenco de estrellas que brillaba en el escenario era para tirar cohetes: Steve The Colonel Cropper a la guitarra, el trombonista Tom Bones Malone y el trompetista Alan Mr. Fabulous Rubin, los tres de más de sesenta años, únicos supervivientes de la formación original.
Junto a ellos, instrumentistas de fuste para completar una formación que bebe tanto de las bandas con sección de vientos de Nueva York como del blues guitarrero de Chicago. En las voces, John Rosch -un fogoso vocalista blanco para hacer olvidar las salvajadas de Dan Aykroyd y John Belushi- y toda una estrella del parnaso de los solistas de color: el gran Eddy Floyd.
Fueron 120 minutos de marcha desbocada a lomos de un repertorio cuyos autores -Sam Cooke, Cab Calloway, Wilson Pickett...- conseguían que, si eres de lo que les gusta de verdad la música negra de los cincuenta, sesenta y setenta, se te cayera la ropa interior a los tobillos. Porque, si no se te mueven los pies a los sones de Minnie the Moocher o Going back to Miami, es que estás muerto. Y los madrileños, en noches de verano como éstas, están muy, pero que muy vivos.
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