Botella recrudece la guerra a las pintadas con multas de 3.000 euros
- La cuantía de las sanciones por dibujar en las paredes se multiplica por cinco - El Ayuntamiento asegura que gastó 12 millones en limpiar muros el año pasado"El Ayuntamiento no sabe contra qué está luchando", dice un profesor universitario
Una cosa está clara. Para la concejal de Medio Ambiente del Ayuntamiento, Ana Botella, el graffiti no es un arte. Y ayer lo dejó bien claro. Presentó el Plan de Limpieza General 2010 y anunció que la cuantía de las multas que actualmente reciben quienes pintan en paredes y muros (artistas urbanos, para unos; gamberros que ensucian la ciudad, según otros) aumentarán hasta cinco veces. Es decir, se acabó la sanción de 300 euros que hasta ahora pagaban los grafiteros cuando eran cogidos con las manos en la masa. La nueva multa mínima será de 1.500 euros. Y la máxima pasa de 600 a 3.000. Es decir, cinco veces más que hasta ahora.
La Concejalía de Medio Ambiente justifica este incremento con cifras. Según la edil, Madrid destinó entre enero y septiembre de 2009 unos 12 millones de euros a limpiar los dos millones de metros cuadrados de paredes que aparecieron pintadas en la ciudad. La mayoría en el distrito Centro. El gasto casi se multiplicó por dos respecto a 2008, y lo recaudado en multas e indemnizaciones a los más de 120 sancionados en los dos años fueron unos míseros 66.200 euros, según el Consistorio.
"La gente pintará más rápido para que no les pillen", dice un autor de 'graffitis'
"Ahora, el que pinte en el casco histórico o zonas protegidas pagará 3.000 euros, y para el resto, 1.500", matiza una portavoz de Medio Ambiente. "Es la única forma que hay para frenar este tipo de suciedad". En realidad, lo que se hace es aplicar a rajatabla la normativa que ya existía. Desde julio de 2007 se podían imponer sanciones de 300 a 3.000 euros por pintar graffitis (6.000 en caso de reincidencia), pero, en la práctica, las multas se quedaban en 300 y 600 euros."¡Vaya con la Botella!", dice César, un grafitero del sur de Madrid que ya sólo pinta si tiene permiso del dueño de la pared. "¿A qué viene esto ahora?", se queja.
"Yo también he pintado por las calles", reconoce Mark, otro madrileño de 32 años, "y entiendo de corazón a quien lo hace. Aunque comprendo que hay gente que sólo hace gamberradas, y a lo mejor la única solución para evitarlo son las multas".
Este dibujante, que ya sólo pinta por encargo o en lugares en los que "no pueda molestar", cuenta que una vez estuvo a punto de ingresar en prisión por pintar un bosque con setas en un muro perdido. Entiende que haya gente a la que no le guste que haya pintadas en las calles, "pero las multas que ponen son excesivas. Parece que somos ladrones. Y no se dan cuenta de que criminalizan también a gente decente que es cuidadosa con los sitios donde dibuja".
Dani, otro grafitero del distrito de Hortaleza, se queja de que el Ayuntamiento no da alternativas para que puedan desarrollar su actividad. "Lo único que sucederá con el aumento de las multas es que la gente pintará más rápido para que no les pillen, y los dibujos persistirán, pero, claro, serán más feos", opina.
Lo mismo piensa Francisco Reyes, un profesor que imparte la asignatura de Graffiti, Hip-hop y Medios de comunicación en la Universidad Complutense y organiza cursos de graffiti responsable para menores. "Lo que pasa es que el Ayuntamiento no sabe contra qué está luchando. Por eso actúan así, a lo loco", considera. "Sólo hay que ver cómo premian y subvencionan iniciativas de arte urbano a los mismos que multan por la calle". En 2008, el Ayuntamiento otorgó el primer premio en la modalidad de graffiti del Certamen de Jóvenes Creadores a dos chicos que meses antes habían pintado en un muro de 25 metros de largo al alcalde madrileño con dos sprays en las manos bajo la irónica leyenda de: "Gallardón loves graffiti". El muro fue derribado una semana más tarde. Los artistas pintaron luego a Ana Botella en otro muro similar.
El docente también opina que "las cifras de limpieza que da [el Consistorio] salen de meter en el mismo saco el arte urbano y las pintadas cutres de toda la vida, las de te quiero mari loli".
Para Reyes, lo que el Ayuntamiento no entiende es que este arte "es un juego". "El graffiti en sí es un delito, y cuanto más difícil y castigado, mejor para su autor", explica. Para este profesor, el problema que intenta atajar el Ayuntamiento no tiene solución, al menos con multas. "El que pinta busca con ello un subidón de adrenalina. Si ponen sanciones más altas, en algunos casos puede hasta que le motiven para seguir", afirma. Él lo tiene claro: "El Ayuntamiento no lo comprende, pero este movimiento es incontrolable".
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