Anabel, la película
TVE emitirá un filme basado en el secuestro ocurrido en La Moraleja
Interior día, urbanización lujosa. A las 8.30 suena el despertador, Anabel Quintana remolonea, se ducha, desayuna y se pone a estudiar teoría económica. Interior día, churrería de pueblo. Antonio le cuenta a su mujer que acaba de ser despedido por la crisis económica. Pelean y él marcha al barrio donde creció. Se encuentra con un viejo amigo; se ponen a beber. De vuelta en la urbanización lujosa, Anabel sale a hacer footing. En su walkman suena Dreamlover de Mariah Carey.
Así arranca la película sobre el secuestro de Anabel Segura que emitirá Televisión Española este otoño. El guión lo guarda el productor, Pedro Costa: "La canción que escuchaba en el walkman es una licencia poética", dice mostrando las primeras páginas. El secuestro de Anabel es uno de los episodios de la tercera parte de la mítica serie La huella del crimen, que arrancó en los ochenta con recreaciones de los asesinatos de Jarabo o los de la calle de Fuencarral. Pero una cosa es hacer ficción con un crimen ocurrido hace cincuenta o cien años y otra hacerla cuando todavía palpita en la memoria colectiva y todos los implicados siguen vivos.
Una de las 20.000 llamadas a '¿Quién sabe dónde?' facilitó las detenciones
En primer lugar, en esta tv movie se han cambiado los nombres de los protagonistas (en el caso de Anabel, sólo el apellido). En parte para evitar problemas legales (la serie ya se enfrentó a la amenaza de una demanda por parte de uno de los implicados en El caso del cadáver descuartizado, un crimen ocurrido en 1929); en parte también porque, según el director, es algo "innecesario para contar la historia". Tampoco importa que los actores se parezcan físicamente a los personajes reales (salvo, de nuevo, en el caso de Anabel, para cuyo papel están haciendo un casting). "Intento que nadie les reconozca al día siguiente por la calle", dice Costa, que aunque ha visitado todas las localizaciones del crimen, rodará "en lugares que impresionan más cinematográficamente".
"Por encima de todo, esto es una película", dice, "tiene que haber conflictos, suspense, línea dramática... ir más allá de los hechos que todos conocen". En el guión, por ejemplo, hay una escena navideña en la que aparece la urbanización que suplanta a La Moraleja decorada. Pero en casa de los Quintana no hay adornos ni celebración. La madre, enferma, llora en la habitación intacta de la hija desaparecida. "Hay que imaginar estas escenas íntimas, es lo que quiere ver la audiencia en un caso tan conocido: poner cara a los personajes, ver lo que pasó a puerta cerrada", dice Costa.
Para la parte de la historia que no es licencia poética, Costa conserva junto al guión una carpeta desvaída con recortes de la época. Están las primeras noticias de la desaparición, ocurrida hoy hace 16 años y un día, pegadas en folios en blanco; y, doblados, los reportajes a toda página sobre la investigación de los más de dos años y medio que duró el "secuestro". Tiene guardado el artículo de El Caso que explica cómo una de las 20.000 llamadas al programa ¿Quién sabe dónde? sirvió para identificar a los asesinos que mataron a la chica seis horas después de llevársela. También conserva la única entrevista concedida por el padre de Anabel a la revista Mundo Cristiano y publicada con gran despliegue en ¡Hola! ¿Qué pensará el padre de que su tragedia sirva para hacer un telefilme? "Estoy seguro de que no le hará gracia", admite Costa, "pero la historia de un país es también la historia de sus crímenes".
No es tan sorprendente que el secuestro de Anabel regrese en formato televisivo. Junto con el crimen de las niñas de Alcàsser, ocurrido seis meses antes, el caso revolucionó el tratamiento mediático. Hasta entonces, la televisión no se había volcado así en los sucesos. Mientras el padre de Miriam recorría los primeros late nights o se dejaba entrevistar por Nieves Herrero, la familia de Anabel, mucho más discreta, usaba la televisión para que la desaparición no se olvidase y para convocar manifestaciones, ofrecer recompensas y avanzar en las pesquisas policiales. "En aquellos primeros noventa empezó toda la basura que ahora llena la tele", dice Costa. "Me asquea ver cómo programas de entretenimiento hacen encuestas sobre la cadena perpetua a raíz del asesinato de Marta del Castillo, ¿cómo se puede utilizar políticamente a las víctimas?".
¿Pero en una película basada en hechos reales no se utiliza también a las víctimas en pro del entretenimiento? "No, si tratan a los crímenes como lo que son, historias muy complejas que hablan de un contexto social y de la conducta humana", dice el productor, que siempre centra sus historias en los asesinos. "Lo más inquietante de este caso es cómo dos tipos que salen una mañana de su casa sin intención de matar a nadie acaban borrachos, secuestrando una chica al azar en venganza contra los ricos, y, no sabiendo qué hacer con ella, cometen una brutalidad". Costa tiene en su casa 15 cajas con recortes de sucesos. Los empezó a coleccionar cuando era estudiante y leyó que Buñuel también lo hacía. "En las crónicas encontré argumentos mucho más potentes que cualquier novela", dice, "las cosas que pasan son mucho más sorprendentes que las que te puedes imaginar".
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