AC/DC, para los de 50 y los de 18
El grupo de Angus Young hace feliz a 15.000 enloquecidos seguidores
Lo vieron 15.000 individuos. Pijos, macarras, de Aluche, de La Moraleja, en paro, con un despacho enorme, de 50 años, de 18. Se podrán reconocer hoy por las calles de Madrid. Ojeras por trasnochar, dolor de cuello por zarandear la cabeza, dedos índice y meñique de la mano estirados de tanto exhibir los cuernos, afonía de berrear, probable resaca y, sobre todas las cosas, una inmensa felicidad. ¿Cómo sabes si una persona es dichosa? Si acudió anoche al concierto de AC/DC, lo es. Sorprendentemente (mejor: milagrosamente) las gradas del Palacio del los Deportes aguantaron en pie.
Hubo momentos en que parecía inevitable que se viniese abajo el andamiaje. Un dato. A la altura de You shoot me all night long, el ordenador portátil con el que se ha escrito esta crónica se despeñó escaleras abajo tras una eufórica avalancha. "Perdona, tío. Joder, todavía está encendido: es un ordenador digno de este concierto. ¿Te apetece un trago?". Camaradería, buen rollo y vuelta al delirio: "¡Shoot me all night looooooong!".
¿Cómo sabes que una persona es dichosa? Si acudió al concierto, lo es
Y todo provocado por un cincuentón diminuto, (Angus Young cumplió el martes 55 años) enfundado, como siempre, en un uniforme de colegial; por su hermano Malcolm (56 años), más tirillas aún y su irresistible guitarra serrucho, y por un sesentón (Brian Johnson, 61), inglés con aspecto de estibador con una gorrilla chulapera. Es simplificar las cosas, claro está, porque sobre estos tres tipos recae un pedazo de la historia del rock, el más primario y honesto, quizá el más gozoso.
Y anoche 15.000 lo vieron. Como Christina Rosenvinge, que acudió con su hijo. Como Javier Bardem, que se presentó sin Penélope Cruz. O como Óscar Ruiz, El Rana, hombretón de Pinto, uno de los mayores seguidores españoles de AC/DC. Anoche, Óscar presenció su concierto número 26 de los australianos. Él, 40 años, y sus colegas, acudieron a la cita musical con unas camisetas fabricadas para el concierto. Se lee: "Soy fan de AC/DC, por lo tanto, tengo razón". Lo pone en español, inglés, francés, alemán y chino de Taiwán ("es que tenemos a un colega que es de allí"). Óscar encuentra la clave del éxito del grupo: "Cantan a los coches, a las chicas, a pasárselo bien... No hay pena en su música, sólo agallas". Y no existe mejor definición.
El concierto de AC/DC se desarrolló en Madrid en formato capicúa: arranca con un ensordecedor ¡boom! para introducir el single de su nuevo disco, Rock and roll train, y se despide con otro ¡boom!, más estruendoso si cabe, el que escupe un cañón en For those about to rock. Entre una y otra transcurren dos horas en las que por lo menos en media docenas de ocasiones te falta el aire. Literal. Corría la tremenda Shoot down in flames y ya se veían caras congestionadas, manos al pecho, toses. ¡Y sólo era la canción seis de un repertorio de 20! Pletórico Angus, el escocés emigrado a Australia de niño, con sus punteos, sus carreras y esos alambres que tiene como piernas y que no dejan de llevar el ritmo en todo el concierto.
Con el último cañonazo del concierto, la pregunta flotaba entre las noqueadas cabezas del público: ¿ha sido una apisonadora o una actuación?
No, tío, los AC/DC...
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