70.000 euros y paso a las excavadoras
El hombre que se atrincheró contra la construcción de una subestación eléctrica en Getafe llega a un acuerdo
Fidel Serrano, de 70 años, rebusca en el interior de una maleta su carné de fotógrafo de prensa durante el franquismo. Saca una edición antigua de Ana Karenina, de Leon Tolstói, y un viejo libro de familia amarillento. No encuentra el documento, se enfada, cierra la maleta y la introduce en una furgoneta aparcada a la puerta de su chabola. Está cargada hasta los topes. "Ya he empezado a hacer la mudanza. Me voy", dice mirando las grúas que levantan Los Molinos-Buenavista, el nuevo barrio de Getafe. Fidel, un hombre que lleva viviendo aquí más de 30 años rodeado de perros, gallinas y chatarra, ha cobrado 70.000 euros para que deje paso a las excavadoras y levante en la parcela la subestación eléctrica que alumbrará las nuevas casas.
Los militares de la base creen que los aviones chocarán con las grúas
Fidel se ha resistido durante meses pero finalmente ha acordado con el consorcio, integrado por la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento, recibir una indemnización por el suelo público en el que se instaló hace tiempo. "El consorcio se compromete al pago de 3.000 [más] en concepto de gastos de traslado, mudanza, suministros eléctricos, así como a realizar las gestiones administrativas que estén a su alcance ante la Empresa Municipal de la Vivienda de Getafe para la obtención de una vivienda", reza en el acuerdo. Le darán el dinero cuando el próximo jueves se lleve a cabo la demolición.
¿Qué quiere decir que el consorcio se compromete a realizar las "gestiones necesarias" para la obtención de una vivienda? ¿Fidel tendrá tarde o temprano una casa? "Sí", aclara el concejal de Urbanismo de Getafe, José Manuel Vázquez, "en un par de meses se tendrá una vivienda pública de alquiler con el precio y las condiciones que él quiere. Cerca de su antigua casa y en un bajo". Fidel no es muy amigo de coger ascensores.
La realidad es que hasta que eso se concrete se va a vivir a la chabola de un amigo que vive cerca del cementerio de Getafe. No se lleva los animales. Se los deja a los vecinos. "No me los voy a subir después a un piso", razona, recién afeitado con una palangana llena agua y una cuchilla, a la luz de una lumbre dentro de la chabola. No tiene baño ni agua corriente.
La resistencia de Fidel no ha sido el único problema al que se ha enfrentado la construcción del nuevo barrio. Un coronel de la base aérea pidió por escrito a las constructoras de estas 6.000 viviendas que redujesen la altura de las grúas porque vulneraba el espacio de vuelo de los aviones. Los militares dejaban ver en la misiva que llevarían el caso a los tribunales. El alcalde de Getafe, Pedro Castro, replicó ayer con el informe privado encargado por el consorcio urbanístico que asegura que las obras no perjudican ni el despegue ni el aterrizaje. Defensa ya lo ha recibido.
Mientras, Fidel Serrano ya está de despedida. "Me da pena, he estado aquí media vida, en el campo, que es lo que me gusta. No sé qué será de mí en un piso, a ver si me acostumbro", narra después de ponerse la boina. El bastón cuelga de un enganche en la pared. A esas horas, Santiago, el vecino, el amigo, con el que fuma tabaco de liar y bebe cervezas de lata, suelta a los galgos para que corran por el campo, invadido por grúas. "Le voy a echar de menos. Mucho. Iré a verlo siempre que...". Deja de hablar porque se le ha formado un nudo en la garganta.
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