El último soñador del partido
Ed Miliband se ha forjado a la sombra de Gordon Brown y del viejo laborismo
El pequeño de los hermanos Miliband, Ed, ha pasaado la mayor parte de su vida a la sombra de su hermano mayor, David: nació cuatro años después que él, fue a la misma escuela en el norte de Londres, siguió sus pasos en el mismo collage en Oxford, entró en el parlamento también cuatro años después y en el Gobierno prácticamente cuando tenían la misma edad. Siempre lo mismo, pero cuatro años después.
¿Siempre lo mismo? No exactamente. Mientras David forjó su carrera política a la sombra de Tony Blair, Ed lo hizo a la sombra de Gordon Brown. Mientras David fue siempre visto como un académico y un intelectual -aunque de los dos hermanos fue el que peores notas sacaba de niño- pero de carácter frío y más apoyos entre la inteligentsia del laborismo, Ed destacaba por su carácter cálido, su capacidad para intermediar entre amigos que discutían y su facilidad para conseguir apoyos en el seno de los sindicatos.
Edgard Samuel Miliband, nació en la Nochebuena de 1969 en Londres, en el seno de una familia judía de origen polaco. Su padre era el ya fallecido teórico marxista Ralph Miliband, que nació en Bruselas y huyó de Bélgica con destino a Inglaterra tras la invasión nazi. Su madre, Marion Kozak, era alumna de Ralph en la London School of Económicos cuando se conocieron. Se casaron en 1961.
El joven Ed estudió en una escuela del norte de Londres en la que la variedad étnica de los alumnos hacía que se hablaran 64 lenguas distintas. Ese primer contacto con la realidad le inculcó, como a su hermano, el virus del igualitarismo, al ver que compañeros con mejor intelecto que él fracasaban en los estudios porque su entorno personal les impedía aprovechar mejor las oportunidades. Se graduó luego en el Corpus Christi Collage de Oxford y completó sus estudios en la London School of Economics. Tras una efímera etapa como periodista de televisión, en 1993 empezó a trabajar como investigador político para la diputada laborista Harriet Harman y al año siguiente se incorporó al equipo del entonces canciller del Exchequer en la sombra, Gordon Brown, junto al que forjaría su carrera política. En 1997, al llegar los laboristas al Gobierno, Ed fue nombrado asesor especial de Brown con la responsabilidad específica de escribir sus discursos.
Su lealtad a Brown nunca estuvo en cuestión pero jamás llegó a impregnarse del sectarismo tribal del entorno del ambicioso ministro del Tesoro, lo que le convirtió en uno de los pocos brownitas capaces de relacionarse con los enemigos blairistas y de ser un iterlocutor bien recibido en Downing Street.
Tras pasar un año sabático en Harvard en 2003-04, Ed Miliband consiguió entrar en el los Comunes al ganar el escaño de Doncaster North (South Yorkshire) en las elecciones de 2005. En mayo de 2006 empezó su carrera en el Gobierno como secretario parlamentario del Cabinet Office, una especie de Ministerio de la Presidencia, y en junio de 2007, con el acceso de Gordon Brown a Downing Street, entró en el Gabinete como secretario de Estado (ministro, en la jerga política británica) del Cabinet Office y canciller del Ducado de Lancaster. En ese momento los Miliband se convirtieron en los primeros que coincidían en el gabinete desde los tiempos de Edgard y Oliver Stanley en 1938. En junio de 2008, Brown ascendió al joven Ed al rango de ministro de Energía y Cambio Climático.
Al igual que David, Ed Miliband bebió debate intelectual desde niño a la sombra de su padre y su madre y al calor de tertulias caseras con personajes míticos de la izquierda británica como Tony Benn o Ken Livingstone, habituales en las tertulias de sobremesa de los Miliband en la casa familiar de Primrose Hill.
Pero mientras David se vio atraído por el pragmatismo reformista del Nuevo Laborismo, en Ed acabaron pesando más las influencias estatalistas de su padre, Ralph. Su victoria de ayer y su proclamación como nuevo líder del Partido Laborista significa que el partido en su conjunto cree que es hora de volver a esos orígenes. A pesar de la opinión de influyentes personajes del entorno laborista como el economista Hill Hutton, que la semana pasada advertía desde las páginas de The Observer: "Ralph y Ed Miliband eran y son buena gente. Pero es David, a pesar de sus lemas a veces opacos, quien ofrece al centro-izquierda británico su mejor oportunidad para poner en práctica sus valores". Entre el pragmatismo de David y el romanticismo de Ed, los laboristas han elegido soñar.
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