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Reportaje:

Un tren para cruzar el techo del mundo

El Gobierno chino inaugura hoy una línea de ferrocarril a más de 4.000 metros de altitud para consolidar la anexión de Tíbet

A partir de ahora, Tíbet está más en China. La última de las provincias y regiones autónomas que quedaba sin conexión ferroviaria en el país asiático cuenta desde hoy con una línea que unirá Pekín y Lhasa (capital de Tíbet) en 48 horas. El proyecto, que, según el Gobierno, impulsará el desarrollo económico en la que es una de las regiones más atrasadas del país, ha sido duramente criticado por las organizaciones de tibetanos en el exilio, que aseguran que forma parte de una campaña para facilitar la llegada de inmigrantes chinos y diluir la cultura tibetana. Los trenes llegan a circular a 5.068 metros de altitud, lo que ha obligado a construir vagones presurizados como en los aviones.

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Cuando el primer tren salga hoy de Pekín en el viaje inaugural, supondrá la culminación de uno de los sueños de la China maoísta de los años cincuenta. El sistema ferroviario chino llegó a Golmud (en la región autónoma de Qinghai, vecina a Tíbet) en 1984, pero el Gobierno tuvo que abandonar la idea de prolongarlo hasta Lhasa debido a las dificultades técnicas que suponía construir un tendido a gran altitud, en medio de temperaturas extremas y a través de grandes extensiones de suelo permanentemente congelado.

Medio siglo después de aquel primer sueño, los problemas técnicos han sido solventados y, tras cinco años de obras, la línea Qinghai-Tíbet se ha convertido en la más alta del mundo. El tramo de nueva construcción, entre Golmud y Lhasa, tiene una longitud de 1.142 kilómetros. El coste del proyecto ha ascendido a entre 2.900 y 3.350 millones de euros, según las fuentes.

El ferrocarril "incrementará extraordinariamente el desarrollo, beneficiará a la población local y ayudará a la gente a aprender sobre la cultura tibetana", ha dicho Zhu Zhensheng, subdirector de la oficina para Tíbet del Ministerio de Ferrocarriles, en rueda de prensa esta semana. "Es un símbolo del desarrollo que está llevando a cabo China en las regiones del oeste", ha afirmado Jiang Yu, la portavoz del Ministerio de Exteriores.

Los críticos aseguran que el tren traerá un flujo de chinos han (la etnia mayoritaria), como ha ocurrido anteriormente en la región de Mongolia Interior y en la musulmana de Xinjiang. Además, dicen que aumentará la explotación de los recursos minerales y dañará el frágil entorno medioambiental de esta zona conocida como el techo del mundo.

"El ferrocarril cambiará Tíbet para siempre. Ha habido otros ejemplos en el mundo. Y bajo el sistema actual está claro que los tibetanos han podido opinar muy poco sobre el proyecto", afirma desde Washington Mary Beth Markey, directora ejecutiva de International Campaign for Tibet (ICT), una organización no gubernamental que defiende el derecho a la autodeterminación de los tibetanos y lucha por la protección de la cultura de esta minoría. "Tíbet tiene una importancia estratégica, y esta línea ferroviaria permitirá a Pekín consolidar el territorio en China", añade.

Bernard Cole, profesor en la National Defense University, de EE UU, y autor de varios libros militares sobre el país asiático, asegura que el tren aportará beneficios a la población local. Pero, según dice, "ese motivo no está entre los principales por los que ha sido construido". "Las razones son económicas, políticas y militares", señala. "Económicas, para facilitar el comercio con el resto de China; políticas, para mejorar el control sobre Tíbet -y esto, por supuesto, tiene connotaciones religiosas-, y militares, para incrementar la capacidad del Ejército de trasladar tropas y suministros". Según Cole, existe también "cierta preocupación sobre la posibilidad de una invasión por parte de India". Y aunque, en su opinión, no es una amenaza muy realista, afirma que "el Ejército Popular de Liberación prefiere contar con la mejora de la capacidad logística que proporciona el ferrocarril".

Activistas a favor de la independencia de Tíbet prevén manifestarse hoy contra la construcción de la línea ante embajadas y consulados chinos en todo el mundo, como han hecho esta semana en Nueva Delhi, dentro de una campaña denominada Rechaza el ferrocarril.

Más de 80.000 tibetanos viven en el exilio en India. Su líder espiritual, el Dalai Lama, huyó de Lhasa en 1959 y estableció el Gobierno en Dharamsala, tras fracasar un levantamiento contra Pekín. Las tropas chinas ocuparon Tíbet en 1950. Según China, para salvar al pueblo de la opresión feudal.

Aunque Pekín estableció formalmente la Región Autónoma de Tíbet en 1965, el Dalai Lama dice que no goza de autonomía real y sostiene una campaña de lucha no violenta para lograr más derechos para los seis millones de tibetanos, gran parte de los cuales vive en las provincias chinas de Qinghai, Gansu, Sichuan y Yunnan.

La línea ferroviaria a Lhasa, a veces denominada el tren del cielo, ha sido calificada por el presidente chino, Hu Jintao, de "triunfo sin precedentes". Un total de 960 kilómetros discurren a una altitud superior a 4.000 metros. Esto obligó a los trabajadores a utilizar botellas de oxígeno durante las obras. Los trenes, diseñados por la compañía canadiense Bombardier, están presurizados por el mismo motivo y disponen de protección contra los rayos ultravioleta.

Durante 550 kilómetros las vías están situadas en terreno congelado, por lo que los ingenieros decidieron construir viaductos para evitar las zonas más inestables. En otros lugares se han instalado tuberías y elementos de refrigeración en el suelo para estabilizar los terraplenes y garantizar que permanecen congelados.

Pero la vía no morirá en Lhasa. Pekín prevé construir tres ramales dentro de Tíbet en los próximos 10 años, uno de las cuales llegará hasta la frontera con India. Y este mes va a inaugurar el que será el tercer aeropuerto en la región autónoma, lo que contribuirá al objetivo de duplicar para 2010 el número de turistas previstos este año, que es de 2,5 millones.

Mientras el tren comienza a llevar pasajeros y mercancías a Lhasa, las negociaciones entre el Dalai Lama y Pekín siguen estancadas. Según Pekín, las demandas planteadas el pasado febrero por los enviados especiales del líder tibetano -autonomía real y que las conversaciones incluyan no sólo esta región autónoma, sino también el denominado Gran Tíbet, que abarca parte de otras provincias chinas, en las que habitan millones de tibetanos- son inaceptables.

Un tren circula por el tramo de Golmud en la línea que une Qinghai con Tíbet, el pasado miércoles, en una fotografía distribuida por la agencia oficial china Xinhua.
Un tren circula por el tramo de Golmud en la línea que une Qinghai con Tíbet, el pasado miércoles, en una fotografía distribuida por la agencia oficial china Xinhua.ASSOCIATED PRESS

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