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"La tierra se lo ha tragado todo"

La ayuda internacional llega tarde a la localidad indonesia de Pariaman, donde más del 50% de las casas se han venido abajo por el terremoto

Cristina Galindo

Pariaman es un montón de escombros, un símbolo de la destrucción. Es mucho más rápido contar las casas que siguen en pie que las que derrumbó el terremoto que el 30 de septiembre arrasó la costa oeste de Sumatra (Indonesia). "Cuando el seísmo empezó, las casas temblaron, muchas se cayeron, la tierra empezó a caerse de la montaña y se lo llevó todo", cuenta Samsidar Basir, de 47 años. Decenas de vecinos como ella se hacinan en tiendas de campaña levantadas entre los escombros. No saben qué será de ellos ni quién les ayudará a reconstruir sus hogares.

Rodeada de altas montañas, palmeras y campos de arroz, Pariaman (72.000 habitantes) es el municipio más cercano al epicentro del seísmo. Está a 56 kilómetros de Padang, la capital de la provincia. Más de la mitad de las casas han sido destruidas. Los equipos de rescate, hasta ahora concentrados en Padang, no llegaron hasta ayer por la mañana, cuenta Samsidar. "Hemos tenido que trasladar nosotros mismos a los heridos y buscar a los desaparecidos, mientras desde los barrios vecinos nos traían comida y agua para sobrevivir", dice.

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En apenas unas horas, la policía y los bomberos sacaron ayer de entre los escombros 42 cadáveres en Pariaman. Hay cientos de desaparecidos y otros cientos de heridos. Todavía es difícil dar cifras fiables de la catástrofe. Las autoridades hablan de al menos un millar de muertos en toda la zona afectada de Sumatra. El Gobierno de Indonesia ha informado de que el estado de emergencia decretado para hacer frente a la crisis se extenderá dos meses. Las ONG empezaron a llegar durante el fin de semana y aunque al principio se centraron en Padang, donde el seísmo ha golpeado a más de 20.000 edificios, han empezado a salir hacia lugares más remotos.

"Ocho miembros de mi familia siguen bajo los escombros y la tierra; otros cuatro han sido recuperados, pero están todos muertos", cuenta Arwilis Syahrul, de 49 años, con la tristeza dibujada en la cara. "Estoy muy deprimida", confiesa mientras va de aquí para allá en el patio donde se ha instalado provisionalmente. "No me pienso mover de aquí hasta que encuentren al resto de mis familiares y podamos enterrarlos".

Minutos después, la policía trae en bolsas amarillas los cuerpos de tres vecinos, recuperados después de una hora excavando, que fueron víctimas de un desprendimiento de tierra. Justo en ese punto, la carretera, que está llena de grietas de hasta un metro de ancho, se corta. Sólo queda un camino alternativo de barro resbaladizo. "Habrá más muertos, pero aún no sabemos cuántos", admite Hendri Yahyah, un oficial de policía trasladado con su equipo desde el sur de la isla.

Otras zonas de Pariaman también permanecen incomunicadas por tierra. Las casas y las aldeas están muy dispersas. Todas las viviendas son de una o dos plantas, y puede que por eso más habitantes hayan podido escapar a tiempo. En Padang, donde los inmuebles son altos, no tuvieron tiempo. Varios helicópteros sobrevolaban ayer Pariaman.

Los habitantes que han logrado sobrevivir cogieron todo lo que pudieron y huyeron en busca de refugio. Cuentan que es difícil encontrar alimentos básicos, como arroz, sal y agua, pero que pueden comer. Murni Amins, de 49 años, vive desde el miércoles en una tienda de campaña y cuenta cómo ella, su marido y sus seis hijos lograron salir con vida: "Estaba cocinando cuando se desató el terremoto; cogí a mis hijos y corrimos. Tendremos que esperar a que el Gobierno nos ayude a tener casa de nuevo".

Otros no están dispuestos a abandonar su hogar. "Dentro de la desgracia seguimos vivos", cuenta Syafrudin (como muchos en Indonesia, usa un solo nombre), un hombre de 37 años que logró salvarse junto con su familia. "Ya estoy reconstruyendo mi casa", dice.

Una historia que ha acabado bien es la de la pareja de españoles que habían sido dados por desaparecidos por sus familias en la zona del terremoto en la isla de Siberut. Ana Pelegrín y Ricardo Gil dieron ayer señales de vida, tras varios días incomunicados.

El terremoto ha llevado el miedo a la región, situada en el llamado anillo de fuego del Pacífico por la gran frecuencia de seísmos. Los habitantes estaban acostumbrados a los temblores, pero de menor intensidad. "Ninguno como éste", asegura Arwilis. "Estamos muy asustados, tenemos miedo de que se repita, y rezo para que encuentren con vida a la gente que falta". Es poco probable que, pasados más de cuatro días, los 3.000 desaparecidos que aún no han sido encontrados sean rescatados con vida.

Supervivientes del terremoto se protegen de la lluvia bajo uno de los inmuebles que resistieron al seísmo en la localidad de Pariaman.
Supervivientes del terremoto se protegen de la lluvia bajo uno de los inmuebles que resistieron al seísmo en la localidad de Pariaman.AP
Los vecinos de Padang observan los estragos del terremoto.
Los vecinos de Padang observan los estragos del terremoto.REUTERS

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Sobre la firma

Cristina Galindo
Es periodista de la sección de Economía. Ha trabajado anteriormente en Internacional y los suplementos Domingo e Ideas.

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