La impotencia y la ira recorren Cisjordania
Los palestinos acusan al Gobierno de Abbas de tibieza frente a Israel
El destructor ataque a Gaza de la aviación israelí desata consternación e indignación en los palestinos y en todo el orbe musulmán. Las capitales de los países árabes son escenario de iracundas manifestaciones, a veces multitudinarias. Pero en las ciudades de Cisjordania, la afluencia a las protestas es escasa. Han brotado en Hebrón, Nablus, Ramala, donde murieron dos jóvenes por disparos de soldados israelíes el lunes, y en varios pueblos más. Pero son más bien altercados de jóvenes que lanzan piedras, sabedores de que el daño que causarán es nulo. Cunde la frustración. Los palestinos están exhaustos y decepcionados con la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que gobierna Cisjordania, y con la tibia reacción ante la masacre de su presidente, Mahmud Abbas.
"Hay que detener la negociación con Israel", dice un líder juvenil en Belén
La respuesta de Abbas y de los mandamases de Fatah a la matanza de Gaza ha causado malestar. Munther Amira es el líder de las juventudes de Fatah en Belén. Y tras hacer notar su rivalidad con los islamistas, se explaya: "La gente está muy enfadada con la ANP. No podemos hacer nada. Hamás está ganando popularidad en Gaza y también en Cisjordania, y la división entre los dos territorios se acentúa". Amira admite que su partido podría haber optado por un camino más contundente. "Hay que detener las negociaciones con Israel y recomponer nuestra unidad. Negociando, no hemos conseguido nada para la gente".
Nader Abu Amsha, vicealcalde de Beit Yala, pueblo lindante con Belén, también se siente amargado. Seguidor del izquierdista Frente Popular, esperaba una actitud acorde con la gravedad del asalto israelí. "La población tiene la impresión de que la Autoridad colabora con Israel. Al menos podrían haber presionado a Egipto para que abriera la frontera, pero no hacen nada", comenta junto al campo de refugiados de Aida, adyacente a Belén. Cerca, los agentes no pierden ripio.
No queda ni el recurso al pataleo. Los uniformados se esmeran para abortar conatos de violencia en las inmediaciones de los soldados israelíes. En el muro de hormigón y a los pies de la torreta del Ejército israelí, a las puertas de Belén, los restos de algún cóctel molotov y el montón de piedras son reflejo de la ira inocua de los chavales. "En Belén la policía impedía que saliera gente de sus casas para protestar. No nos dejan manifestarnos contra la ocupación", dice airada la joven Rana. Fawaz, otro veinteañero natural de Hebrón, se enfada: "La policía nos controla totalmente".
La actitud de los cuerpos de seguridad palestinos es de las que agradan a sus homólogos israelíes. Cuando el jefe del Comando Central del Ejército israelí, Gadi Shamni, dice estar satisfecho con el desempeño de las fuerzas policiales de la Autoridad Nacional Palestina, la lectura en las calles palestinas es bien diferente: los agentes de la ANP hacen el trabajo sucio a Israel. Lo piensan incluso muchos policías que ejecutan la misión de reprimir a los grupos armados y clausurar docenas de instituciones vinculadas a Hamás: orfanatos, clínicas, centros comerciales, casas de cambio, escuelas.
Es paradójico. No se habla de otra cosa que de la división entre Hamás y Fatah, pero resulta casi imposible hallar a un partidario del movimiento islamista. "No se atreven a hablar, tienen miedo", precisa Abu Amsha. Aunque tampoco el presidente recaba simpatías. "No creo que Abbas desee la muerte de palestinos en Gaza, pero sí pretende derrocar al Gobierno de Hamás. Indirectamente apoya el mismo objetivo del asedio israelí", explica el vicealcalde.
En la plaza de la Iglesia de la Natividad, donde una docena de abogados protesta por los "crímenes contra la humanidad" perpetrados en la franja, Rana y Fawaz sentencian: "Fuera, fuera todos", en alusión a los líderes de la Autoridad.
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