La guerrilla que pasó a ser mafia
Los documentos de Raúl Reyes reflejan la descomposición interna de las FARC
Álvaro Agudelo ha pasado la mitad de sus 32 años en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Como su padre, campesino del Tolima que en los años cincuenta se unió a las guerrillas liberales ante la sangrienta ofensiva conservadora. De la autodefensa se pasó a la lucha armada bajo la bandera del marxismo-leninismo. La retórica se mantiene intacta, pero la praxis ha cambiado. Las FARC se han convertido en un cartel del narcotráfico. Los coches bomba y los secuestros los han colocado en las listas de grupos terroristas. "Yo estaba convencido de que luchaba por un pueblo subyugado", dice Álvaro, hoy desmovilizado. "Pero ha habido una enorme degradación".
Los 11.000 documentos hallados en tres ordenadores del número dos de las FARC, Raúl Reyes, muerto en un ataque colombiano contra su campamento en Ecuador, reflejan ese envilecimiento. Resulta significativo, por ejemplo, que "las unidades guerrilleras y milicianas" del Bloque Oriental propongan "la superación del maltrato a la población civil" en un mensaje al Secretariado, el máximo órgano de las FARC, el 15 de enero de 2007.
El grupo armado ha negociado con paramilitares el tráfico de droga
Guerrilleros de base han pedido el fin del "maltrato a la población civil"
Las poblaciones rurales, corrobora Álvaro, sufren matanzas, reclutamiento de menores o los estragos de las minas. Las FARC encabezan la lista mundial de los sembradores de estos explosivos, y no parecen dispuestos a renunciar al título. En un correo del 21 de agosto de 2007, Pedro Antonio Marín, alias Marulanda o Tirofijo, el jefe de la guerrilla, anuncia que van a "incrementar los minados" ante los "buenos resultados en el Bloque Oriental".
La opinión que tienen las FARC del derecho internacional humanitario queda clara en las conclusiones de su comisión internacional, el 14 de marzo de 2003: "Nuestra concepción de lucha política revolucionaria guiada por los principios del marxismo leninismo (...) desconoce las legislaciones de los opresores nacionales y extranjeros".
Esos principios no les impiden, sin embargo, aliarse con los grupos paramilitares en el negocio del narcotráfico. Un mensaje enviado el pasado enero por Rodrigo Londoño, alias Timochenko, da cuenta de los contactos establecidos en el Bajo Cauca con "la gente de Macaco", un jefe paramilitar que acaba de ser extraditado a Estados Unidos.
El lenguaje empleado se aproxima a veces a la jerga de los capos. "Siguen dando buenos resultados los negocios con los interesados en la Maracachafa [cocaína]", cuenta Raúl Reyes el 5 de enero de 2007. "Son los grandes. Expresan voluntad de contribuir con la Organización a cambio de hacer sus negocios (...) y que les consigamos los productos de su interés".
Tampoco hay reparos en buscar alianzas con grupos criminales extranjeros para cometer secuestros, como consta en la propuesta que la comisión internacional envía a Reyes el 14 de marzo de 2003. Se trata, dicen, de "realizar alguna retención de significación en el exterior. La idea es que la Comisión Internacional pare las antenas sobre esto y, claro, organizar el trabajo de tal forma que no haya posibilidades de vincular a las FARC". Acto seguido sugieren "trabajar" con unos secuestradores mexicanos. "La parte que nos correspondería es la negociación y cambiar el dinero que paguen".
Seis meses más tarde, en un informe de septiembre de 2003, Reyes anunciaba: "Osvaldo, jefe del Partido Patria Libre [de Paraguay] informa de 300.000 dólares nuestros en su poder, cobrados en un rescate en trabajo conjunto FARC-PL. (...) En Paraguay existen buenas condiciones para trabajos financieros conjuntos".
Y el propio Reyes no duda en sugerir este método cuando dos miembros del salvadoreño Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional le piden ayuda para su campaña en 2003. "Podemos plantearles que ellos hagan inteligencia sobre un objetivo económico de 10 o 20 millones de dólares en Panamá para hacerlo en conjunto y partir las utilidades en partes iguales".
La descomposición permea en las filas guerrilleras. Se dan casos de fugas con el botín, como el que comunica Jorge Briceño, alias Mono Jojoy, el 20 de septiembre de 2001. Los comandantes "Edwin y Julián se robaron medio millón de dólares (...) del secuestro de Novartis". [Las FARC secuestraron en 2000 a dos ejecutivos de la farmacéutica suiza]. El Mono anuncia que van a investigar a los guerrilleros. "A los que salgan comprometidos les daremos pistola". Y después informa de 18 "concejos [sic] de guerra a personal infiltrado. Todos salieron fusilados".
Los mensajes hallados en los ordenadores, cuya autenticidad está cotejando Interpol, desenmascaran también el doble lenguaje de los dirigentes de las FARC ante la opinión pública. Es ilustrativo el debate para encubrir el asesinato, el 18 de junio de 2007, de 11 diputados que tenían secuestrados. En uno de los mensajes, Tirofijo, que firma como J. E., sugiere decir que el guardián desertó con los rehenes, "y en su persecución por una compañía en medio del combate cayeron todos". Eso, o sostener "que una fuerza desconocida asaltó el campamento". Más adelante, Iván Márquez, otro miembro del Secretariado, se congratula por la forma en la que se ha manejado el asunto, de suerte que "incluso la OEA [Organización de Estados Americanos]" ha creído que hubo un intercambio de disparos.
La misma táctica intentaron con el fiasco de la Operación Emmanuel, el pasado enero. Las FARC se habían comprometido a entregar al presidente venezolano, Hugo Chávez, a las rehenes Consuelo Perdomo, Clara Rojas y a su hijo Emmanuel, nacido en cautividad. Pero el niño había sido separado de su madre a los pocos meses de nacer y había acabado en un orfanato.
El 30 de diciembre, al ser informado de la situación, Ivan Márquez escribe: "Procedemos a desmontar lo montado unilateralmente por nuestros amigos venezolanos", a quienes explicará "personalmente la situación". "Creo que todo esto es comprensible", añade, y sugiere un comunicado que él mismo escribe, en forma de carta a Chávez: "Los intensos operativos militares [colombianos] desplegados en la zona nos impiden por ahora entregarle a usted a Clara Rojas, Emmanuel y Perdomo como era nuestro deseo".
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