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Reportaje:

Las divisiones agrietan Europa

La pugna por las negociaciones con Turquía presagia una grave crisis en la próxima cumbre de la UE

Andreu Missé

La cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE de los próximos 14 y 15 de diciembre presagia el escenario de otra grave ruptura en Europa. El cúmulo de conflictos que divide a los Estados miembros tiene seriamente paralizada a la Unión. El último estallido ha sido por Turquía. El reciente gesto de Ankara de ofrecer la apertura de un puerto y un aeropuerto a Chipre para evitar la suspensión parcial de las negociaciones de adhesión ha desatado una auténtica batalla interna. "Caos absoluto" y "grave confusión" es el clima que se ha vivido esta semana en las tres reuniones de los representantes permanentes de los Veinticinco (Coperer), según distintos altos funcionarios.

Una simple frase -"la UE mantendrá sus compromisos existentes hacia los países en el proceso de ampliación, pero considerará cuidadosamente cualquier nuevo compromiso", incluido el último borrador de conclusiones de la próxima cumbre- desató una trifulca en la reunión del Coperer.

El debate sobre la "capacidad de integración" de la UE, uno de los cuatro temas fuertes de la cumbre, se presenta borrascoso. Los otros asuntos, como energía e innovación y relaciones exteriores, también están llenos de incertidumbre. Sólo en emigración, con un paquete de propuestas impulsado por España, se vislumbran posibilidades de acuerdos.

El creciente uso del derecho de veto ha agudizado el clima de ruptura que se instaló en la UE con motivo de la guerra de Irak. Después fueron el Presupuesto y la Constitución los que abrieron nuevas grietas. Más tarde, las diferencias paralizantes se han generalizado y afectan a la energía, relaciones exteriores, justicia e interior, emigración y fiscalidad y a la ampliación, sobre todo por el caso de Turquía, como se describen a continuación.

- Guerra de Irak. A principios de 2003, la guerra de Irak provocó una profunda desunión. La posición comunitaria, liderada por Francia y Alemania, partidaria de apurar las negociaciones, se vio desbordada por la iniciativa de ocho países que decidieron secundar la intervención armada de EE UU en Irak. La iniciativa promovida por Tony Blair, José María Aznar, José Manuel Durão Barroso y Silvio Berlusconi se manifestó a través de una declaración pública, al margen de la UE, que sostenía que "el régimen de Irak y sus armas de destrucción masiva representaban una amenaza clara para la seguridad mundial". Suscribían el documento Peter Medgyessy, (Hungría), Leszek Miller (Polonia), Fogh Rasmussen (Dinamarca) y Václav Havel (República Checa). Con la llegada de Zapatero al poder, España retiró sus soldados de Irak, lo cual mereció el reproche de Barroso, actual presidente de la Comisión Europea.

- Presupuesto. A la herida provocada por Irak se unió poco después la del dinero. El ejemplo de las decisiones con intereses gremiales de los Estados ha cundido. A finales de 2003, un grupo de seis países, formado por Alemania, Francia, Reino Unido, Holanda, Suecia y Austria, proponen a la Comisión que el presupuesto comunitario no debe rebasar el 1% del producto interior bruto comunitario. Tras dos años de negociaciones, en abril de 2006, el Parlamento logró arañar 2.000 millones de euros más de mejoras. El presupuesto aprobado para 2007-2013 es de 864.400 millones de euros, una cifra muy por debajo de la propuesta de la Comisión (994.300 millones) y de los 974.800 millones exigidos por el Parlamento.

- Constitución. En el verano de 2005, el no de Francia y Holanda a la Constitución propinaron una nueva sacudida al andamiaje europeo. A pesar de ello, la Carta Magna ha sido ratificada por 16 Estados. Además de los dos que la han rechazado en referéndum, quedan otros siete miembros (Reino Unido, Polonia, Portugal, República Checa, Dinamarca, Irlanda y Suecia) que han pospuesto o aplazado sine die su ratificación. Hay consenso generalizado en que hasta después de las elecciones francesas de la próxima primavera es un asunto tabú.

- Acuerdo con Rusia. La renovación del acuerdo con Rusia, uno de los temas más importantes de la política exterior de la UE, se fue al garete al no poderse empezar las negociaciones el pasado noviembre por el veto de un solo país, Polonia. Varsovia antepone sus intereses nacionales y condiciona levantar el veto a que Rusia acepte las importaciones de carne procedente de Polonia.

- Energía. A pesar de la creciente inquietud por el angustioso aumento de la dependencia exterior, Europa carece de política energética común. Otro asunto que resolvía la Constitución. Alemania ha resuelto sus problemas de abastecimiento con un acuerdo bilateral con Rusia, mediante un gasoducto que rodea Polonia, con el consiguiente enfado de Varsovia. Berlín además se opone a la existencia de un regulador común, y junto con París rechaza la idea de la comisaria de Competencia, Neelie Kroes, de separar la propiedad entre producción y comercialización de las grandes compañías europeas. El 10 de enero veremos si Barroso cede al pulso de Chirac y Merkel.

- Fiscalidad. La ausencia de una fiscalidad común es otro de los obstáculos más serios para la cohesión económica europea. Reino Unido e Irlanda y algunos de los nuevos Estados de la última ampliación encabezan la oposición a la armonización fiscal. Alemania se opone a la armonización del IVA.

- Justicia e Interior. En asuntos de justicia e interior la paralización es especialmente grave. Polonia vetó la semana pasada una propuesta que permitía el cumplimiento de sentencias en otros Estados miembros. Reino Unido frustró anteriormente un acuerdo para dotar de financiación comunitaria las ayudas para transportes en casos de desastres naturales. Las quejas vienen de todos los frentes. En materia de inmigración, Alemania se opone a una política común sobre migración legal. Su rechazo está relacionado con su voluntad de presentar un paquete global dentro de la nueva Constitución. No quiere parches ni picoteos sobre estas cuestiones.

- Turquía. Es la última gran fuente de desunión en la UE. Con independencia del desarrollo de la última propuesta turca, pendiente de su presentación por escrito, la UE está abiertamente dividida sobre el ingreso de Ankara. Los turcos cuentan con el apoyo de Reino Unido, España, Suecia, Italia, Estonia y Lituania. Los adversarios del ingreso de Turquía son Grecia, Chipre y Francia en primera línea. Alemania y Austria en la reserva.

A pesar de este panorama tan carente de entusiasmo, todas estas crisis, divisiones y enfrentamientos conmueven poco en Bruselas, donde existe la convicción de que la construcción europea se ha producido siempre de la mano de fracasos y sobresaltos.

Un arma letal

La regla que exige "la unanimidad de todos los Estados para la toma de decisiones importantes", que podía tener cierta lógica con una Unión de seis o 15 socios, se ha convertido en un arma letal para la construcción europea, cuando el club precisa ya el acuerdo de 25 ó 27 Estados. La primera consecuencia ha sido un aumento del protagonismo de los Estados frente a las instituciones comunitarias. La segunda es que la posibilidad de ejercer el veto anula los esfuerzos por negociar acuerdos o los que se logran son muy ineficientes por su baja calidad.

La ausencia de un mecanismo moderno de toma de decisiones, como es el de la mayoría cualificada y consenso del Parlamento, previsto por la Constitución, augura una progresiva paralización de la construcción europea. El ejemplo de Polonia ha sido clamoroso durante las últimas semanas, impidiendo acuerdos decisivos.

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