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Entrevista:Felipe Calderón | Presidente de México

"Yo no me considero de derechas"

Javier Moreno

Calderón recibe a EL PAÍS en una estancia de El Pardo, en Madrid, donde se ha alojado durante su visita oficial a España. Falta apenas una hora para que comiencen a llegar los invitados a la recepción que el presidente mexicano ofrece a los reyes de España. Y mientras los empleados del palacio deambulan atentos a los últimos detalles, la atmósfera no puede contrastar más crudamente con la realidad que describen las respuestas del presidente mexicano, una realidad -la de la guerra contra el narcotráfico- cuyas cifras provocarían un cataclismo en cualquier democracia europea: unos 4.000 muertos en menos de dos años, centenares de policías asesinados, el Ejército movilizado en amplias zonas del país.

"EE UU, como gran mercado de la droga, tiene que compartir la responsabilidad"
"México tiene la estrategia correcta y ganará la guerra [contra los narcos]"
"El proteccionismo que impera en Estados Unidos es una seria amenaza"
"México tendrá cobertura universal en salud. Es mi compromiso"
"Pretendo fortalecer a Pemex en autonomía de gestión y financiera"
"Estoy a favor de la apertura y de la competencia [económica]"
"Yo no negocio la impunidad de nadie a cambio de gobernar"

El escaso respeto a los derechos humanos es un correlato indeseable y no menor de esta batalla contra los narcotraficantes. Las violaciones a los derechos humanos nunca han escaseado en la historia de México, pero a medida que el país avanza hacia la modernidad, sus coletazos más burdos resultan cada vez menos tolerables para una sociedad crecientemente global, consciente y harta de este anacronismo, herencia de 71 años de dictadura encubierta del PRI. A ningún observador atento le resulta extraño que los protagonistas de las páginas más recientes (y más escandalosas) de esta historia particular de la infamia resulten ser gobernadores del antiguo partido oficial.

El de Puebla, Mario Marín, a cuyo juicio político se negó la Corte Suprema por seis votos a cuatro, ha galvanizado a los activistas proderechos humanos, intelectuales y a la izquierda en general. Policías judiciales, bajo órdenes de Marín, detuvieron ilegalmente en otro Estado (Quintana Roo) a la periodista Lydia Cacho, que en un libro estremecedor había denunciado una red de pornografía y abusos sexuales a menores; la trasladaron a Puebla, donde fue amenazada de muerte y torturada psicológicamente hasta su liberación bajo fianza. La Corte Suprema no encontró motivos suficientes en noviembre pasado para perseguir al gobernador, ni hizo mención en su dictamen a los abusos sexuales a menores, pese a que la comisión investigadora del propio tribunal recogió varios testimonios de víctimas, niñas de 15 años.

El día a día más truculento de México, sin embargo, se escribe con el parte de la guerra a los carteles de la droga en la que se embarcó el entonces recién estrenado presidente, hace ahora 18 meses.

Pregunta. ¿Tenía idea entonces de la magnitud que iba a adquirir el problema?

Respuesta. Cuando llegué a la presidencia, su alcance era ya insostenible. Llegué al quirófano sabiendo que el paciente tenía una dolencia muy grave; pero al abrirlo nos dimos cuenta de que estaba invadido por muchas partes, y había que sanarlo a como diera lugar.

P. ¿Está o ha estado en juego la seguridad del Estado?

R. Si el Estado se define, entre otras cosas, como quien tiene el monopolio de la fuerza, de la ley, incluso la capacidad de recaudación, el crimen organizado empezó a oponer su propia fuerza a la fuerza del Estado, a oponer su propia ley a la ley del Estado, e incluso a recaudar contra la recaudación [oficial].

P. Usted ha asegurado que en México se han llegado a dar situaciones peores que en Colombia, que es un país en el que el Estado prácticamente dejó de existir en amplias zonas durante cierto tiempo.

R. No necesariamente peores. Estamos actuando a tiempo precisamente para evitar una descomposición y una pérdida de dominio territorial como los que llegó a sufrir Colombia en los noventa. Es algo que evitamos en México con los operativos conjuntos: el Ejército, las Fuerzas Armadas, la Marina y la policía para tomar pleno control territorial donde estaba resquebrajado.

P. Declarar una guerra tiene un problema de léxico: se gana o se pierde. ¿México está ganando la suya?

R. México tiene la estrategia correcta y ganará, por supuesto, esta guerra.

P. La estarán ganando, pero ya hay 450 soldados o policías muertos desde que empezó; sólo en la última semana de mayo han sido asesinados cuatro altos cargos policiales, entre ellos el responsable de la policía federal. Son cifras preocupantes.

R. Sí, son preocupantes. Pero advertí desde el principio de mi mandato a todos los mexicanos que ésta sería una batalla larga. Es un problema que se fue acumulando, anidando, tolerando, durante años, quizá décadas, y que tendría, por desgracia, el costo de pérdida de vidas humanas, como desafortunadamente las hemos tenido. Y el hecho de que hayan perdido la vida policías federales, soldados, policías municipales, es precisamente porque estamos enfrentando el problema; no lo estamos eludiendo, como pudo haber ocurrido en el pasado.

P. Para ganar necesita a Estados Unidos. Bush pactó con usted un plan [la iniciativa Mérida] cuya primera entrega se elevaba a 500 millones de dólares; la Cámara de Representantes lo rebajó a 400 millones; luego el Senado la dejó en 350, y ambos, Cámara y Senado, le añadieron condiciones que México debe cumplir, especialmente de respeto a los derechos humanos. ¿Le parece correcto?

R. Ha habido un proceso largo y complejo en el Congreso de Estados Unidos, pero parto del principio: la exigencia de México es que éste es un problema común que de hecho tiene su origen en el consumo del mercado más grande de droga, que es el de Estados Unidos, y que, en consecuencia, tiene una responsabilidad compartida y tiene que ser enfrentado de manera conjunta. Yo le voy a decir que en algunos borradores en la Cámara, y particularmente en el Senado, se habían introducido condiciones o elementos que eran inaceptables. Pero ahora, el lunes mismo de esta semana, se aprobó un documento en términos mucho más aceptables. Espero que se sostenga.

P. Miembros de su equipo han sugerido que México no estaba dispuesto a aceptar según qué condiciones.

R. Así es.

P. ¿Pero ahora sí cree que puede aceptarse?

R. Sí, si se sostiene el documento que fue aprobado esta misma semana en la Cámara de Representantes de Estados Unidos.

P. Por su parte, su Gobierno se ha comprometido a aportar 7.000 millones en los próximos años: ése es un dinero que le deben aprobar los diputados.

R. Es lo que ya estamos gastando en seguridad.

P. Pero los presupuestos tendrán que aprobarse cada año. El líder de los diputados del PRI, Emilio Gamboa Patrón, ya ha mostrado sus reticencias. ¿Está usted en condiciones de asegurar que ese dinero saldrá aprobado en los presupuestos?

R. Lo que ocurre es que está ya previsto en los presupuestos y seguiremos escalando, independientemente de la iniciativa Mérida , porque necesitamos tener más recursos para la seguridad pública.

P. ¿Puede explicar si hay relación alguna entre la falta de mayoría de su Gobierno, es decir, la necesidad de alcanzar acuerdos con otros partidos, básicamente con el PRI

[cuyos diputados lidera precisamente Gamboa Patrón] y la impunidad con que parecen actuar algunos gobernadores de este partido?

R. Hemos hecho un esfuerzo enorme de diálogo y de consenso, y hemos llegado a acuerdos con todas las fuerzas políticas, y con el PRI, ciertamente, pero no sólo con el PRI. Pero aquí voy a ser muy franco: primero, el PAN tiene una mayoría relativa bastante fuerte; contar con más del 40% de los parlamentarios no es trivial.

P. Me refiero a la mayoría absoluta que no tiene...

R. ... mayoría absoluta no la tenemos, pero hemos podido transitar a través de acuerdos. Sí busco el acuerdo y busco la coincidencia a favor del interés nacional; pero siendo específico en la respuesta para su pregunta, no negocio la impunidad de nadie a cambio de gobernar, y mi Gobierno, en el caso de los gobernadores...

P. ... yo diría que los gobernadores de Oaxaca y Puebla han sido los más...

R. ... en todos. En el caso de Puebla, nosotros estuvimos atentos al fallo de la Corte Suprema; y siempre lo dije, antes del fallo y después, que íbamos a acatar la resolución de los ministros del pleno. Y por otra parte, no obstante, el fallo de la Corte, la Procuraduría General de la República a mi cargo siguió las investigaciones y pidió ante un juez la consignación y la prisión, la orden de aprehensión para los [policías] judiciales involucrados. Independientemente de la Corte, nosotros seguimos persiguiendo lo que consideramos que es un caso criminal.

P. Pero desde su moral o ética personal, ¿está usted satisfecho con la resolución de la Corte Suprema en el caso de Lydia Cacho?

R. La consideración de mi Gobierno y de la Procuraduría General de la República es que hay la presencia constitutiva de delitos, y los estamos persiguiendo. Por desgracia, no hemos contado con el respaldo del juez ante quien hemos incoado la causa, pero seguiremos trabajando hasta el límite de los recursos legales del Gobierno federal para exigir justicia. En el caso de Lydia, a quien aprecio personalmente, y en todos los casos que se planteen ante la justicia federal.

P. Pemex entrega al Estado aproximadamente el 62% de sus ingresos totales. ¿Cree usted que una empresa así está en condiciones de asegurar su propio futuro? De hecho, tanto las reservas como la producción de petróleo están cayendo de forma estrepitosa.

R. Con las reformas que he propuesto al Congreso precisamente pretendo fortalecer Pemex desde diversos ámbitos: autonomía financiera y de gestión; transparencia, y consejeros independientes; y ojalá pueda ser aprobada por el Congreso.

P. ¿Cree usted de verdad que con esa reforma Pemex estará en condiciones de evitar situaciones absurdas como, por ejemplo, que el 25% de la gasolina que se consume en México, un gran productor, provenga de Estados Unidos?

R. El 40% de gasolina que consume México proviene del extranjero: España, India, Estados Unidos...; es absurdo. ¿Qué es lo que estoy proponiendo? En lugar de que Pemex tenga que desviar 10.000 millones de dólares, que es lo que cuesta una refinería, del corazón de su negocio, que es producir petróleo y gas, que pueda contratar una empresa que construya la refinería y la opere para Pemex y Pemex simplemente le pagaría el servicio de refinación. Podríamos procesar el crudo maya, que es un crudo muy pesado, difícil de procesar, garantizaríamos el abasto nacional, produciríamos combustibles más limpios, crearíamos más empleo en México y fortaleceríamos la financiación de Pemex. Entonces la respuesta categórica es sí.

P. ¿Y está igual de seguro de que el Congreso le va a aprobar esa reforma? Lo digo porque algo está fallando en la discusión. De hecho, usted ha declarado alguna vez, y cito: "Si la lógica imperara, la reforma ya habría sido aprobada hace tiempo". Tal vez ahí está funcionando alguna otra lógica.

R. En política concurren muchos elementos, entre otros la política misma: la política en este sentido, que es la disputa, la búsqueda por espacio y poder entre quienes toman decisiones en el Congreso.

P. En cualquier caso, Pemex parece formar parte de un cierto doble discurso en México en general, pero también suyo en particular: usted, por una parte, acusa a Estados Unidos de ir en contra de la apertura creciente del mundo actual al erigir un muro en la frontera, pero México mantiene cerrados o con fuertes trabas a las empresas extranjeras unos sectores -energía, petróleo, pero también medios de comunicación o telecomunicaciones- que asimismo suponen mantener una cierta cultura nacionalista y proteccionista en un mundo que efectivamente está cada vez más abierto. ¿No supone eso una contradicción, un doble discurso?

R. No, porque yo estoy en favor de la apertura y de la competencia. La verdad es que a mí no me parece una contradicción. Al contrario: busco que México sea una economía competitiva, generadora de empleo y soy alguien que impulsa decididamente la competencia y la inversión.

P. Barack Obama amenaza con suspender el TLC para exigir más protección a los trabajadores y al medio ambiente en México si gana las elecciones. ¿Le preocupa esta deriva proteccionista de Estados Unidos?

R. Sí. El neoproteccionismo que impera en los discursos, por lo menos de la política norteamericana, es una seria amenaza, no sólo para países como México, que una buena actividad de nuestra economía depende del comercio con Estados Unidos, sino que es una seria amenaza para Estados Unidos mismo

P. La política en América Latina parece gravitar entre dos polos: por una parte una socialdemocracia, digamos que con visión de mercado, representada por Chile o Brasil, frente a una izquierda nacionalista y autoritaria, de regreso al pasado, representada por Venezuela. En ese mapa, ¿dónde y cómo encaja México y su actual Gobierno del PAN [conservador]?

R. Precisamente lo que yo insistí ayer

[por el miércoles, en un discurso pronunciado] en las Cortes [españolas] fue que el dilema de América Latina no es tanto entre izquierda o derecha, porque efectivamente, hay gobiernos teóricamente de izquierda que toman medidas moldeadas a favor del mercado y la inversión, como pueden ser Chile o Brasil, y hay gobiernos que teóricamente son de derechas, que toman medidas de un fuerte compromiso social, como puede ser el propio Gobierno de Uribe o de El Salvador. Yo no me considero un político de derechas. Alguna vez, en alguna entrevista que tuve la fortuna de tener con EL PAÍS hace más de una década, ya me asumí como un político de centro.

P. Alguna vez ha declarado incluso que iba a superar a Andrés Manuel López Obrador por la izquierda.

R. Efectivamente, lo estamos haciendo, porque tenemos una política social muy sólida y sin precedentes: por ejemplo, el seguro médico para una nueva generación, que impulsé, significa que todo niño mexicano tenga garantizado un seguro médico para ellos y su familia de por vida. México tendrá cobertura universal de salud. Y eso no es una bandera de izquierdas, es simplemente una responsabilidad humana y social a la cual siempre me he sentido comprometido.

P. Ese proyecto suyo como presidente, ¿no le supone ningún conflicto con su partido, que históricamente ha sido muy conservador, de fuerte raigambre católica y contrario por instinto a muchos derechos ya asentados o que comienzan a asentarse en Occidente, como el aborto, los anticonceptivos o el matrimonio homosexual?

R. Concretamente, refiriéndome al tema social, siempre he tenido un sólido compromiso con la justicia, desde siempre, y ahora como presidente lo estoy llevando a plenitud. Pero vuelvo a mi tema: el dilema que he planteado en las Cortes, en América Latina, no es entonces entre izquierda o derecha, la disputa es entre pasado y futuro, entre el pasado en términos económicos, con economías cerradas, centralizadas, o bien con mercado, competencia e inversión. El pasado en términos políticos son autoritarismos o personalismos, o el futuro, que es democracia y respeto a los derechos humanos.

P. ¿Cómo ve las elecciones legislativas del año que viene?

R. Competidas. Los resultados hablan de las estrategias, ¿no? El PRD se ha desplomado en las preferencias electorales en todo el país.

P. ¿Y cree que el PAN tiene posibilidades de lograr la mayoría?

R. Hay posibilidades, pero eso le toca elegir a los electores. Pase lo que pase, seguiré siendo un presidente que convoque al diálogo y seguiré impulsando cambios para México, reformas que ni siquiera se habían intentado en más de una década.

El presidente mexicano, Felipe Calderón, en el palacio de El Pardo.
El presidente mexicano, Felipe Calderón, en el palacio de El Pardo.BERNARDO PÉREZ
Calderón, durante la entrevista.
Calderón, durante la entrevista.B. PÉREZ

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