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El asesino era un solitario víctima del acoso escolar

Brasil asiste conmocionado al entierro de los 12 colegiales tiroteados en Río

Juan Arias

Brasil y, sobre todo, Río de Janeiro siguieron ayer sobrecogidos el entierro de los 12 adolescentes asesinados la víspera en una escuela de la ciudad. La policía investiga cómo el autor de la matanza, un perturbado de 23 años, consiguió los dos revólveres que empleó contra los alumnos, 10 niñas y 2 niños de entre 12 y 15 años, antes de suicidarse al verse acorralado por la policía.

Las puertas del colegio Tasso da Silveira, en Realengo, una barriada de Río, aparecieron ayer cubiertas de velas, flores y cartas. Centenares de personas acompañaron a las familias al cementerio. Los estudiantes que sobrevivieron exorcizaban su angustia. "Parecía una película de terror prohibida a menores", contó uno de los que escaparon de la lluvia de tiros. Una de las cosas que más ha impresionado a la opinión pública ha sido el testimonio de los escolares. "Mi amiga le pedía a gritos: 'No me mates, no me mates' y él sacó el revólver, le disparó un tiro en la cabeza y cayó muerta a mis pies", cuenta una niña de 11 años, mientras recuerda que lo que más la asombró fue "ver correr la sangre escaleras abajo, mientras el loco seguía matando".

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Todos los testimonios coinciden en que el asesino, Wellington Menezes, exalumno de ese colegio -donde sufrió humillaciones y acoso escolar-, era un tipo reservado y solitario, que se pasaba las horas navegando en Internet y consultaba páginas de fundamentalismo islámico. Su hermana admitió que el joven "solía hablar de cosas de musulmanes" y que casi no salía de su casa. La comunidad musulmana de Brasil se apresuró a desmentir que el asesino tuviera relación con ellos ni que frecuentara mezquita alguna.

La carta manuscrita que la policía halló en su bolsillo muestra que Menezes, huérfano de sus padres adoptivos, lo había planificado todo. En la misiva, el asesino da instrucciones para su entierro: pide que su cuerpo sea "lavado" y que no sea tocado por "impuros", solo por "los castos o los que perdieron su castidad después del matrimonio y no se involucraron en adulterio". También pide ser enterrado junto a su madre, envuelto en una sábana blanca que dejó en una bolsa en el colegio, y que "un servidor de Dios" pida perdón por él.

Antes de dirigirse al colegio Menezes quemó su ordenador y destruyó su casa, que dona a una institución de cuidado de animales abandonados. "Los animales son seres muy depreciados y necesitan mucha más protección que el ser humano", escribe.

La matanza ha abierto de nuevo el debate sobre las armas en Brasil. El ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, ha anunciado una nueva campaña por el desarme. En 2005, dos tercios de los ciudadanos rechazaron en referéndum una propuesta del Gobierno para desarmar a los civiles. Desde entonces, la venta de armas creció un 60%. Solo en Río existe más de medio millón de armas ilegales, algunas de ellas vendidas por el Ejército a los narcos. "Desarmen a los bandidos, no a nosotros", alegaron entonces los ciudadanos. Además, recuerdan los analistas, mientras que en Brasil, donde hay muchas cortapisas para comprar armas, se cometen 50.000 homicidios al año, en EE UU, donde la venta de armas es libre, los homicidios no pasan de los 15.000 anuales.

Una niña mira las cruces depositadas ante la escuela en memoria de las víctimas.
Una niña mira las cruces depositadas ante la escuela en memoria de las víctimas.RICARDO MORAES (REUTERS)

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