El arte de sobrevivir en Puerto Príncipe
Mientras esperan la ayuda internacional miles de haitianos sin hogar se las arreglan para conseguir agua y comida
Al caer la noche en el aeropuerto de Puerto Príncipe, donde duermen en tiendas de campañas los cooperantes y periodistas internacionales, decenas de haitianos se aglomeran a la salida ofreciendo sus servicios como conductores, traductores o simples guías. Apenas media hora en moto-taxi hacia el norte de la ciudad, en las afueras del hotel Ville Créole, donde pernoctan en sacos de dormir algunos reporteros, se oyen varios tiros a las nueve de la noche. Muy pocos se han oído hasta ahora si se tiene en cuenta que la policía no se deja ver en las calles y los presos de la mayor cárcel del país huyeron en la tarde del terremoto. A falta de una ayuda internacional mejor organizada, los haitianos han seguido practicando el arte de sobrevivir en las condiciones más difíciles, algo en lo que han venido ejercitándose durante gran parte de los 204 años desde que lograron la independencia.
A las cinco y media de la madrugada, media hora antes de que amanezca, empiezan a oírse los gallos y los perros. Hay comida en las calles. Poca, pero hay. A las seis, resuenan los cantos y oraciones de la gente que duerme en los parques y las plazas. Primero es una voz muy queda y muy triste, a la que se van uniendo otras. Después, cada uno a lo suyo.
Frente al palacio presidencial derruido, los jóvenes buscan tablones de maderas y cables de electricidad para sus casas. Unos hacen fotos a las ruinas y otros venden refrescos por menos de medio dólar la lata, o pasta de maíz. No han subido mucho los precios desde el terremoto. Donde sí proliferan las mafias es en la venta del agua para ducharse o lavar la ropa. "Me cobran medio dólar por dos cubos de agua al día", comenta Antonio Maitines, un dominicano casado con una haitiana y padre de dos hijas. El lugar de donde se provee es una tubería medio rota en un patio maloliente. Alrededor de ella, varios mafiosos organizan la cola.
El jefe de seguridad del palacio presidencial, quien prefiere no facilitar su nombre, explica que esta situación de calma tensa no va a durar mucho: "Muchos de nuestros policías han muerto o están afectados por el terremoto, mientras los bandidos andan sueltos y armados por las calles. El agua que se vende no es salubre. Hay baños portátiles en las calles, pero no dan abasto. La gente hace sus necesidades, echa encima basura y cuando se acumula mucha, la queman. Hay víveres, pero cada vez menos. Nuestro Gobierno ha hecho un gran esfuerzo por desarmar a las pandillas en los últimos años. Pero la población está volviendo a hacerse con armas. Si no empieza a llegar la ayuda, en una semana veremos que se matará en las calles por una simple botella de agua", advierte.
Durante su visita del domingo a Puerto Príncipe, la vicepresidenta del Gobierno de España, María Teresa Fernández de la Vega, declaró: "Ahora, es importante que los haitianos cojan confianza en sí mismos y que se impliquen en las labores de ayuda y en la organización por barrios". De momento, los haitianos parecen muy implicados en su propia supervivencia.
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